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Ángel Caso Pérez, Escuelas, José Pedraces Cerra, Maestros, Parres, Romillín
El lector de este blog sabe con cuánto orgullo recordamos a don Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias, benefactor de la educación y la cultura en nuestro concejo. Un coetáneo, don Ángel Caso Pérez, fundó en Romillín otra escuela que tuvo especial relevancia en el vecino concejo de Parres. Vamos a recordar su figura con dos escritos: el artículo que le dedicó el sacerdote José Comas Pérez y su necrológica, impresos ambos en El Auseva. Junto a ello, publicamos el retrato que le pintó en el año 1902 José Muriel Alcalá, cuya reproducción debo a la gentileza de doña Raquel García Fernández (✝︎), y una fotografía de José Pedraces, maestro de Romillín, junto a su familia.
Andrés Manjón, fundador de la escuelas del Ave-María de Granada, visitó la escuela en un viaje a Asturias donde conoció al sacerdote José Comas merced al cual trabó relaciones pedagógicas con los maestros de Romillín que querían ser en nuestra región «una como extensión mariana«; es decir, deseaban que sus escuelas recibiesen norma e inspiración de la fundada por el padre Manjón y que este les dijese lo que habían de hacer para aproximarse en cuanto pudiesen a ella. Visitó las dos escuelas de Romillín, una para cada sexo, y la ermita, «levantadas en el campo por D. Ángel Caso (comerciante de Madrid e hijo de aquel pueblo) cuyo proyecto es que asistan a ellas los niños y niñas de los lugares circunvecinos». Véase: [Manjón, Andrés], El pensamiento del Ave-María, Oviedo, La Cantábrica, 1902, pp. 299-301.
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D. Ángel Caso, por J. Comas
Pocos años después de la famosa desamortización y de la expulsión de los religiosos de España, cuando los pobres labradores de estos contornos comenzaban a sentir el peso de las cadenas que en nombre de la libertad y del amor al pueblo les habían impuesto los flamantes fanegueros, sucesores de la llamada “mano muerta”, había en Romillín un muchacho de aptitudes poco vulgares que ansiaba prepararse con la necesaria instrucción para la lucha de vida, cada vez más penosa y más incierta en su desenlace.
Faltaban ya en Villanueva los mal llamados “frailes” y hubo de acudir a la escuela pública de Cuadroveña, única que con este carácter se conocía en todo el concejo. No sabemos quien sería entonces el encargado de la escuela; pero sea quien fuere, es lo cierto que el “rapaz”, viendo que nada adelantaba, suplicó a su madre que le buscase otro maestro.
En la antigua morada de los monjes benedictinos, habitaba entonces encargado de la cura de almas, un tal D. Jerónimo Pendás, natural de Ribadesella, el cual sin título de aptitud para la enseñanza, sin carácter legal alguno que le acreditase como pedagogo, logró en poco tiempo preparar al muchacho, enterándole de las nociones más indispensables en Doctrina Cristiana, Aritmética, Gramática y Caligrafía. Gracias a él y a sus desinteresados trabajos, Ángel Caso (que así se llamaba el joven), cuando abandonó la casa paterna pudo colocarse en un comercio de la Corte, y en esta población, a fuerza de constancia y honradez ha llegado a conquistar un posición envidiable.
Tales han sido los comienzos del asturiano benemérito, cuyo nombre encabeza estas líneas, famoso en todos contornos, no tanto por sus riquezas, que en esto algunos le superan, cuanto por su espíritu bondadoso y benéfico, por su entusiasmo por la cultura de sus paisanos y por su cariño al rincón que le ha visto nacer; cualidades en las que D. Ángel tuvo pocos que le igualasen y ninguno que llegara a superarle.
En la formación de su carácter y sobre todo de su alma bondadosa, intervino más aún que sus maestros, una pobre aldeana que ha tenido la dicha de ser su madre.
Su primera obra en obsequio de sus paisanos ha sido la hermosa capilla de San José de Romillín, levantada de nuevo con verdadero lujo en el mismo sitio donde se alzaba una pequeña ermita donde rezaba su madre. Allí costeó durante muchos años una misa que se celebraba todos los días de fiesta, y a su sombra edificó dos magníficos locales de escuela para niños y para niñas, ayudando con recursos a la primera, atendiendo mientras vivió al sostenimiento de esta última y dejando en muerte un capital para que siga abierta hasta que vengan leyes desamortizadoras que burlen sus legítimos y plausibles intentos.
Cuando acababa de construir estos edificios, el que estas líneas escribe, creyó hacer un beneficio a la cultura general dando a conocer en Asturias las Escuelas del Ave-María, admiración de propios y extraños. Un periódico católico de Oviedo ofrecióle sus columnas para reproducir los escritos inimitables del insigne Manjón; pero esto con ser mucho no era lo bastante. Era preciso que un hombre de recursos hiciese un ensayo, algo de palpable realidad, y este hombre fue D. Ángel Caso. Dificultades que no es del caso referir, impidieron que la escuela de niñas se inaugurase teniendo al frente una maestra del Ave María; pero los maestros de Romillín se hacen discípulos de Manjón, D. José Pedraces, uno de los maestros de prestigios pedagógicos, hace un viaje a Granada par enterarse de aquellos maravillosos procedimientos; vienen de Granada sucesivamente dos maestros y las escuelas de Romillín son las primeras escuelas del Ave María en Asturias, el germen de ese hermosísimo progresar de la enseñanza primaria que sembró el suelo de Asturias de maestros y maestras venidos de Granada.
El mismo Manjón visitó dos veces a Romillín y contándonos por escrito sus impresiones, dice lo que vamos a copiar:
Me contaba este buen señor (D. Ángel) con la sencillez de un niño y el amor y la ternura de un hijo el siguiente pasaje de su vida.
Cuando yo era joven, venía del comercio a ver a mi madre, siempre que podía, y, al verla en todo tiempo salir por la mañana de casa, y andar un largo y penoso camino, le preguntaba entre jovial y burlón:
-Madre, ¿dónde va a estas horas?
-Voy, hijo mío, donde tú irías, si te dieran un duro…
Ahora que Dios me ha dado algunos duros y he perdido a mi madre, quiero que en aquella ermita done ella rezaba por mí se diga misa por ella y que los niños que asistan a las escuelas, recen conmigo por su alma bendita.
¡Qué hermoso es esto! El viernes de la semana pasada en el convento de Villanueva se celebraban oficios fúnebres por el alma de D. Ángel. Una concurrencia enorme como no he visto igual en aquella iglesia ni siquiera el día de San Pedro asistía a la triste ceremonia, sacerdotes y seglares estaban allí no tanto para cumplir con los vivos, como tantas veces sucede cuanto para honrar al difunto. Muere de 78 años y a pesar de su avanzada edad, se le siente como algo propio como a persona cuya vida es preciosa para muchos. A uno y otro lado del catafalco, haciendo guardia de honor están los niños de las escuelas de Romillín presididos por sus maestros respectivos. Fue aquello una manifestación conmovedora de dolor, de agradecimiento y de cariño.
Entonces yo pensaba en su madre y recé un padrenuestro por su alma. Si no hubiera sido esta pobre mujer el mundo contaría a D. Ángel entre sus víctimas ilustres; pero sus paisanos no le habrán llorado de esta manera.
Comas, José, “D. Ángel Caso” en El Auseva, Cangas de Onís, 29 de mayo de 1909, año XIX, núm. 948, p. 2.

D. Ángel Caso
El pundonoroso y honradísimo comerciante de Madrid, cuyo nombre encabeza esta necrología, ha fallecido en la Corte el día 9 del corriente, como verán nuestros lectores en esquela de defunción que va en este número.
El pueblo de Romillín, que vio nacer al que después de llegar a la edad de la reflexión, comenzó por cumplir en la tierra una de las más hermosas obras encomendadas al ser humano, cual es la caridad, el pueblo está de pésame para siempre.
Sí, Romillín y el resto de la parroquia de Villanueva, han perdido con la desaparición del mundo de los vivos de D. Ángel Caso, al protector insustituible, que a manos llenas, y sin reparar en que los favores que se hacen a los pueblos son pagados, por regla general con ingratitudes, (que esta es y será la condición humana mientras no haya la necesaria civilización), estableció en su pueblo natal una hermosa Ermita y una magnífica Escuela de niños, con todos los adelantos modernos, sufragadas ambas a sus expensas.
D. Ángel Caso y Pérez, hijo de pobres, pero honrados labradores, marchó a Madrid cuando niño, sin contar en la capital de la nación con parientes ni amigos que le prestaran la protección necesaria para proporcionarse el modo de ganarse la vida y ayudar a su familia.
A fuerza de trabajo constante, y observando siempre una intachable conducta, logró conseguir una posición envidiable, que, una vez adquirida, supo como pocos distribuirla.
A sus parientes, pobres, como él lo era al emigrar, los colocó en posición desahogada; a sus sobrinos, de los que ninguno ha dejado de visitar su casa de Madrid, les ha dado esmerada educación, que es el mayor capital que puede tener el hombre; al pueblo de su naturaleza le dotó, como queda dicho, de una iglesia y una escuela de niños, y el pueblo, en su mayoría, le pagó estos inmensos favores con ingratitudes que amargaron extraordinariamente la vida en los últimos años del filántropo capitalista.
Fue el señor Caso, hombre verdadero espíritu comercial; su trato afable con la sociedad le dio un renombre como se han conocido pocos en Madrid; sus largos años de comerciante le hicieron acreedor a ser conocido y respetado por todas las clases sociales en aquella plaza.
Descanse en paz el alma del inolvidable bienhechor de los pobres, cuya muerte llorarán las inmensas familias agradecidas que de él han recibido favores, y la redacción de El Auseva se asocia de todo corazón al dolor que aflige a su familia, especialmente a su viuda D.ª Micaela Ubillos, a sus hermanas D.ª Antonia y doña Rita y a sus sobrinos, nuestros buenos amigos, D. Ángel, D. Manuel, D. Luis, D.ª Encarnación y D.ª Regina Fernández Caso, don Ramiro, D. José y D. Braulio Tarapiella Caso, D. José y D.ª Leonor Caso Somoano, D. José Caso, de Soto de Cangas, D. Manuel Llano Margolles y a nuestro cronista Marat, de quien tenemos entendido que ha perdido a su segundo padre.
Redacción, “D. Ángel Caso” en El Auseva, Cangas de Onís, 16 de mayo de 1909, año XIX, núm. 946, p. 2.
Los Pedraces, una familia de maestros

c. 1920
Pelayo Infante
Col. Javier Pedraces Fresno (Cangas de Onís)
José Pedraces Cerra, maestro de instrucción primaria, había desempeñado su función docente en las escuelas de Carcarosa (Mieres) y Pimiango (Ribadedeva), antes de hacerse cargo de la escuela fundada por Ángel Caso Pérez en Romillín, en los últimos años del siglo XIX. Ésta fue una escuela importante que se acogió a la pedagogía implantada por el padre Andrés Manjón en Granada. José Pedraces hace un viaje a esta ciudad para enterarse de los procedimientos utilizados por Manjón y las escuelas de Romillín se convierten en las primeras escuelas del Ave María en Asturias, siendo elogiada repetidas veces la capacidad y el desempeño del maestro al frente de la escuela de niños. En 1904, la Junta provincial de Instrucción pública le distinguió por los buenos resultados obtenidos en la enseñanza de sus alumnos. Pedraces también fue el habilitado de los maestros del partido y en enero de 1907 fue elegido tesorero de la recién creada Asociación de Maestros.
Casado con Dolores Viego Somoano, José Pedraces fue padre de varios maestros: Adosinda, Regina y Manuel Pedraces Viego. Adosinda fue maestra en Cividiello (Parres) y Zardón (Cangas de Onís). Después de unos brillantes exámenes (fue número 4 de su promoción) pasó a desempeñar su trabajo en la escuela de niñas de Pría (Llanes). En 1924 toma posesión de la escuela de niñas de Cangas de Onís y ocho años después la encontramos como directora de las Escuelas graduadas. Regina Pedraces ejerció su magisterio en Pastoriza (Lugo), en Breceña (Villaviciosa), Nueva (Llanes) y Cangas de Onís. Manuel Pedraces fue maestro de Dego (Parres), Lué (Colunga) y Cangas de Onís, donde llegó a ser, al igual que su hermana Adosinda, director de las Escuelas graduadas.
En la fotografía, realizada en La Pontiga de Sobrepiedra donde José Pedraces tenía un depósito de abonos (era representante en Cangas de Onís de la gijonesa fábrica de abonos de los Hijos de Casimiro Velasco), vemos sentados, de izquierda a derecha, a Adosinda, Dolores Viego Somoano y José Pedraces Cerra. De pie, en el mismo orden, María Amalia, Regina y Manuel Pedraces Viego. El niño es Luis Covián Pedraces, hijo de Adosinda.
Fotografía y comentario publicados en Pantín Fernández, Francisco José, Cangas de Onís 1918, vida en torno a un centenario, Cangas de Onís, Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2018, pp. 264-265.