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Las visitas que a Covadonga efectuaron en el siglo XIX la reina Isabel II y los Duques de Montpensier, narradas en los periódicos de la época o en lujosos libros de exaltación monárquica, como el Viaje de SS. MM. y AA. por Castilla, León, Asturias y Galicia verificado en el verano de 1858, escrito por Juan de Dios de la Rada y Delgado, son de todos conocidas.

Parecería superfluo recordarlas si no fuera por un cuaderno de memorias de D. Francisco González, vecino de Soto de Cangas. Combatiente durante las guerras carlistas en las filas del ejército isabelino, por cuyos servicios fue nombrado Caballero de la Cruz de plata de la Orden militar de San Fernando, nos ofrece, entre recuerdos personales y noticias de aquél entonces, sendas narraciones de estas reales visitas.

En el año 1857, visitó Covadonga la infanta M.ª Luisa Fernanda, acompañada de su esposo el Duque de Montpensier y familia. Entró en Cangas de Onís el día 14 de junio —dice González—, se le hizo mucho obsequio, hasta con cañones de artillería que se trajeron de Ribadesella, se hicieron salvas, y fue mucha la concurrencia de gente que hubo en este recibimiento. Se destinó la casa de D. Casto Fanjul, para dicha Real persona y demás que la acompañaban, como el señor Gobernador de provincia y algunos señores principales; sólo fue brindado a esta mesa D. Rodrigo Nava [que era el alcalde del concejo]; arreglaron con mucha decencia la citada casa de D. Casto hasta forrarla toda con bayeta, desocupándola del todo, hasta la familia misma de casa, pues se fueron a otra, ínterin la residencia de dichas distinguidas personas.

Al día siguiente, los Duques de Montpensier visitaron Covadonga, en donde se dijo una misa solemne y de lo mejor, en el ofertorio de ella entregaron a la Soberana Virgen un regalo de varias alhajas de las que ignoro el nombre, una de ellas creo era un viril de lo más magnífico, almorzaron de mediodía y volvieron a pernoctar a Cangas, y al otro día marcharon.

De esta visita ha quedado memoria en el concejo. En Llueves, donde Montpensier mandó esculpir nuevamente una cruz, por ser apenas perceptible la que existía, en la Peña de la Covacha, lugar donde cuenta la tradición halló la muerte el rey Favila, noticia esta que recoge el Conde de la Vega del Sella en El dolmen de la Capilla de Santa Cruz. Y en el Repelao con la erección de un obelisco, en el que se grabó una inscripción que rememora la proclamación real de Pelayo. Francisco González, al referirse a este monumento, amplía su significado simbólico, refiriendo otra interpretación sobre los motivos de su construcción: en el llano de junto al puente de las Llanas y al otro lado del río al pie de la Cuesta, hizo a su costa el referido Montpensier una especie de oratorio y tuvo para la poca obra que es mucho costo, con el objeto de que se hiciese obsequio en favor de las ánimas de los muchos cadáveres que en aquel sitio y sus inmediaciones hasta Covadonga habían fenecido en defensa de la Patria cuando las Guerras hechas por el Infante Pelayo, que hicieron desocupar nuestra patria a los moros que se hallaban en ella.

obeliscoObelisco de Montpensier en el Repelao (Covadonga), construido en el año 1857 según diseño del ingeniero López del Rivero.

De carácter anecdótico son otros comentarios, que por inusuales descubren una distinta mirada de esta visita. Así, de los gastos que comportó, dice: Las comidas se dieron de gratis por este concejo o creo se dejan abonadas por la provincia, el objeto es que a estas personas nada se les exigió por el gasto, pero se portaron muy bien, dieron muchas limosnas, hasta dejar a los curas párrocos miles de reales para que lo dividiesen entre los pobres.

Que los caminos y carreteras han supuesto siempre un problema para este país, resulta evidente. Que además en nuestro concejo las soluciones se adoptan en base al “cuento de la buena pipa”, también. No ha de extrañarnos, entonces, que González escriba que el tránsito de este país le hicieron las citadas personas de a caballo, la Infanta montaba y transitó en una pollina. En un coche que traían iba una ama de cría, en el camino creo se hizo bastante daño. No se abrieron fincas para su franqueo, sino que se arreglaron con el que había con sólo una pequeña estajeria.

En buena hora efectuaron los Duques esta visita, pues el caso es que dejó a los habitantes de este país y provincia sumamente contentos dando muestras ser personas muy religiosas, piadosas, de mucho miramiento, sin usar de despotismo ni orgullo alguno, sin dejar nada que desear en el comportamiento efectuado en este viaje, de oferta religiosa según queda expresado, tanto es lo grata que fue de este país que propuso a su hermana la Reina (q. D. g.) D.ª Isabel II debía de hacer una visita en clase de oferta a la Soberana Virgen de Covadonga. Sabedora la Reina de la amabilidad y agrado con que fue recibida su familia por el gentío, aunque país rústico, determina efectuar dicho viaje en el año próximo venidero, si el Gobierno se lo concede y sin algún fundado inconveniente.

Pese a las razonables dudas de Francisco González, conocedor de la inestabilidad política de los gobiernos isabelinos, la Reina visita Covadonga en agosto de 1858, junto a su esposo D. Francisco de Asís, y sus hijos D. Alfonso, Príncipe de Asturias, y la Infanta D.ª M.ª Isabel, acompañados de varios generales, según aquél nos refiere.

De los preparativos para recibirla escribe: En primeros de junio vino el señor obispo de Oviedo a Covadonga, disponiendo algunas modificaciones, arreglandolo todo en forma con mucha decencia a fin de que tiene dispuesto S. M. la Reina (q. D. g.) hacer una visita a aquella Soberana Virgen en todo el mes próximo de julio.

Conocidas las dificultades del trayecto a Covadonga, tan reciente estaba la visita de los Duques de Montpensier, fue preciso construir una carretera de acceso, anunciada a los vecinos como provisional. Francisco González nos comenta las obras: se está trabajando en franqueo de puentes y caminos con ingenieros a la vista, hasta por Susierra y La Pontiga está hoy señalado con carretera para sólo el paso y cortados robles para franquear el puente de Combes; están franqueando el puente de Villanueva y haciendo uno nuevo en Cangas. Se originan graves daños en el camino que se ve está haciendo, los que sienten mucho los habitantes a pesar de que los abonan. Y apostilla: la veo quedó definitiva.

El día 27 de agosto llega Isabel II a Cangas de Onís. Rada y Delgado, en un breve apunte, nos relata su entrada: “bajo un elegante arco de ese mismo estilo que algunos llaman asturiano, sin otro ornato en su centro que la Cruz de la Victoria y la notable leyenda: A LA REINA, LA CORTE DE PELAYO, esperaban a SS. MM. el Ayuntamiento y personas notables de la población, saludando el Presidente a la Reina con esta sola pero elocuente frase: “Bien venida, Señora”. Bailes tradicionales y composiciones poéticas le fueron brindados. Añade este escritor que la Reina se dirigió a la iglesia a orar, y poco después, entre los vítores de la multitud, entraba en la casa de D. Antonio Cortés, donde pernoctó. Casualmente —anota González— en aquella tarde de su llegada a esta villa parió la señora de Cortés un niño, fue su padrino dicho Rey, no habiéndole sido posible asistir a su bautizo comisionó al efecto en su nombre al señor juez de 1ª Instancia.

A la mañana siguiente, pasó la comitiva a Covadonga, llegando al santuario a poco más de las nueve de la mañana. Allí, —escribe Rada y Delgado— “desde las cuatro de la madrugada del día 28 habían acudido multitud de personas de todas las parroquias de los vecinos concejos, vistiendo los honrados labriegos su tradicional traje con la montera de los días de fiesta, y las mujeres sus cortos y airosos refajos de colores, cubriendo la cabeza con el pintado pañuelo de larga caída a la espalda. Entre este multitud de aldeanas y labriegos, que por primera vez acudían a contemplar a su Reina, veíanse también elegantes damas de la histórica Oviedo o de la industriosa Gijón, o de su rival la pintoresca villa de Avilés, que no temían confundir sus aristocráticos tocados y ricas galas con los sencillos y limpios trajes de las montañesas.” En Covadonga —dice González— se confirmó el Príncipe y a su recibimiento en aquél punto se hallaba el señor obispo de Oviedo y otro arzobispo (Celso Diego Somoano me indica que era Antonio María Claret, confesor de la Reina y capellán de jornada en su viaje, luego fundador del Corazón de María) y añade: se dijo misa en el Collado por el señor obispo con el mayor esmero y decencia, la concurrencia de gente era tanto o más que el día de la función. Estas reales personas regalaron a la Virgen un vestido con su manto y dos pontificales, uno blanco y otro negro. Salieron de Covadonga de dos a tres de la tarde y fueron a pernoctar a Gijón, muy agradecidos de esta provincia por lo muy pacífica que es.

En un tiempo, mediados del siglo XIX, cuando Cangas de Onís carece de periódicos, relatos de este tipo, alejados de los meros informes oficiales, nos permiten conocer, casi de viva voz, aspectos particulares de la vida social y política del concejo. Es por ello que quiero agradecer a D. Francisco González Tejuca, quien me ha informado de la existencia de estas memorias, su permiso para consultarlas.

Francisco José Pantín Fernández

Artículo publicado en Fiestas de San Antonio 2001 : Cangas de Onís : 8 al 17 de junio : Fiesta declarada de interés turístico regional. Cangas de Onís, Sofesa, (2001).