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Antonio Miyar, Fernando VII, Librero Miyar, Luis Candelas, Mártires del liberalismo español, Trienio Liberal

Luz de Candelas (Edhasa, 2023) es una novela histórica de Ana B. Nieto que tiene como protagonista a Luis Candelas, el bandolero más famoso de España en el siglo XIX. Está salpicada de personajes históricos como el poeta José Zorrilla, hijo del alcalde y jefe de la policía de Madrid, el político Salustiano Olózaga al que Candelas ayudó a escapar de la cárcel o Francisco Tadeo Calomarde, ministro de Desgracia e Injusticia durante la Década Ominosa y eficaz siervo de Fernando VII, entre otros muchos.
Entre estos encontramos como personaje principal a nuestro paisano Antonio Miyar Otero por quien el novelado Luis Candelas profesa verdadera admiración como librero (oficio que el propio Candelas desempeñó durante un breve período), aunque discrepe sobre su participación en las conspiraciones liberales contra el rey.
Dice la autora, en un apéndice aclaratorio, que la historia que narra bien pudo haber sido y que aunque no ha podido encontrar referencias concretas a una amistad entre Zorrilla, Candelas y Miyar «vivieron los tres a pocas manzanas, en el mismo Madrid, y se movían en círculos similares». Sí existió esa conexión mediante la persona de Olózaga que tuvo amistad, documentada, con todos ellos. La base histórica para los primeros años de la novela procede de diversos libros: la autobiografía de José Zorrilla, Recuerdos del tiempo viejo; la obra Zorrilla: su vida y sus obras, de Narciso Alonso Cortés; la biografía Olózaga de Ángel Fernández de los Rios… En lo relativo a Antonio Miyar, cuyo procesamiento está en Colección de las causas más célebres (Madrid, 1863), la «ayudó mucho la web de la Sociedad Perriniana de Corao».
Ana B. Nieto lo reitera en la entrevista que le hizo José Manuel López Marañon, publicada en el número 52 de la revista La Gatera de la Villa. En efecto, en el libro encontramos párrafos como este, puesto en boca de Miyar:
-Mira Luis… ¡Bájame ya de esos altares tuyos! Yo fui cazador en la milicia nacional cuando la revolución y dormía todas las noches con el fusil en la mano. Me pasé meses buscando realistas para asesinarlos o que nos asesinaran. Así que no me digas tú lo que yo soy o no soy.
Inequívoca referencia a las palabras escritas por Antonio Miyar a su amigo Benito de Llanos el 7 de febrero de 1821[1]:
Aprovecho este momento que he dejado el fusil para venir a comer; dos días con dos noches hace, que no ha caído el fusil de nuestra mano, ni hemos dormido sueño; otro tanto hace que tenemos puesto sitio al cuartel de Guardias de Corps o por mejor decir al extinguido de Guardia de Corps pues el Consejo de Estado reunido ayer así lo determinó y así se calmó el justo furor de este pueblo, de la Guarnición y de los Milicianos Locales Voluntarios como los primeros que hemos sido ofendidos que por todas partes buscábamos a los Guardias de Corps para asesinarlos o que nos asesinaran, faltando venir ahora cobardes que ya estamos armados; por el adjunto verá Vm. más al por menor los acontecimientos y en el correo que viene escribiré más largo, pues ha habido acontecimientos dignos de esculpirlos con letras de oro en el mármol más permanente.
Agradeciendo la mención que Ana B. Nieto nos hace, resulta oportuno, por nuestra parte, acordarnos de los amigos Celso Diego Somoano y Maximino Blanco del Dago quienes tanto hicieron por rescatar del olvido a muchos personajes de nuestra historia local, labor que continuamos con alguna dedicación quienes aún podemos hacerlo.
[1] A principios del año 1821 los absolutistas hicieron circular por Madrid panfletos, cuya autoría se descubrió que era de Matías Vinuesa capellán del rey, llamando a la armas para devolver la soberanía a Fernando VII. Los carnavales de febrero trajeron la reacción del pueblo que manifestó su protesta contra el monarca con diversos alborotos, cantando el Trágala y gritando ¡Viva el rey constitucional! El 5 de febrero, los Guardias de Corps se enfrentaron al pueblo y a la milicia nacional al grito de ¡Viva el rey y muera la Constitución!, hechos a los que hace referencia Antonio Miyar en su carta.