Causa extrañeza que siendo Corao un pueblo tan fotografiado solo se conozca una borrosa imagen de la capilla de San Nicolás de Bari. Aparece como telón de fondo en un retrato del niño Pepín Coviella, el 15 de febrero de 1950, cuando la capilla se encontraba abandonada y en creciente ruina.

Esta particularidad se extiende al conocimiento de su historia a pesar de su antigüedad (ya existía en la primera mitad del siglo XVII) y de corresponder su patronato a los vecinos. La ermita es el más antiguo edificio religioso conocido del lugar, siendo citada en una escritura otorgada por el escribano Diego de Labra el 6 de junio de 1644 en Corao, junto a la ermita de San Nicolás[1].
En el año 1685, Eugenia de Soto manda en su testamento que se le digan cuatro misas en la capilla añadiendo otro legado de seis ducados para repararla pues se encontraba en mal estado y ella tenía mucha devoción con el santo[2]. Once años después, su hijo Francisco de Noriega, cura de Santa Eulalia de Abamia, funda la capilla de Santa Rosa de Viterbo junto al palación de Corao. Este hecho, sin embargo, no irá en menoscabo de la devoción que los miembros del linaje Noriega habían tenido a San Nicolás de Bari.
En 1717 Juan Manuel de Noriega Soto otorga testamento ante Domingo Sarro, escribano del concejo de Cangas de Onís[3]. En él dice que había estado casado en primeras nupcias con Catalina de Soto de la Vega que le dejó como único y universal heredero, estableciendo, entre otros legados, la fundación de un aniversario de misas perpetuo sobre los bienes raíces[4] del capital de sus padres, Pedro de Soto e Isabel de la Vega. Noriega instituye y funda en su testamento dicho aniversario, una misa rezada semanal, y manda que mientras viva Ana María de Soto Intriago, su segunda mujer, goce los bienes cumpliendo con dichas misas y que a su muerte el sucesor en la casa de Noriega elija un sacerdote que las diga[5].

Las misas se han de oficiar en la ermita de San Nicolás de Corao si los vecinos no pusiesen en ello “alguna repugnancia”. No habiendo conformidad, en el plazo de dos años desde el fallecimiento de su mujer, deja libre elección a la casa de Noriega para que se digan en donde considere, pudiendo hacerlo en la ermita de Santa Rosa de Viterbo que está delante de su casa de morada. En este caso su sucesor comprará una imagen del glorioso San Nicolás de Bari y la pondrá en el altar de dicha capilla por la mucha devoción que Catalina de Soto le tenía. Su marido, Juan Manuel de Noriega, había pagado el legado (ignoro en qué consistía) que ella había dejado para la capilla de San Nicolás y él, devoto también del santo, manda que el dueño de la casa de Noriega asista a los habitantes de Corao en la compra de ornamentos añadiendo cincuenta reales a lo que le correspondiese contribuir como vecino[6].
Tan solo dos años después, en 1719, Ana María de Soto manda en su testamento que se cumpla el legado que su marido dejó a la capilla de San Nicolás y para satisfacción del mismo deja un misal, que vale más de cincuenta reales. Asimismo dona, si ella no lo hubiese dado en vida, un alba y un amito de lienzo tupido[7].
En 1746, cuando se realiza la exhaustiva visita de los edificios religiosos del concejo, la fábrica de la ermita de San Nicolás se encuentra “decente” y para su sostenimiento tiene una heredad. Nada se indica sobre su patronato ni de la existencia de libro de cuentas[8].
Fuera de lo reflejado en las escrituras citadas, desconozco lo sucedido con el aniversario instituido por Catalina de Soto de la Vega pero no parece que las misas se celebrasen en la capilla de San Nicolás pues en 1841 se cumplían en la de Santa Rosa que tenía una imagen del santo tal y como había mandado Juan Manuel de Noriega Soto. En este año Benito de Llanos Noriega presenta, en su hijo Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias, los patronatos de legos de las capillas de Santa Rosa en Corao y Santo Ángel de la Guarda en Corao Castiellu. En la escritura se menciona el aniversario fundado por Juan de Noriega que se ha de celebrar “en la capilla de Santa Rosa” en obsequio de San Nicolás[9].
No han llegado a nosotros sucesos dignos de mención hasta la primera década del siglo XX, tan solo alguna muestra de la permanencia de la devoción por el santo[10]. En 1904 el párroco Manuel Blanco Escandón y una buena parte de sus fieles resuelven abandonar la iglesia de Santa Eulalia de Abamia y disponen la celebración de los ritos litúrgicos parroquiales en la capilla de San Nicolás, que se piensa ampliar con un cobertizo anexo. Sobrepasado por la oposición de muchos vecinos a su decisión, el cura se ausenta a su lugar natal quedando las misas inaugurales a cargo del coadjutor de la parroquia. El día 10 de diciembre se celebró, por vez primera, la función de Santa Eulalia en Corao: “hubo en la capilla de San Nicolás misa solemne”[11].
Sin embargo, la escasa capacidad de la ermita dificultaba la normal celebración de los oficios por lo que se abandona la idea de ampliarla en favor de la construcción de una iglesia provisional de madera, la llamada «iglesina», que permitiría albergar un mayor número de feligreses. Se construye en apenas tres meses y la capilla queda reducida a la festividad de San Nicolás que continúa durante algunos años[12].
El 24 de julio de 1952, el Ayuntamiento de Cangas de Onís se reúne en sesión ordinaria y entre los diversos acuerdos tomados figura la permuta con la Iglesia de dos solares en el lugar de Corao. Así, cambia un solar de propiedad municipal destinado a ferial, de una superficie de ciento cinco metros cuadrados, situado en el ángulo suroeste del campo de la iglesia (donde se construirá luego la casa rectoral), por otro destinado a capilla que se describe del siguiente modo: “En el pueblo de Corao y sitio de la Campo de la Iglesia, un solar sobre el que existe la capilla de San Nicolás. Linda por el Sur, con la carretera general de Cangas de Onís a Panes, por los demás vientos con terreno municipal”[13]. Probablemente ese mismo año se efectuase su derribo, dejando libre el solar para la construcción de la Casa del Médico que debió terminarse en 1954[14].

La capilla, que limitaba por el lado este con la plaza del pueblo, figura en los planos de Corao dibujados por Eduardo y Leandro Llanos[15]. El de este último, en el que vemos su planta, y la fotografía mencionada al principio del artículo, tomada por A. Domingo, nos permiten determinar que presentaba características comunes a otras capillas rurales del entorno: Santa Eugenia, en Sobrecueva; Santu Medero, en Isongu, y Santa Rosa, en Corao. Todas ellas tienen planta cuadrada con cubierta a cuatro aguas y pórtico a los pies, cerrado en el lado norte, donde se coloca la espadaña. El atrio presenta el habitual murete de mampostería sobre el que descansarían un par de columnas que sostendrían el tejado a tres aguas. El acceso a la capilla se realiza por arco de medio punto, cerrado por puerta cancel de madera con barrotes.

La capilla de San Nicolás de Bari estaba orientada al suroeste, su planta cuadrada medía aproximadamente el doble que el pórtico y en los lienzos norte y sur presentaba ligeros contrafuertes en las esquinas.
Sin embargo, la fotografía nos muestra elementos extraños al canon constructivo: el arco de medio punto está truncado por una viga sobre la que se asienta el tramo superior del imafronte rematado en forma triangular, lo que sugiere una techumbre a dos aguas; la cubierta presenta un alero, muy corto en verdad, inexistente en estas capillas que rematan sus lienzos con una cornisa de piedra; por último, los muros del cuerpo central tienen muy poca altura respecto a la espadaña, en comparación con los de las ermitas similares.
Todo ello hace suponer una reconstrucción del tejado que no respetó la disposición original de la cubierta, quizá como consecuencia de los planes trazados a principios del siglo XX cuando el clero y los feligreses, guiados tan solo por el afán constructor, se olvidan de los viejos e ilustres edificios religiosos de nuestra historia y vuelcan sus esfuerzos en la nueva iglesia parroquial que se está levantando en Corao[16].
Las imágenes de los santos fueron quemadas durante la Guerra Civil Española y la ermita, en la que durante al menos tres siglos los vecinos veneraron a San Nicolás de Bari, fue derribada a principios de la década de 1950. En la actualidad, no queda en Corao otro recuerdo de la capilla que el nombre de una ería citada en antiguas escrituras como la ería de San Nicolás el Viejo, hoy simplemente San Nicolás.
[1] Archivo Notarial de Cangas de Onís (en adelante ANCO), protocolos de Diego de Labra, caja 21/1.
[2] Conocemos este y otros testamentos gracias a las pruebas de nobleza para el hábito de Santiago de Juan de Noriega Robredo, bisnieto de Eugenia [García] de Soto y de su esposo Juan de Noriega de Corao. Archivo Histórico Nacional. Secc. Ordenes Militares, Santiago, Juan de Noriega Robredo, leg. 97 mod. (en adelante Juan de Noriega Robredo). Instrumento, número 13: testimonio del testamento de Eugenia de Soto, bisabuela paterna del pretendiente. Protocolo de escrituras públicas que pasaron ante Domingo Sarro el mayor, año 1685, fol. 96. El archivo de los escribanos Sarro, estaba depositado en 1813 en casa de Bartolomé de Intriago, en Corao, por disposición del alcalde constitucional de Cangas de Onís. En la actualidad se desconoce su paradero.
[3] Juan Manuel de Noriega Soto era hijo de Juan de Noriega y Eugenia de Soto; hermano, por lo tanto, de Francisco de Noriega.
[4] Estos bienes estaban situados en diversos lugares del concejo: Mestas, Intriago, Soto de la Ensertal, Teleña, Aleos, Cabielles, Libia, el Collado, Río y Carcedo, en la feligresía de Triongo, ería de Sordenes de Cardes, Coraín y Corao. Rentaban anualmente cincuenta celemines de pan y los del lugar de Mestas seis reales de a ocho de entrada cada cuatro años.
[5] El disfrute de los bienes corresponde al sacerdote que dice las misas, sin que el mayorazgo de la casa goce ninguno. Juan Manuel de Noriega Soto manda que se le entregue memoria de todos ellos, realizando un inventario jurídico, si él no hubiese tenido tiempo para hacerlo. Añade que, si viviese, el licenciado Antonio de Mestas sea el primer nombrado en la fundación y que una vez muerto le suceda José de Noriega, hijo del testador, si eligiese estado sacerdotal y se hallase en situación de ser capellán por estar ya ordenado, gozando de los bienes. Ha de nombrar sacerdote que diga las misas hasta que él pueda decirlas pagando tres reales de pitanza por cada una, pagaderos anualmente por entero para el día de San Miguel y si no lo hiciese el capellán percibirá toda la renta de dicha hacienda durante ese año.
[6] Juan de Noriega Robredo. Instrumentos números 7 y 12: testimonio del testamento de don Juan de Noriega, abuelo paterno del pretendiente, de fecha 16 de junio de 1717.
[7] Juan de Noriega Robredo. Instrumentos números 8 y 18: testimonio del testamento de doña Ana María de Soto e Intriago, abuela paterna del pretendiente en segundo orden, de fecha 25 de septiembre de 1719.
[8] Archivo Histórico Diocesano de Oviedo. Libro de fábrica de Santa Eulalia de Abamia, años 1718 – 1835, fol. 64r. Visita del año 1746: “Sn. Nicolás. En Corado (sic) hay fundada una ermita de Sn. Nicolás, tiene para su fábrica una heredad, y su fábrica está decente”.
[9] ANCO, protocolos de Francisco García Ceñal, caja 105/2.
[10] ANCO, protocolos de Francisco Antonio García, caja 92/1. Josefa de Intriago González, natural de Corao, otorga testamento el 11 de diciembre de 1827 y manda que se digan por su intención doce misas rezadas al glorioso San Nicolás, una de las cuales ha de ser cantada en su capilla de Corao, con asistencia de tres sacerdotes.
[11] Libro de las observaciones astronómicas de la Escuela D. Rodrigo Álvarez de las Asturias. Corao (Cangas de Onís). Este libro da comienzo con las observaciones meteorológicas del mes de septiembre de 1900, en las que se recogen el día, la hora, la temperatura, la presión barométrica y la humedad. En marzo de 1901 se inicia una “crónica local” que las complementará hasta que finalice el diario, en diciembre de 1907.
[12] Fernández González, Emilio, “El pueblo de Corao”, en El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 952, 26 de junio de 1909, p. 1: “existe otra ermita dedicada a S. Nicolás, cuya solemnidad se celebra el día 6 de Diciembre con gran pompa. Su mayordomo, D. Pedro Castaño Coro (a) Pedrón, gran jugador de bolos, corre con los gastos e ingresos que en ese día ocasionan.” Tras su declive, servirá ocasionalmente como refugio para transeúntes.
[13] Archivo municipal de Cangas de Onís. Actas del pleno del Ayuntamiento de Cangas de Onís, libro 11, fol. 22.
[14] Íd., fols. 106v y 107r. En la sesión ordinaria del 24 de julio de 1954 se contesta un oficio de la Jefatura provincial de Sanidad que se ha interesado por el estado en que se encuentran las casas del médico de Margolles y Corao, que se construyen por entonces. De esta se dice que “se están ultimando los trabajos de instalación de los servicios de aguas e higiénicos, observándose únicamente la falta de la segunda mano de pintura”.
[15] El primero en Meneses Fernández-Baldor, Carmen et alii, Homenaje a Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias, Corao, Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2021. El segundo, realizado el 2 de julio de 1900, fue publicado en los Recuerdos de Asturias coleccionados por Eduardo Llanos, primera serie, núm. 3, Londres, 1902.
[16] Agradezco a las arquitectas Lara de Diego y Ana Llano sus clarificadores comentarios que me han permitido comprender los aspectos oscuros de la desaparecida capilla. También quiero dar las gracias a Pepe Coviella, Carmen Meneses e Ildefonso Noriega por la cesión de las fotografías que ilustran este artículo.