Etiquetas
Asociacionismo, Bibliotecas populares, Círculo de Artesanos, Instrucción y Socorros Mútuos, Movimientos asociativos
Decía el historiador Eric Hobsbawm que los gobiernos, la economía, las escuelas, todo aquello que forma parte de la estructura social, no existe para beneficio de unas minorías privilegiadas, sino para el bien de las personas comunes y corrientes. Añadía que la única sociedad en la que merece la pena vivir es aquella que ha sido diseñada para ellos; no para los ricos, los inteligentes o los excepcionales, aunque se debe reservar un espacio y un margen de acción para dichas minorías. Esta sociedad se alcanza, entre otras muchas cosas, conociendo y comprendiendo nuestro pasado, necesario para tener una visión sólida del presente, realizar proyecciones futuras y protegernos de la mitología histórica que nos invade.
Así pues, un artículo sobre los círculos de artesanos resulta de permanente actualidad aunque se vea como algo lejano, de otro tiempo. Estas entidades son un claro ejemplo de la conquista de derechos y su conocimiento contribuye a valorar logros sociales que no son una gracia de los gobiernos sino el resultado de años de reivindicaciones ciudadanas. En este sentido, acercarnos a la historia de estas organizaciones populares, es un sano ejercicio democrático e histórico.
La primera cuestión es precisar qué se entendía por clase artesana. En sentido estricto, artesano es aquel que realiza una actividad laboral mediante ocupaciones manuales que comportan el conocimiento y desempeño de un oficio remunerado, pero en el artículo 4.º del reglamento del segundo Círculo de Artesanos de Cangas de Onís se considera, más ampliamente, a todo aquel que necesite ejecutar un trabajo intelectual o manual para ganar un salario; así como los obreros de las industrias que perciban un sueldo. Vemos que la asociación se dirige a una gran mayoría y solo excluye a “los socios de compañías que figuren en ellas con capital numerario”, es decir aquellos que obtienen rentas del capital[1].
El primer Círculo de Artesanos de Cangas de Onís
La idea se venía fraguando desde 1893. El Auseva dice que se agitaba entre caracterizados industriales de la localidad el propósito de fundar un Círculo de Artesanos. Entre los beneficios que reportaría esta institución se contaba con “el de tener un centro donde instruirse al propio tiempo que el de hacer menos penosas las largas noches de invierno”. Así, el 30 de abril de 1893 se reunió en el Teatro Zaragoza “una junta general de artistas” para acordar las bases de la sociedad que se intentaba establecer. Señalaba el periódico que en Cangas de Onís, por desgracia, las dificultades no eran pocas y las que se presentaron debieron ser insoslayables pues no se llegó a crear.
En 1897 se abordó nuevamente su fundación sin que tengamos datos del proceso. Sabemos que se constituyó en el mes de mayo de ese año pues en enero de 1898 se da lectura a la memoria de los trabajos llevados a cabo “en los ochos meses que lleva de existencia dicha sociedad”. Nueve personas forman la primera junta directiva: el relojero Raimundo González Labra, como su primer presidente; Manuel García, vicepresidente; un secretario, cuyo nombre desconocemos, que renunció al cargo y fue sustituido por José Martínez Menéndez; Manuel Valle, vicesecretario; Juan Rodríguez, tesorero; Eufemiano Cuervo, Cándido González López, Fernando Sánchez y José Gala, vocales. Esta debió constituirse por circunstancias o compromiso pues a sus convocatorias no acudían ni la mitad de sus miembros, lo que impedía cualquier mejora para el colectivo.
El primero de enero de 1898 se reunió la junta general con una regular afluencia de socios, renovándose la mitad de los individuos de la directiva y tocándoles, por sorteo, cesar en sus respectivos cargos: al presidente, Raimundo G. Labra; vicepresidente, Manuel García y a los vocales Fernando Sánchez y José Gala. Verificada la elección por medio de papeletas resultó renovado el presidente y elegidos: Emilio González, como vicepresidente, y Antonio Peláez Llano y Zoilo Iglesias Herrerín, como vocales. La sociedad instaló su sede, en régimen de alquiler, en el edificio del Teatro Zaragoza.
Aunque el tesorero presentó la renuncia al cargo, que no fue admitida, la nueva junta se reunió por primera vez el 3 de enero de 1898, acudiendo los directivos en masa y animados de los mejores deseos. Sin embargo, con motivo de un baile de máscaras que no estuvo tan concurrido y animado como esperaban, se observa falta de iniciativa y de unión entre los mismos. Esta entidad, que vemos no se constituyó con la fortaleza necesaria para afrontar dificultades, se vio ante una enojosa cuestión con motivo de otro baile organizado por varias jóvenes. En la misa dominical del 23 de enero de 1898, el párroco de Cangas de Onís, Victoriano Lamadrid, injurió desde el púlpito, según dicen los cinco vecinos autores de una carta publicada en El Auseva, al alcalde, al Círculo de Artesanos y a los asistentes al baile, afirmando que “se cometieron escándalos y se faltó a las más rudimentarias reglas de educación” y que en el salón se respiraban “los perfumes de la liviandad y del alcohol”. Se sucede en el semanario local correspondencia de uno y otro lado que concluye con la publicación por varios directivos del círculo, con su presidente a la cabeza, de las cartas cruzadas con el cura para que la opinión pública “pueda formar acertado juicio de la seriedad, de la formalidad y vergüenza que tiene D. Victoriano de Lamadrid”, esto es, de la falta de todo ello.
En esta tesitura se celebró junta general –con escasa concurrencia de socios– acordándose rescindir el contrato del local con Alejandro Zaragoza, proponiendo algunos seguir pagando sus mensualidades hasta encontrar otro más económico. Transcurridos los meses veraniegos, el primero de septiembre de 1898 la junta directiva acordó, en vista de una comunicación dirigida al presidente por varios fundadores, dar por disuelta la sociedad alegando que tal como seguía constituida no reportaba beneficio alguno. Poco más de un año duró esta experiencia inicial.
El segundo Círculo de Artesanos de Cangas de Onís
El 8 de marzo de 1911 se funda un nuevo Círculo de Artesanos. Surgió por iniciativa de Atilano Cuesta y Juan del Valle, a los que pronto siguieron José Ramón Fuego y otros, hasta lograr treinta y ocho socios iniciales. Las primeras reuniones se celebraron en una barbería, instalándose después en un cuartucho en el que poco a poco confeccionaron el reglamento que prevenía que la agrupación viviría para “facilitar a sus socios distracciones honestas y civilizadoras que contribuyan al desarrollo de su inteligencia y puedan conducirles a su mayor perfeccionamiento moral y material”[2]. La falta de medios económicos no fue obstáculo para conseguir domicilio social, arrendando un local en la Plaza del Mercado, en el mismo edificio donde también se ubicaría la Cámara de Comercio de Cangas de Onís.
El Círculo de Artesanos era una asociación de instrucción y socorros mutuos, siendo preciso señalar el contexto: en 1911 no había un acceso adecuado a la educación ni a la cultura. En otro lugar hemos subrayado las enormes diferencias educativas que existían en el concejo, entre las paupérrimas escuelas públicas y las que instruían a la clase pudiente, siendo este uno de los fundamentos principales de las diferencias de clase. Tampoco existía seguro médico, ni prestaciones por enfermedad o desempleo y mucho menos el derecho a la jubilación. Los españoles que no formaban parte de las élites sociales, detentadoras mediante ese instrumento llamado caciquismo del poder político, debían unirse en colectividades para suplir las necesidades médicas, educativas y laborales. El objetivo de estas agrupaciones era aumentar la instrucción de sus socios y proporcionarles un socorro diario y asistencia facultativa cuando se hallasen enfermos o imposibilitados para ejercer su profesión, arte u oficio. Tal como dijo Manuel Cuesta en el acto celebrado con motivo de la bendición de la bandera: “Las colectividades que tienen por finalidad la protección mutua, son dignas de encomio; por eso nosotros debemos atender y fomentar con preferencia nuestra caja de ahorros; son estas cajas el porvenir del obrero, ellas han de mitigar nuestras desventuras en los días de infortunio, ellas han de ser la recompensa del que trabaja, el premio justo del que gasta sus energías físicas para dar vida y regular la marcha de la sociedad”[3].

Su primera junta directiva estaba presidida por Juan del Valle González, empleado de la farmacia de los hijos de Rubín, que fallecería poco después. Era vicepresidente el que lo sería durante muchos años, Luis Sánchez Pendás; tesorero, Atilano Cuesta; secretario, Higinio Bascristóbal y su vicesecretario José Ramón Fuego, más conocido como Ludopi. Completaban la junta de nueve miembros los vocales José Pérez, Francisco Cortina, Jovino Fuego y Luis Otero. El Auseva recoge en sus páginas el momento fundacional, cuando el 8 de marzo de 1911 se reúne una “numerosa concurrencia de jóvenes artistas” convocada para darles cuenta de la aprobación del reglamento por el gobernador civil. Leído este, se procedió a la elección definitiva de los cargos y se acordó inaugurar el círculo el día 19, festividad de San José. El 1 de mayo se celebró, sin pompa alguna por el reciente fallecimiento del presidente, la apertura de la sede. La cuota de entrada, hasta ese día, era de una peseta y superado este habrían de abonarse cinco más. Se llegó a los setenta y nueve socios en el primer año de existencia, de los cuales nueve eran protectores.
El domicilio social fue inaugurado el 6 de junio de 1912, pronunciando Elías José Con y Tres una conferencia sobre el alcoholismo que Manuel García Liaño, maestro y director de la Graduada de Cangas de Onís, calificó de “piramidal, excelente, soberbia”. Por la noche se celebró un baile de invitación para los socios y sus familias.
A partir del mes de septiembre de 1911, Casto del Valle, presidente del círculo por la defunción de Juan del Valle, se ofrece para dar clases nocturnas, tres veces a la semana, a los asociados y sus hijos varones menores de 15 años. El lector atento notará la exclusión de las mujeres y la necesidad, ya advertida, de conocer nuestro pasado para comprender y corregir determinados comportamientos. En la memoria de actuaciones del primer año de funcionamiento leemos que harán “los esfuerzos posibles y necesarios para llegar a donde deseamos todos educando a nuestros hijos y hermanos en el amor al trabajo, a la honradez y a la ilustración”. Contaban con que habría personas, convencidas de sus buenos deseos, que les tenderían su mano protectora para desarrollar en su programa”[4]. Así fue, los maestros de la Escuela Graduada de Cangas de Onís se ofrecieron a ello generosamente y en 1912 las clases pasan a ser diarias. Para la apertura de la temporada se invitó al director de dicha escuela, García Liaño, a dar una conferencia que versó sobre la orientación que a su juicio debía darse a la enseñanza en dichas clases. En la misma, subrayó la importancia que encerraba el conocimiento de todas aquellas asignaturas que tenían inmediata aplicación a las artes y oficios, e indicó la marcha a seguir en su enseñanza a fin de que esta fuese más práctica, más fructífera y más acabada.


En 1907, El Auseva se preguntaba porqué en Cangas de Onís no se formaba una sociedad de socorros mutuos que “desprovista de otro carácter cualquiera, tenga por fin auxiliar a los desvalidos de la clase”. La creación en 1912 de la caja benéfica para socorrer a los socios durante sus enfermedades, a propuesta de Luis Sánchez Pendás, dio respuesta a esta demanda e impulsó la afiliación al Círculo de Artesanos[5]. En 1914 era presidente de la comisión de beneficencia Fernando Fernández Rosete; hasta ese año se socorría a los enfermos con una peseta diaria, a partir de entonces con dos. García Liaño, presidente en 1926 y 1927, cifraba en el 30 por 100 la cantidad del presupuesto anual destinada a socorrer a los obreros enfermos lo que permitía el éxito en su propósito benéfico. Y tenía en proyecto, una vez liquidada la deuda generada por la construcción del edificio social, “llegar al retiro obrero” para lo que había formado un presupuesto de gastos e ingresos que garantizase “la vejez sin miseria del obrero cangués”[6].
La cultura es un capítulo esencial en el devenir del Círculo de Artesanos, íntimamente ligado a la educación de los socios. Así, desde el primer año se cuenta con biblioteca. En la memoria del año 1912, la junta directiva dice que con los libros concedidos por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y los donativos de particulares, se dispone de una “magnífica biblioteca compuesta de 158 volúmenes y 125 folletos, aparte de los destinados a la enseñanza”. Fueron muchas las personas que contribuyeron a su formación y engrandecimiento. Entre los donantes encontramos educadores, como Armando Ojanguren, propietario de la Academia Mercantil de Oviedo; escritores como María Luisa Castellanos, Constantino Cabal (residió durante un tiempo en Cangas de Onís y se hizo socio protector), Elías José Con y Tres, presidente honorario, y Ramón Llopis, director de El Popular; vecinos de Cangas de Onís como Servando Prieto Martín, que dona cuarenta volúmenes, y el joven doctor en Derecho, Francisco Beceña González, adalid de la creación de bibliotecas en el concejo.

Se dieron numerosas conferencias, desde la inaugural de Con y Tres hasta las dictadas por los profesores del recién creado Instituto Local de Segunda Enseñanza (Fermín Rodríguez Losada, Octavio Nogales, Vicente Villumbrales…) y otros educadores como Claudio Vázquez, profesor de la Escuela Normal de Oviedo, que disertó el 14 de julio de 1918 sobre “El colectivismo y el individualismo actual: el espíritu de asociación”, conferencia que estuvo muy concurrida, pero no de socios del círculo.

Una sección emocionante fue la de las artes escénicas. En los primeros años, las juntas directivas recibieron críticas porque solo organizaban bailes, careciendo durante muchos años de “cuadro de declamación”, es decir teatral, uno de los elementos más necesarios en los círculos de instrucción y recreo. En parte, esta deficiencia se subsanó mediante representaciones de otros cuadros artísticos o compañías profesionales y con la creación de un grupo teatral propio que sin embargo no gozó de la debida continuidad. Más relevancia tendrá el apartado cinematográfico tras la construcción de la sede social en la calle Emilio Laria. A partir de 1924, se disfruta de un extenso salón que se convertirá, tras ser montada “una potente máquina cinematográfica” y dotado con mobiliario adecuado, en el principal lugar de distracción de la ciudadanía canguesa y en fuente de ingresos para la sociedad creándose al efecto la figura del administrador gerente de espectáculos, cargo que desempeñó gratuitamente Luis Díaz García. La ingente labor que debía desarrollar obligó a arrendar dicho salón, dedicado a cine y teatro, a partir de 1926. Los domingos y algún que otro sábado, se proyectaban películas mudas (el cine sonoro aún no había llegado a España), amenizando las sesiones la Orquestina canguesa.
Este último apartado, el musical, también fue de gran importancia en la asociación artesana. Los omnipresentes bailes fueron la alegre distracción durante los primeros años de existencia. El fin de año, la festividad de reyes, el martes de carnaval y el domingo de piñata se convirtieron en fechas ineludibles para el disfrute de los socios. Se destacaba casi siempre la animación, la concurrencia y, sobre todo, la ausencia de altercados.
Nos consta que en 1916 debuta una rondalla pero ignoramos su recorrido. Mayor relevancia tuvo, aunque por pocos años, la banda de música del Círculo de Artesanos que contaba con patronato propio. En agosto de 1931 se hablaba del proyecto, dudoso por la situación económica de la entidad. El presidente e iniciador del proyecto, Miguel Quiñones, había solicitado subvenciones a la Diputación provincial, Ayuntamiento de Cangas de Onís, comercios y particulares. Desde el primero de agosto se encontraba en la ciudad el maestro director, señor Guinea[7], quien habría de formar la futura banda, encontrándose abierta la inscripción para todos aquellos socios que quisiesen integrarla. El 14 de abril de 1932 se presenta, coincidiendo con el primer aniversario de la Segunda República Española, y en octubre de 1933 encontramos como director al popular Falo Moro. La agrupación musical progresa y se hace presente en el concejo: dos audiciones semanales durante el verano, verbenas, acontecimientos sociales… actuando también en diversos lugares de Asturias: Pola de Siero, Sevares, Colombres, Celorio (Llanes)… Pese a ello, en 1935 la situación económica es crítica y el desánimo hace mella en sus integrantes. Los recursos son escasos y solo el sueldo del director consume el setenta por ciento de los mismos.

Desde el mismo momento fundacional se vio la necesidad de disponer de una sede y pronto la aspiración de poseer un domicilio propio, mejor y más adecuado a las actividades desarrolladas, se hizo patente. En 1919, durante la presidencia de Manuel Cuesta Sánchez[8] se iniciaron las gestiones para construir el edificio social. Este año se adquirió a Vicente Labra Sierra un solar de dos áreas y cuarenta centiáreas que hacía esquina y lindaba con la calle Nueva (Emilio Laria) y la que conduce al Café de Labra[9]. En abril, leemos en El Orden, se abre una suscripción para contribuir a tan benéfica obra, que ha de iniciarse con prontitud. Acompaña una lista de donantes encabezada por el Ayuntamiento, con 2.000 pesetas; Emilio González-Capitel, el plano y dirección de la obra valorado en 2.000 pesetas; Sacramento Lafuente, puerta principal y mobiliario de la secretaría, valorado en 2.500; Manuel Cuesta, 200; y un nutrido grupo de cangueses que aportan dinero, trabajo o materiales.
El domicilio social fue inaugurado el primero de enero de 1924 con gran fasto, la asistencia de autoridades y la concurrencia de todo el pueblo. Una procesión cívica, acompañada de la Banda del Príncipe, recogió la bandera del Círculo de Artesanos en la antigua sede conduciéndola a la nueva y propia. Un inmenso gentío ocupaba las calles como en los días de fiesta mayor.
Con gran emoción, Manuel Cuesta se congratuló de ver levantado el edificio diciendo que era el día de mayor alegría de su vida. Enumeró las gestiones de la sociedad, puntualizó los fines de la misma, elogió los rasgos de esplendidez de sus bienhechores, ponderó la desinteresada labor del joven arquitecto, Emilio González; alabó la constancia en la administración y cuidado de la obra por parte del tesorero, Máximo Palacios, dedicó un recuerdo a los socios difuntos y terminó cantando el himno a la bandera. Seguidamente el alcalde de Cangas de Onís, José María Cadenaba, alabó el entusiasmo del artesano por su mejoramiento moral y material y a continuación Con y Tres, como ya hiciese en 1912, elogió la obra fraternal del círculo.
Se sirvió acto continuo una fabada al aire libre, delante del edificio, por ser este incapaz de contener a todos los socios, autoridades e invitados. La sobremesa de cantos regionales duró toda la tarde, con el amplio salón constantemente ocupado por el público que escuchaba a Claverol, Miranda, Cuchichi y Botón, que cosecharon muchos aplausos. Por la noche hubo baile animadísimo en medio de la mayor alegría y entusiasmo.
La construcción fue reformada en 1933, siendo presidente Miguel Quiñones. Se aumentó un piso que sería destinado a biblioteca y salón de reuniones y se pudo así contar con salones para lo recreativo, lo instructivo y lo benéfico. También se dotó el local con un moderno aparato de cine sonoro. Todo ello fue posible gracias a la cooperación de muchos simpatizantes y a los socios protectores que hicieron importantes donativos.
El Círculo de Artesanos arraigó con fuerza en Cangas de Onís, atendiendo los fines instructivos y benéficos que llevaron a su fundación. Logró gran influencia moral y cultural en el concejo desde un planteamiento transversal, no partidista, sin permitir injerencias ni suscitar el rechazo de parte alguna de la sociedad local, por más que fuera una asociación de progreso. Alcanzó más de quinientos miembros entusiastas y, con la protección de unos cuantos cangueses, posibilitó su mejora social manejando las cuentas con una prudencia no exenta de atrevimiento cuando fue preciso lograr adelantos para la institución.
Distintas personalidades canguesas, de diversas ideologías, fueron sus presidentes. A los ya mencionados, añadiremos: Atilano Cuesta Sánchez; Francisco Martínez Elola; Manuel Suárez Vela; Luis Sánchez Pendás; Manuel G. del Valle; Manuel Zarracina González y Emilio García Rionda. Se nombraron varios presidentes honorarios: Judith Llano, Elías José Con y Tres, los hermanos Atilano y Manuel Cuesta Sánchez y Emilio González-Capitel, al menos.
La victoria franquista tras la Guerra Civil Española supuso la extinción del abundante movimiento asociativo del concejo de Cangas de Onís y la desaparición, de facto, del Círculo de Artesanos al prohibirse la continuación de sus actividades y verse imposibilitado, por lo tanto, para hacer frente a los compromisos crediticios adquiridos. El 17 de junio de 1943 se subastó el domicilio social en virtud de sentencia de juicio ejecutivo seguido en el Juzgado de primera instancia, por reclamación de 75.000 pesetas de principal, intereses y costas. El solar y el edificio fueron tasados pericialmente en 18.000 y 82.000 pesetas, respectivamente[10]. De este modo concluyó la historia de fraternidad de los círculos artesanos de Cangas de Onís.
Francisco José Pantín Fernández. Artículo publicado en el Boletín de fiestas de San Antoniu, Cangas de Onís, Sociedad de Festejos (SFC), 2023.
[1] Reglamento del Círculo de Artesanos de Cangas de Onís, 8 de marzo de 1911. Ap. Rodríguez González, Jesús Jerónimo, La cultura sindical en Asturias, 1875-1917, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2000, p. 194.
[2] Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, en adelante BVPH, “Círculo de Artesanos de Cangas de Onís”, en Región, Oviedo, año II, núm. 142, 4 de enero de 1924, pp. 3 y 4.
[3] El Auseva, Onís (sic), año XXV, núm. 1263, 19 de junio de 1915, p. 3.
[4] Memoria presentada por la Junta Directiva de esta Sociedad, de los trabajos realizados durante el primer año de fundación… [Cangas de Onís], Círculo de Artesanos de Cangas de Onís, 1912.
[5] En la junta general extraordinaria celebrada el 10 de mayo de 1912 se acordó “hacer las bases con que ha de regir la entidad para socorrer a los asociados enfermos” y depositar en La Moda el 25 por 100 de la recaudación mensual. El Auseva, Cangas de Onís, año XXII, núm. 1102, 18 de mayo de 1912, p. 3.
[6] BVPH, La Voz de Asturias, Oviedo, año V, núm. 1292, 12 de junio de 1927, p. 7.
[7] BVPH, “La banda de música de Cangas de Onís”, en Región, Oviedo, año X, núm. 2684, 3 de marzo de 1932, p. 14.
[8] Fue el gran presidente del Círculo de Artesanos de Cangas de Onís y, según Manuel García Liaño, “un cangués de arrestos”. Barbero en sus primeros años, estuvo luego al frente de varios negocios, como el Café Español. Concluida la construcción del edificio social, se trasladó a Oviedo donde regentó el acreditado Café del Pasaje. Casado con Jovita Fuego, falleció en Cangas de Onís el 23 de febrero de 1933, a los 55 años. Quiero agradecer a su nieta Pitusa, Victoria Fernández Cuesta, la cesión de varias de las fotografías que ilustran este artículo.
[9] En Cangas de Onís el 5 de abril de 1919, ante Baldomero Suárez Coronas y Rico, notario del Ilustre Colegio de Oviedo. El solar se corresponde con el actual número 8 de la calle Emilio Laria, edificio conocido como El Cine.
[10] BVPH, Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 117, 25 de mayo de 1943, p. 2.