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El próximo lunes, 10 febrero, el rey de España, Felipe VI, presidirá la ceremonia de inhumación de los restos mortales del jurista y literato Rafael Altamira y de su esposa Pilar Redondo en el cementerio de El Campello (Alicante). Altamira, que tanto luchó por la justicia, por la educación, por la paz y por su patria, falleció en el exilio en 1951, en la Ciudad de México, pues no aceptó volver a España mientras no se restituyeran «la democracia y las libertades».

Ángel Sarmiento González, que tampoco quiso regresar a España por las mismas razones, menciona muy brevemente la altísima consideración en la que Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias tenía a dos españoles ilustres con los que estaba absolutamente identificado: Rafael Altamira y Francisco Giner de los Ríos, «a los que admiraba por su espíritu educador y por su elevado patriotismo».

En el mismo exilio mexicano, Sarmiento rememoraba, en «Nacimiento, vida y muerte de una biblioteca», artículo publicado en Heraldo de Asturias, periódico de Buenos Aires, la historia de la biblioteca de El Despertar, nacida en un tiempo en que los intelectuales españoles pedían «más cultura, educación más españolista, cambio de rumbo, marcha honesta en los asuntos públicos, unidad nacional para cortar las miradas por encima de las fronteras y dar de lado al oscuro intervencionismo». Sin embargo, los poderes públicos, indiferentes, ignoraban esas peticiones por lo que un grupo de ellos acomete la labor fuera de su obligación laboral, creando la Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo. Los Canella, Buylla, Altamira y otros profesores, ingenieros, artistas, abogados, que alcanzando en número la treintena, trabajaban «con abnegado patriotismo por el engrandecimiento de la patria que siempre quiso detener la atávica educación del poder oficial. Respeto profundo al pensamiento ajeno, unidad para mirar con esos mismos ojos el rostro de la Patria, pulcritud en el hogar, amor al trabajo, como deber humano creador de riqueza, fomento de caracteres firmes y una nivelación más justa de la cultura popular».

En homenaje a ese patriótico trabajo por la educación en Asturias y animados sin duda por el ejemplo de Eduardo Llanos, en 1910 la Sociedad de Labradores El Despertar colocó en Soto de Cangas, frente a la casa de Casiano Fernández, en el cruce de las carreteras de Covadonga y Corao, «un caprichoso arco de follaje, de cuyo centro pendía la campana que pertenece a la suprimida escuela Álvarez de las Asturias», de Corao. José Álvarez Herrerín, como delegado de El Despertar, acompañó al teniente de alcalde del Ayuntamiento de Cangas de Onís, José Dosal, a recibir en Arriondas a las comisiones de Santander y Oviedo que realizaban una excursión recreativa por la provincia, como homenaje a la labor realizada por el catedrático Altamira, «honrosa y meritísima», durante su viaje por América[1].

Dos fotografías, cedidas por Pilar Altamira, nieta de don Rafael, a quien felicitamos efusivamente por este merecido reconocimiento, nos permiten evocar ese momento. Una la habíamos publicado anteriormente; la otra es la que figura en esta entrada.

[1]El Auseva, Cangas de Onís, 23 de abril de 1910, año XX, núm. 995, pp. 2-3.