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San Roque del Prado (Cabrales), hacia 1867 – Cangas de Onís, 9 de marzo de 1915[i]. Médico.

En el año 1899, Elías José Con y Tres, el celebrado médico de Mestas de Con, publicó un breve cuento titulado El médico de L…, inspirado en el relato que oyese de labios de su anciano tío cuando era un niño de doce años que, apenas dos días después, partiría hacia Madrid a labrarse una educación que le permitiese alcanzar el sueño de ser médico, anhelo compartido con el protagonista de la narración y exitosamente alcanzado por ambos.

El anciano le refiere la muerte aciaga de un joven médico combatiendo una epidemia de cólera, circunstancia análoga al fallecimiento de Ildefonso Martínez Fernández, ilustre hijo del vecino concejo de Onís, que murió en Oviedo el 26 de septiembre de 1855, “víctima de su celo, abnegación y caridad cristiana asistiendo a los enfermos coléricos de esta capital”, como reza la lápida que el ayuntamiento carbayón colocó sobre su tumba.

Y en este cuento, hay un párrafo donde Con y Tres glosa la admirable labor del joven médico de L…:

De día y de noche, con bueno y mal tiempo, a todas horas estaba dispuesto a prestar sus auxilios a aquel que los necesitase, sin reparar en distancias, ni la posición del enfermo. ¡Cuántas veces ante el horrible espectáculo de la miseria, se conmovía su corazón y depositaba una limosna para alimentar al indigente! Él, en una palabra, protegía al desvalido, tendía su mano al desheredado, calmaba las angustias del que padecía, secaba las lágrimas del anciano, devolvía la esperanza a la madre que suspiraba, a la hermana que gemía…[ii]

Esta semblanza literaria era aplicable en aquellos días no solo al oculto protagonista del relato, sino también a muchos profesionales de la medicina, como el propio Con y Tres, al aludido Ildefonso Martínez o a su convecino, Emilio de Francisco Fernández, trágicamente fallecido en Campurriondi al golpearle una piedra desprendida de la montaña cuando acudía a atender a un enfermo, y refleja con exactitud el desempeño profesional y la vocación de servicio de Emilio Laria Díaz, por la que se ganó el respeto, admiración y cariño de los cangueses que lo trataron.

Si por apenas conocer cuatro datos de su vida y algunas opiniones dejase sin hacer este mínimo bosquejo biográfico, ¿qué méritos deberían reunir los personajes históricos que habitualmente reseño si la sabiduría y bondad al servicio del prójimo no es suficiente? Valgan entonces, en el año que se cumple el centenario de su fallecimiento, estas breves líneas para recordar al médico Emilio Laria.

Era hijo de Ceferino Laria Herrerín y Regina Díaz González[iii]. Su padre fue comerciante en esta ciudad, con intereses mineros en Cabrales[iv], procurador síndico y concejal de nuestro ayuntamiento y primer presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Cangas de Onís, fundada en el año 1909. Su madre, ¿pudiera ser la maestra que ese mismo año figura como vocal de la junta directiva de la Asociación de Maestros de Cangas de Onís?[v]

Emilio Laria nace en la parroquia de San Roque del Prado (Cabrales), quizá en Ortiguero como anota entre paréntesis el párroco de Cangas de Onís, don Luis Ruiz Carniado, en su partida de defunción. En 1872 figura entre los niños confirmados. Ignoro el porqué de la presencia de sus padres en esa parroquia cabraliega, vínculos familiares probablemente, pues el apellido Laria, aún hoy, es frecuente en ella. Tuvo por hermanos a María (casada con Francisco Martínez Valdés, juez de 1ª Instancia de Infiesto); Enrique, diputado provincial (casado con Isabel Fernández); Amalia (casada con Teodoro Fernández); Felisa (casada con Paciente Mori, director de la estación del tranvía en Cangas de Onís); Inocencia (casada con Manuel Pendás) y Sara (casada con Vicente Pedregal).

emilio_lariaD. Emilio Laria Díaz

Licenciado en Medicina y Cirugía, en 1894 ya figura como médico en Cangas de Onís junto a sus colegas Fidel García Rodríguez, Fernando González Carcedo y otro eminente cangués, Victoriano García Ceñal.

El domingo 10 de abril de 1904 se crea la Asociación de Médicos Titulares del partido judicial de Cangas de Onís y Emilio Laria es elegido, por unanimidad de sus colegas, primer presidente de la misma[vi]. Ese mismo mes, es nombrado subdelegado de medicina del partido judicial, con carácter interino, por la Junta provincial de Sanidad[vii]. Su hermano Enrique era por entonces diputado provincial[viii]. En 1907 es representante en el partido judicial de Cangas de Onís del Cuerpo de Médicos Titulares de España[ix].

En 1913, se presenta como candidato liberal, por el distrito de Llanes — Cangas de Onís, en la elección de diputados provinciales; en la que también participan su hermano Enrique y su amigo Elías José Con y Tres, sin que ninguno logre su elección, a diferencia del también cangués y miembro de la candidatura conservadora, José de Abego.

Emilio Laria Díaz no solo participa en política y en su asociación profesional, sino que también se involucra, haciendo honor a su carácter y popularidad, en la vida social canguesa. Así, en el año 1905, lo encontramos como vocal de la junta directiva de la Sociedad de Pesca presidida por Antonio Alonso Vega y de la que eran secretario Fernando Fernández Rosete y tesorero Manuel Suárez Vela.

Imparte conferencias de divulgación médica y científica en la escuela[x] y en el Círculo de Artesanos del que era médico y socio protector[xi]. Fue médico, también, de la Compañía del Tranvía de Arriondas a Covadonga y de la compañía minera inglesa de Buferrera, The Asturiana Mines Limited.

Emilio Laria Díaz, el humanitario médico que acudía a los más humildes hogares, prodigando su ciencia entre los pobres, rinde su último aliento a las tres de la tarde del día 9 de marzo de 1915, falleciendo a consecuencia de una neumonía (según consta en su acta de defunción). El director de El Auseva, Cándido González, firma la crónica de su muerte en el número del 13 de marzo:

El viernes 5 del actual, deberes de su cargo le obligaron a trasladarse a Ribadesella. De esta villa retornó a su hogar horas después indispuesto. Sabedores sus amigos de lo que pasaba, a su casa fueron y efectivamente, se hallaba postrado en el lecho del dolor.

—¿Que tal, D. Emilio, le preguntaban?

—Grave no estoy, pero mañana, tengan por seguro que estaré peor.

Como médico, sabía lo que decía, pues en todas sus partes acertó. La dolencia que padecía era una pulmonía, que no era la primera que había sufrido, en el cumplimiento de su deber.

Tres días bastaron para acabar con aquella existencia robusta y lozana.

¡Pobre D. Emilio! A las tres de la tarde del martes último entregó su alma al Creador. Tan triste nueva causó tal sorpresa al vecindario que en este día no se veían más que fisonomías tristes en la calle, en los cafés y en los establecimientos en general, siendo el tema de las conversaciones su vida pública, privada y profesional[xii].

Capilla fúnebre de D. Emilio Laria Díaz

En la esquela publicada a toda página en la portada del semanario de ese día, se indica que era licenciado en Medicina y Cirugía, médico municipal de Cangas de Onís, subdelegado de medicina de la Junta provincial de Sanidad y forense del partido judicial de Cangas de Onís. Dos terceras partes del periódico estuvieron dedicadas a la noticia de su fallecimiento, con numerosos recordatorios de sus amigos, de los que recogemos algunas frases:

El más fiel cumplidor de la doctrina en esencia que predicó Jesucristo, o sea: amor al prójimo y caridad. Muere el prototipo de la generosidad, del altruismo y nobles sentimientos; muere el hombre que con su ciencia y su peculio desterraba el hambre y malestar del hogar de todos los desheredados (Manuel Cuesta).

¡Adiós Emilio! Yo que tanto te quise y que nunca te olvidaré, te dedico este triste recuerdo, regado con llanto de dolor (Benito Carriedo).

Tú, que siempre acudiste al peligro y nunca lo temiste; tú que fuiste previsor y sereno; tú, que curaste al rico y le consolaste; al pobre, además de consolarle le socorrías; animabas a los débiles, arrancabas presas a la peste… esto contribuyó a acrecentar tu fama (José M. Menéndez).

Vivió prodigando el bien, curando afecciones, calmando penas, aliviando y curando dolencias; le preocupó siempre la situación ajena en el dolor, no se ocupó de los suyos, resignándose cuando éstos se hicieron insoportables (Manuel García Liaño).

Grande, muy grande en sus virtudes como hombre y como médico: ha dejado de existir. Al vestir Cangas luto paga justo tributo a sus innumerables méritos. Las lágrimas que en Cangas de Onís se vierten es el dolor profundo que sale del alma de los agradecidos (José R. Alonso).

Con lágrimas en los ojos te dejamos en el campo del reposo. Practicaste la virtud más sublime: la caridad. Y si tu nombre no se graba en mármoles, grabado queda en el corazón de los pobres (José A. Herrerín).

También escriben: Juan San José, José María López y Manuel Pidal, a los que se unirán en el número siguiente, Arturo González, (a) Rotuar, y, de nuevo, José Ramón Alonso.

Su funeral, celebrado a las diez de la mañana del jueves 11 de marzo de 1915, fue multitudinario, no recordando los más ancianos, entre los cangueses, otra cosa igual; calculándose la presencia de entre nueve o diez mil personas, cifra que puede resultar exagerada, pero es el caso que se llegó a fletar un tren especial del tranvía de Arriondas a Covadonga para trasladar a los parragueses al sepelio. La campanilla de la máquina del tren traía un lazo negro “por lo que su sonido era lúgubre”. Cuando los socios del Círculo de Artesanos, que abrían la procesión del sepelio, llegaron a la iglesia parroquial en Cangas de Arriba, aún había personas en la calle San Pelayo en una grandiosa manifestación de duelo que, Cangas de Onís, “jamás presenció, ni presenciará”, escribe El Auseva. Había duelos de familia, de respeto (sacerdotes), del Juzgado de Instrucción, del Ayuntamiento, del Juzgado municipal, del Círculo de Artesanos, de médicos y de amigos. El día de su entierro se cerraron todos los comercios de Cangas de Onís, lo que no había ocurrido nunca en la ciudad.

En los corrillos ciudadanos pronto se habla de perpetuar su recuerdo, sea con un busto o un mausoleo. Escribe Manuel Cuesta en El Auseva, que “el monumento que se erija para transmitir su memoria a la posteridad, ha de estar enclavado en el mundo de los vivos” pues en el cementerio su recuerdo quedará poco menos que en la oscuridad. Propone se levante un obelisco, si la recaudación fuese insuficiente para un busto, “en el sitio más céntrico” de Cangas de Onís. Ahora bien, como la clientela del buen doctor carecía de recursos, como va dicho, la pretendida colecta quedó en nada y su memoria confiada a un desembolso menor: el de la placa rotulada con su nombre en una calle de la ciudad.

Así, el Excmo. Ayuntamiento de Cangas de Onís, presidido por don Manuel Pendás Junco, acordó en la sesión del día 4 de abril de 1916, “dar el nombre de D. Emilio Laria a la calle que ha de abrirse en esta ciudad desde San Pelayo a la Estación del Tranvía de Arriondas a Covadonga”[xiii]. Por aquel entonces, era frecuente el cambio de alcalde lo que retrasaba, a veces definitivamente, el cumplimiento de los acuerdos adoptados por sus antecesores y, de esta suerte, encontramos en las actas municipales que en febrero del año 1924 don Lucas Rodríguez “desea saber si la calle en que se levantó el nuevo edificio social del Círculo de Artesanos se denomina o no calle de Emilio Laria, y, en caso afirmativo se adquieran placas así rotuladas para colocarlas en la calle dicha”[xiv].

En 1934, la Agrupación Socialista[xv] y el Círculo de Artesanos de Cangas de Onís[xvi] propusieron su nombre al claustro del Instituto local de Segunda Enseñanza de la ciudad para título del centro docente, que adoptó finalmente el de Vázquez de Mella.

El nombre de Emilio Laria forma parte de la cotidianidad de los actuales cangueses y así ha sido desde hace casi un siglo, lo que no deja de ser meritorio en ciudad tan dada a mudar los rótulos de sus calles. Y es que aún perdura el recuerdo del médico que, como si también hubiese recibido los consejos del anciano narrador del cuento de Con y Tres, hizo el bien, ejerciendo con conciencia una de las profesiones más nobles que se conocen y no ambicionando más que la salvación de sus enfermos.

La fotografía de Emilio Laria Díaz, la fotocopia de la fotografía realizada por Pelayo Infante, con don Emilio de cuerpo presente (que sería importante copiar del original), así como los textos reproducidos de El Auseva, proceden del archivo de don Celso Diego Somoano.

Francisco José Pantín Fernández

Publicado sin las notas en: Fiestas de San Antoniu, Cangas de Onís, Sociedad de Festejos de Cangas de Onís, 2015, pp. 35-38.

[i] Archivo parroquial de Cangas de Onís (en la actualidad en el Archivo Diocesano de Oviedo): “Cangas – Emilio Laria Díaz | Yo, el infrascrito Cura-propio de Sta. María de Cangas de Onís, mandé dar sepultura eclesiástica en el cementerio de la misma, cumplidas las prescripciones legales, al cadáver de mi feligrés Dn. Emilio Laria Díaz, fallecido a las quince del día nueve de los corrientes, natural de S. Roque del Prado (Ortiguero), hijo de Dn. Ceferino y D.ª Regina, soltero, de cuarenta y ocho años. Recibió la extremaunción y se funeró de primera clase. Y para que conste lo firmo a once de marzo de mil novecientos quince. | Licdo. Luis Ruiz Carniado”.

[ii] Atienza ilustrada : Arte y Letras, año II, núm. 3, 15 de marzo de 1899, pp. 11-12.

[iii] Ceferino Laria Herrerín nació en Benia (Onís) el 21 de agosto de 1834 y falleció en Cangas de Onís el 22 de mayo de 1918. Su esposa, ¿nacida en Cardes en 1841?, falleció en Cangas de Onís el 28 de abril de 1923.

[iv] La Opinión de Asturias, Oviedo, año I, núm. 121, 1º de julio de 1893, p. 2. Minería en Cabrales. “D. Andrés González Laruelo, vecino de Oviedo, representante de D. Ceferino Laria y Herrerín, ha presentado una instancia en la sección de Fomento del Gobierno civil de la provincia, solicitando registro de 100 hectáreas para la mina de Calamina que se reconocerá con el nombre de “Soberana”, sita en términos del concejo de Cabrales”.

[v] El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 928, 9 de enero de 1909, p. 3.

[vi] Íd., nº 681, 16 de abril de 1904, pp. 2-3: “El domingo último se reunieron en nuestras Consistoriales los médicos titulares de este partido judicial, con objeto de proceder a la constitución de la “Asociación de médicos titulares”. | Asistieron los siguientes: del Concejo de Ribadesella, D. Fidel García, D. Fernando G. Carcedo, D. Juan Quesada y D. Cándido Díaz; de Onís, D. Enrique Tejero; de Parres, D. Diego González y D. José García; de Amieva, D. Andrés A. Reyero, y de Cangas de Onís, D. Emilio Laria, D. Víctor García y D. Francisco Rodríguez. | Tras pequeña discusión se hizo la votación de cargos, siendo elegidos por unanimidad: | Presidente, D. Emilio Laria Díaz; vocales, D. Víctor García y D. Diego González, y secretario, D. Francisco Rodríguez. | Como delegado ante la Junta provincial ha sido elegido don Juan Quesada”.

[vii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIV, nº 681, 16 de abril de 1904, p. 3.

[viii] Íd., nº 674, 27 de febrero de 1904, p. 3.

[ix] Heraldo de Madrid, año XVIII, núm. 5.895, de 16 de enero de 1907, p. 5.

[x] Día 14 de septiembre de 1907: conferencias en la escuela de don Emilio Laria y del maestro de Triongo, señor Alonso. 30 de noviembre de 1907: conferencias de don Antonio Poveda y de don Emilio Laria.

[xi] Asturias : revista gráfica semanal, La Habana, Centro Asturiano de La Habana, Año III Número 80, de 6 de febrero de 1916, p. 55.

[xii] El Auseva, Onís, año XXV, núm. 1.249, 13 de marzo de 1915, p. 2. Figura como publicado en Onís, seguramente por problemas con el alcalde cangués, hecho que no resultaba inusual.

[xiii] Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 155, sábado 8 de julio de 1916, p. 6.

[xiv] Archivo municipal de Cangas de Onís, Actas de Pleno, 26 de febrero de 1924.

[xv] El Sella, Cangas de Onís, año II, núm. 23, 7 de abril de 1934, p. 3.

[xvi] Íd., núm. 24, 14 de abril de 1934, p. 4.