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La memoria publicada por la Sociedad de Labradores “El Despertar” (Corao) en 1910, apenas dos años después de su fundación, es una declaración de intenciones sobre la identidad y propósitos del sindicato, además de un resumen de los primeros pasos de la sociedad. Entre los objetivos que se exponen, se encuentra la difusión de la cultura entre los socios, para lo que procurarán “poner a su disposición el mayor número posible de revistas agrarias y formar una biblioteca, siquiera sea modesta, dando la preferencia a libros que se ocupen de ganadería y traten materias de agricultura”[i].
La ignorancia secular del agricultor ha sido presentada por un buen número de estudiosos de la situación del campesinado español como una de las causas principales de sus miserables condiciones de vida. A principios del siglo XX, momento en que nace “El Despertar”, la tasa de analfabetos en España se situaba en torno al cincuenta por ciento, por lo que no ha de extrañar este temprano anhelo de los labradores, que enraizaba con una iniciativa anterior, la conocida Escuela de Corao, fundada por Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias en el año 1900, que incluía una escuela de adultos en su funcionamiento.
Ángel Sarmiento González, hijo de campesinos y fundador de la Sociedad de Labradores, afirmaba que su bagaje intelectual no se debía a la escuela, pues había aprendido las primeras letras con un maestro sin título, sino al deseo irrefrenable de leer, siendo un adolescente, allá en Sevilla, donde trabajó como mozo de posada en la calle de Alcuceros, y que “muchas veces cruzaba el patio de la casa, en dirección a las cuadras, llevando en una mano un periódico o una novela y tirando con la otra de un pollino o una mula de los marchantes, parroquianos de la posada, entre la rechifla de los más y el enojo de mis amos”[ii].
Fue un autodidacta, que siempre consideró insuficientes sus conocimientos, como reiteradamente lo indica al inicio de muchos de sus escritos y conferencias, en los que expresa su empeño de que la clase labradora rompa las cadenas de la ignorancia. En ello vuelca muchos de sus esfuerzos, con proyectos y actuaciones y con su labor propagandística, en que era referencia constante.
En una de sus intervenciones ante la sociedades agrícolas asturianas, la conferencia que dio en el Casino de Onís el 11 de diciembre del año 1915, considera la ignorancia como fuente de los males que aquejan al campesinado español y afirma que sin un cambio profundo en la mentalidad de los labradores nada se podrá hacer para superar su miseria moral y material. Realiza una significativa comparación con los obreros de la minería, industria y talleres, cuyo exitoso movimiento asociativo considera embrión de las asociaciones agrícolas, pero diferencia la filosofía que mueve a aquellos, que cimientan sus asociaciones en “ideales solidarios y de clase”, anteponiendo las ideas a las personas, donde la disciplina es notoria y las decisiones de la mayoría son acatadas sin enojos ni divisiones, frente al distinto concepto que impera en las asociaciones agrícolas, sujetas a la ignorancia del labrador que prefiere dedicar las escasas horas de asueto a la partida de cartas y la botella de vino en las tabernas que al estudio y mejora de sus conocimientos, tanto generales como agrícolas.[iii]
Antes aún de contar con la biblioteca, propiamente dicha, “El Despertar” ya tenía algunos libros. En 1911, la incipiente sociedad agrícola disponía de una pequeña colección de libros donada por Leandro Llanos. El Auseva, semanario de Cangas de Onís, nos transmite la inquietud entre los asociados por procurarse una biblioteca que les reporte instrucción:
Como la mayor parte de los asociados saben que el pan de la inteligencia es tan necesario como el del estómago para realizar los fines perseguidos, empieza a agitarse la idea de formar un grupo de los más entusiastas por la instrucción para crear una Biblioteca que responda a la sentida necesidad de que el labrador se instruya.
Como la idea es grande, no deben sentir desmayos los iniciadores hasta no ver realizados sus deseos de que “El Despertar” sea el foco que irradie las tenebrosas inteligencias de los que cultivan la tierra[iv].
Ese mismo año, el sindicato había recibido una colección completa de obras de agricultura, donada por la Dirección general de Agricultura, Minas y Montes, gracias a las gestiones de Manuel Uría, que había sido candidato en las elecciones a Diputado para las Cortes por el distrito de Infiesto-Cangas de Onís. Uría, gobernador civil en varias provincias, había gestionado ante los gobiernos de Canalejas algunas subvenciones para “El Despertar”[v].
Fundación de la biblioteca
En 1918 se establece en Cangas de Onís la primera de las bibliotecas creadas en España por inspiración de los alumnos de la Residencia de Estudiantes de Madrid, la Biblioteca Popular Circulante de Cangas de Onís. A comienzos del año se había constituido un Patronato fundador, compuesto por ocho personas: el alcalde, representantes de los sindicatos agrícolas de Cangas y Corao, del Círculo de Artesanos y de la Asociación de Maestros. Este patronato organizó una suscripción que reunió 1.000 pesetas, con las que se adquirieron 400 volúmenes y el ayuntamiento, por su parte, proporcionó local, su mantenimiento y una subvención anual de 250 pesetas. La biblioteca realizará 1.200 préstamos en su primer año de funcionamiento.
La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, creada en 1907, presidida por Santiago Ramón y Cajal y con su secretario, José Callejo, como principal impulsor, concibió la creación de la Residencia de Estudiantes, que ve la luz en el año 1910.[vi] Dentro de las labores socio-culturales emprendidas por la Residencia destacó, según dice Luis García Ejarque en su Historia de la lectura pública en España, la campaña de creación de bibliotecas populares, iniciada en el año 1917, tarea en la que participarán residentes y cuantas personas simpatizaran con los fines propuestos.
Sarmiento que por entonces se hallaba en cama, agotado por las luchas sindicales, tiene tiempo para reflexionar sobre los acontecimientos que la Sociedad de Labradores ha vivido y firmemente decidido a destruir con la cultura “los resabios en que estaba imbuido” el campesino, se plantea medios para educarlo, como las escuelas de agricultura cuya creación reclamará al ser elegido diputado en la Segunda República, o como las bibliotecas circulantes, un instrumento más próximo y eficaz.
Como la recién inaugurada biblioteca popular de Cangas de Onís no alcanza a servir a toda la población del concejo, muy diseminada, propone a la Junta directiva del sindicato, la creación de otra biblioteca en Corao. Surgen las dudas y Sarmiento se ofrece a crearla en solitario, sin mermar los recursos económicos del colectivo. Plantea su idea a Francisco Beceña González, natural de Cangas de Onís y alumno de la Residencia de Estudiantes, y le explica que para crear la biblioteca quiere rifar una ternera. Beceña le brinda encantado su colaboración y se le ofrece para la venta de papeletas entre los estudiantes de la Residencia de Madrid y para que esta seleccione y compre los libros con un fuerte descuento. Escribe Sarmiento en sus memorias, que “el señor Beceña realizó una obra grande, venció algunos miles de papeletas de la rifa que produjo cerca de mil pesetas. La ternera tocó a un estudiante de la Residencia y el Sr. Beceña le comprometió a comprar todas las obras de Costa para la Biblioteca no alcanzando el valor de la ternera rifada para adquirir todos los volúmenes, teniendo el hijo de Torres Bombita[vii], que fue el agraciado, que pagar de su bolsillo lo que faltaba”[viii].
La propaganda que se hizo de que era la primera biblioteca aldeana que se creaba en España por los mismos campesinos, dio un resultado que nadie esperaba -dice Sarmiento-, pues a Corao llegan remesas de libros, antes aún de disponer los muebles para colocarlos. No habiendo dinero para su adquisición, Sarmiento se desplaza a Oviedo y, aconsejado por los amigos que allí tiene en el mundo cultural asturiano, pide una subvención a la Diputación Provincial, que concede quinientas pesetas para la construcción de los armarios donde se habrán de colocar los libros.
En 1919, se inaugura la biblioteca, con una fiesta extraordinaria. Cuenta con más de cuatrocientos volúmenes y está instalada en la sede del sindicato. Ángel Sarmiento alcanza así una de sus grandes satisfacciones y escribe: “era un triunfo solemne”. La prensa liberal asturiana elogia el propósito de unos campesinos que habían fundado la primera biblioteca popular que se establecía en una aldea española por los propios labradores, sin apoyo oficial y cuya labor “daba un ejemplo de voluntad y buenos deseos culturales a los trabajadores de la tierra en general” y en el gran rotativo El Sol, de Madrid, Fernando García Vela, encomia la labor de las bibliotecas populares en Asturias.[ix]
Poco habría de durar la alegría, pues cuando “todo marchaba como sobre rieles”, surge el enfrentamiento. La biblioteca implica disputarle el terreno de la educación moral a la iglesia que se opone frontalmente a la labor de Sarmiento. El cura de la parroquia parlamenta con él en apartado rincón por espacio de cuatro horas. “No me convence, ni puedo convencerle. Como no te detesto – me dijo- como hombre seré tu amigo y algún día sentiré el fracaso de tus buenas intenciones”. Había pretendido cambiar gran número de volúmenes, entre los que figuran obras de Vicente Blasco Ibáñez o Benito Pérez Galdós, a cambio de otros de sabor clerical, a lo que el fundador no accede, enérgicamente, brotando así el antagonismo.
Con el establecimiento de la dictadura del general Primo de Rivera, el acoso que los políticos conservadores ejercían sobre Sarmiento cesa. Este había dejado de ser concejal con el advenimiento de la dictadura, pero es reclamado por el nuevo orden a colaborar con ellos. Sarmiento se niega y es citado por el delegado gubernativo que le impone la obligatoriedad de ser nuevamente concejal. Las multas reiteradas le fuerzan a soportar el nombramiento, aunque asiste a las sesiones “en calidad de representante mudo”, presentando en todas ellas la dimisión que, por fin, es aceptada.
El cambio de párroco acrecienta la hostilidad contra el trabajo de Sarmiento al frente de la biblioteca y aprovechando este momento que cree de debilidad, lo denuncia ante las autoridades. Sarmiento lo relata con aspereza:
El cura de la parroquia que era una acémila bien nutrida cubierto su lomo con la albarda de la ignorancia creyó que había llegado la hora de su mando y saca a relucir su espíritu intolerante y vengativo y se le ocurre enviar al Gobernador Civil de la provincia un oficio, con el sello de la parroquia, denunciando la Biblioteca Circulante, esencia de malas costumbres, matadora de la fe cristiana del campesino, libros pornográficos, obras irreligiosas que atacaban a la iglesia y al Sumo Pontífice. Pedía para el director y fundador de la biblioteca nada menos que prisión correccional y clausura o desaparición de ese organismo de cultura.
El Gobernador ordena enviar oficio de detención y clausura de la biblioteca. El oficio, ya firmado extrañó el secretario y no le dio curso porque él conocía la historia de la constitución de la biblioteca y los elogios que de ella había hecho la prensa periódica. Habla con el secretario del ateneo de Oviedo y recibo un telegrama urgente de éste, diciéndome que me presente, lo antes posible al secretario del gobierno con el catálogo de la biblioteca. Temeroso y desconfiado, por mis divergencias con el delegado gubernativo, hablé con el secretario del gobierno que mostró al Gobernador el catálogo de libros, expresándole que todo era una impostura y un deseo de venganza contra un hijo del campo que quería que sus hermanos de profesión fuesen lo más cultos posible. También le expreso al funcionario que la mayor garantía para las autoridades era, que los libros, todos, los había seleccionado la Residencia de Estudiantes de Madrid.
Me llama ante sí el Gobernador para decirme solamente, que continuase mi labor educadora del campesino. Estos curas –dice molesto – creen que les ha llegado la hora; que tengan paciencia[x].
Sarmiento sale indemne del ataque de la iglesia, pero la biblioteca sufre las consecuencias de la campaña de descrédito: “Los sacerdotes toman parte en la lucha, —escribe Sarmiento— porque un simple labrador quería anular el ascendiente que ellos tenían entre los campesinos; gruñe la gazmoñería, los envidiosos salen de sus escondrijos. Dan calor a la labor de descrédito del mozacu, los propietarios de la tierra, el comercio en su mayoría aplaude el propósito, el confusionismo llega al alma campesina y desmaya el entusiasmo por la biblioteca”.
Destituido Sarmiento en el año 1934 de sus cargos en la Sociedad, el nuevo director de la biblioteca “retira de ella los libros que no eran de pureza católica, y una mañana de niebla en la aldea se ve negra columna de humo mezclada con el denso vapor: era el auto de fe a que habían sido condenados los libros más instructivos de la biblioteca”.
Alcance de la biblioteca
La Biblioteca Circulante de la Sociedad de Labradores “El Despertar” se creó con la convicción de que la “cultura que adquiera el labrador, como es natural, siempre sería provechosa para el desarrollo y progreso de la agricultura y para toda clase de relaciones individuales; labriego que se gana para la causa de la cultura es hombre que se arranca quizás al vicio”.
Como la mera existencia de una biblioteca no era herramienta suficiente para alcanzar el objetivo, la Sociedad organizó para la difusión de los libros 48 grupos de lectores en 34 pueblos y caseríos, “constituyendo la organización verdaderamente modelo para países de difíciles comunicaciones y población no concentrada”, según leemos en un folleto sobre bibliotecas populares, publicado en 1920 por la Residencia de Estudiantes, donde se recogen indicaciones sobre la significación e importancia de la educación de adultos así como una relación de las numerosas bibliotecas creadas en Asturias, que habían nacido con un fuerte empuje, al amparo de los municipios y la Diputación provincial[xi].
“En estos grupos -seguimos leyendo- la lectura suele hacerse en alta voz durante las noches de invierno, en casa de la persona que en cada poblado representa a la biblioteca, lo que supone para cada libro una difusión extraordinaria”. En el año 1926, los alumnos de la Escuela de Corao Castiellu, confirman la vigencia del método, pues los ya 700 volúmenes de diferentes materias, muchos de los cuales trataban sobre la mejora de la ganadería y los cultivos, eran “leídos con avidez y constancia principalmente en las largas veladas del invierno, reunidos en familias por todas estas aldeas”[xii].
Sarmiento se declara encantado, gozoso de su obra renovadora y observa con satisfacción el movimiento de libros de la biblioteca y cómo los grupos de lectores de las aldeas aumentaban, “a manera de grupos culturales” que desterraban de los pueblos costumbres dañinas y facilitaban el olvido de divergencias entre bandos o vecinos.
En El seguro obligatorio del labrador manifiesta que los sindicatos y asociaciones de agricultores tienen “la obligación de contribuir o difundir la cultura entre las masas campesinas. No solo de pan vive el hombre, se ha dicho, por eso nosotros opinamos que los Sindicatos deben contribuir también al mejoramiento moral e intelectual del labrador creando bibliotecas, cuyos libros vayan hasta los más humildes hogares campesinos”[xiii].
Por entonces ya conoce las dificultades económicas que la creación de una biblioteca acarrea, pero sostiene que con una férrea voluntad se puede lograr y añade que lo realmente difícil es “hallar lectores para ella porque estos hay que buscarlos, puede decirse que hay necesidad de hacerlos, sobre todo en las aldeas donde desgraciadamente existen muchos labradores analfabetos y los más de los que no lo son nunca se cuidaron siquiera de conservar lo poco que aprendieron en la escuela”.
Muchos años después, ya en el exilio, Sarmiento rememoraba en un artículo la historia de la biblioteca de “El Despertar”, nacida en un tiempo en que los intelectuales españoles pedían “más cultura, educación más españolista, cambio de rumbo, marcha honesta en los asuntos públicos, unidad nacional para cortar las miradas por encima de las fronteras y dar de lado al oscuro intervencionismo”. Sin embargo, los poderes públicos, indiferentes, ignoraban esas peticiones, por lo que un grupo de ellos acomete la labor fuera de su obligación laboral, a pesar de la hostilidad que los conformes con el status quo les manifestaban.
Recuerda la creación de la Extensión Universitaria por la Universidad de Oviedo de los Canella, Buylla, Sela, Clarín, Aramburu, Posada, Altamira y otros profesores, ingenieros, artistas, abogados, que alcanzando en número la treintena, trabajaban “con abnegado patriotismo por el engrandecimiento de la patria que siempre quiso detener la atávica educación del poder oficial. Respeto profundo al pensamiento ajeno, unidad para mirar con esos mismos ojos el rostro de la Patria, pulcritud en el hogar, amor al trabajo, como deber humano creador de riqueza, fomento de caracteres firmes y una nivelación más justa de la cultura popular”[xiv].
La elección de Sarmiento como diputado en las Cortes constituyentes de la Segunda República y su marcha a Madrid, destruyó el frágil equilibrio de poder dentro del sindicato. La aceptación como miembros de los elementos más conservadores de la parroquia decantaría definitivamente la disensión, alterando radicalmente el espíritu fundacional de la Sociedad de Labradores “El Despertar”, que quedó convertida en una simple cooperativa de consumo.
La biblioteca circulante dio grandes satisfacciones a un inconformista Ángel Sarmiento González. Sus aspiraciones superaban el resultado alcanzado, pero creía que no habían fracasado en su empeño. La biblioteca había tenido “un regular número de lectores asiduos, que no disminuyó, si bien con sentimiento manifestamos que no aumentaron en la proporción que nosotros desearíamos”.
La inminente derrota de la República en Asturias empujó a Ángel Sarmiento a abandonar Corao, refugiándose en Gijón, en casa de su amigo el dirigente agrario Gaspar Estévanez. En septiembre de 1937, embarca con su familia en San Juan de Nieva, iniciando un largo exilio, primero en Francia y posteriormente en México, donde falleció en 1962. Nunca perdió el interés por saber las condiciones de vida durante el franquismo de quienes habían sido sus compañeros de clase, los labradores.
Francisco José Pantín Fernández
Artículo publicado en: Las bibliotecas de Corao, Corao, Asociación Cultural Abamia, 2011, pp. 17-30.
[i] “El Despertar” : órgano de la Sociedad de Agricultores del concejo de Cangas de Onís. Corao, [Sociedad de Labradores “El Despertar”], diciembre 1910. Imprenta “El Sella” (Arriondas).
[ii] Gutiérrez de Miguel, José. “Don Ángel Sarmiento González”, en La Voz, Madrid, 29 de agosto de 1932, núm. 3.642, p. 10.
[iii] El Auseva, Cangas de Onís, 25 de diciembre de 1915, año XXV, núm. 1.290, pp. 1-2. Se reproduce la primera parte de la conferencia dada por Ángel Sarmiento en el “Casino de Onís” el día 11 de diciembre de dicho año. El resto de la conferencia debió imprimirse en el número siguiente, que desconocemos.
[iv] El Auseva, Cangas de Onís, 25 de marzo de 1911, año XXI, núm. 1.043, p. 3.
[v] En ese mismo año 1911, el expresado Manuel Uría había logrado del Estado la concesión al “Círculo de Artesanos de Cangas de Onís”, de una biblioteca popular. En dicho círculo comenzaron a impartirse clases nocturnas entre los asociados, donando para ello don Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias, varios libros útiles a tal efecto. En la memoria del año 1912, la Junta directiva del Círculo dice que con los libros concedidos por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y los donativos de particulares, se cuenta con una “magnífica Biblioteca compuesta de 158 volúmenes y 125 folletos, a parte de los destinados a la enseñanza”.
[vi] La Residencia de Estudiantes, desde su fundación en 1910 por la Junta para Ampliación de Estudios hasta 1936, fue el primer centro cultural de España y una de las experiencias más vivas y fructíferas de creación e intercambio científico y artístico de la Europa de entreguerras. En 1915 se traslada a su sede definitiva en la madrileña Colina de los Chopos. Durante toda esta primera etapa su director fue Alberto Jiménez Fraud, que hizo de ella una casa abierta a la creación, el pensamiento y el diálogo interdisciplinar. Tanto la Junta como la Residencia eran producto de las ideas renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos. La Residencia se proponía complementar la enseñanza universitaria mediante la creación de un ambiente intelectual y de convivencia adecuado para los estudiantes. Características distintivas de la Residencia fueron propiciar un diálogo permanente entre ciencias y artes y actuar como centro de recepción de las vanguardias internacionales. Ello hizo de la Residencia un foco de difusión de la modernidad en España, y de entre los residentes surgieron muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del siglo XX, como el poeta Federico García Lorca, el pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel y el científico Severo Ochoa. A ella acudían como visitantes asiduos o como residentes durante sus estancias en Madrid Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d’Ors o Rafael Alberti, entre muchos otros. La Residencia fue además foro de debate y difusión de la vida intelectual de la Europa de entreguerras, presentada directamente por sus protagonistas. Entre las personalidades que acudieron a sus salones figuran Albert Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Igor Stravinsky, John M. Keynes, Alexander Calder, Walter Gropius, Henri Bergson y Le Corbusier, entre muchos otros. A menudo, estas personalidades fueron invitadas por dos asociaciones privadas que colaboraron activamente con la Residencia y unieron su labor a un amplio sector de la sociedad civil: la Sociedad de Cursos y Conferencias y el Comité Hispano-Inglés. [De la web de la Residencia de Estudiantes]
[vii] Emilio, Ricardo y Manuel Torres Reina, los Bombita, fueron tres hermanos toreros sevillanos. Ignoramos de quien era hijo el “afortunado” ganador de la rifa.
[viii] Memorias de Ángel Sarmiento González. Manuscrito.
[ix] García Vela, Fernando. “Asturias : Bibliotecas Populares”, en El Sol, Madrid, viernes 5 de septiembre de 1919, año III, núm. 639, p. 5.
[x] Íd.
[xi] Residencia de Estudiantes: Bibliotecas populares. Madrid: Residencia de Estudiantes, 1920 (Folletos de la Residencia, 3, junio de 1920).
[xii] Pequeña geografía descriptiva del concejo de Cangas de Onís, y especialmente del Distrito escolar de Corao-Castillo, compuesta por Antonio y Leandro Peláez, Benito y José Álvarez, alumnos de la Escuela de Corao-Castillo, que dirige D. Isidro de Soto García. Escuela de Corao-Castillo, enero de 1926.
[xiii] Sarmiento González, Ángel. El seguro obligatorio del labrador. Llanes, Sindicato Agrícola “El Despertar”, 1925. Imprenta de “El Pueblo”.
[xiv] Sarmiento González, Ángel. “Nacimiento, vida y muerte de una biblioteca”, en El Heraldo de Asturias de Buenos Aires. Recorte de prensa, no consta fecha. Las ideas de la Extensión Universitaria se difunden no sólo en las ciudades, sino también por los pueblos industriales uniéndose a la labor los intelectuales más distinguidos de los mismos. Pero la Extensión Universitaria no llega a las aldeas. En el año 1911 había fijado fechas y temas para una serie de conferencias sobre agricultura, a impartir por distintos lugares de Asturias por el catedrático Miguel Adellac, director del Instituto Jovellanos de Gijón. La mayor parte de los temas eran elegidos por los ayuntamientos o sociedades agrícolas donde se fuesen a impartir las conferencias, siendo elegidos para el jueves 29 de junio, en Cangas de Onís, “Misión de las Asociaciones Agrícolas” y para el día siguiente en Corao, “El maíz en Asturias: su cultivo” (El Auseva, Cangas de Onís, 3 de junio de 1911, año XXI, núm. 1.053, p. 2). Sin embargo, estas conferencias programadas en el concejo de Cangas de Onís no llegaron a celebrarse.