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Cangas de Onís, 16 de diciembre de 1877 – Madrid, 13 de abril de 1935. Promotor de la Escuela Elemental del Trabajo de Cangas de Onís, doctor en Derecho, abogado del Ilustre Colegio de Madrid y escritor.
Nace en la Carretera de la Iglesia. Hijo del comerciante Feliciano Álvarez Cueto, propietario de “La Perla”, y de Encarnación González Pérez, fueron sus abuelos paternos, el sastre José Álvarez Meana, natural de Oviedo y Fermina del Cueto, de Cangas de Onís; los maternos, Juan González Valle, labrador cangués y María Pérez, de El Puente (Parres). Era primo carnal de Francisco Beceña González, pues sus madres eran hermanas.
Estudió en el Colegio de Segunda Enseñanza “Nuestra Señora de Covadonga” fundado por el canónigo Antonio Sánchez del Otero, donde compartió aula con el futuro multimillonario Pedro Gómez Cueto. Cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Oviedo[i], licenciándose con premio extraordinario[ii]. Se doctoró luego en la de Madrid, en el año 1905, con la tesis titulada Una nueva doctrina del Estado y del derecho, que permanece inédita. Fue alumno de Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, aunque como el propio Giner escribe a José Castillejo, creador del Instituto Escuela y de la Escuela Internacional, Feliciano Álvarez fue completamente ajeno a la Institución y escasa su relación personal.
En Madrid, entrará en contacto con lo más granado de la intelectualidad española. En diciembre de 1903, publica una reseña del libro Hechos y Explicaciones (Madrid, 1903), del naturalista y filósofo británico Herbert Spencer, en Helios, la revista literaria modernista que tuvo al poeta Juan Ramón Jiménez como principal promotor y que fue, a pesar de su corta existencia, el medio de expresión de la mejor literatura española de principios del siglo XX[iii].
En 1904 aparece vinculado a dos grandes instituciones culturales, el Ateneo de Madrid y El Fomento de las Artes. En la primera, coopera en la difusión de las conferencias ateneístas de extensión universitaria por los distritos madrileños, “a fin de hacer más eficaz la obra de educación científica, artística y moral del obrero”[iv]. Con este motivo publica, en el diario madrileño El Gráfico, un artículo titulado “La Extensión Universitaria” en el que analiza su funcionamiento en Inglaterra y Francia para exponer luego las deficiencias de su implantación en España, donde una mayoría de los conferenciantes orientan sus charlas hacia el aplauso fácil y la adulación en detrimento de la preparación y culturización de los obreros; pese a ello la considera un bien y una necesidad, sintiéndose obligado a denunciar sus defectos para “estimular, mejorar, cambiar y ampliar la bienhechora y fecunda idea de la Extensión universitaria”[v]. En la segunda, colabora como enseñante de Derecho político, penal y civil. El Fomento de las Artes era una sociedad madrileña en la que se dieron a conocer muchos jóvenes y entusiasmados oradores que proclamaban ideales políticos y de regeneración y al decir de Anselmo Lorenzo, uno de los primeros anarquistas españoles, “el punto de reunión de los elementos liberales ilustrados de Madrid”[vi].
Al año siguiente, participa en el concurso de El Imparcial, el diario liberal fundado por Eduardo Gasset, en el tema de “Instrucción pública” y aunque su trabajo no fue premiado, el tribunal lo consideró muy apreciable y digno de publicidad. Concurrió con el lema “No se hace la reforma en los hombres diciéndoles lo que no son, sino haciéndoles lo que no eran”, tomado del escritor inglés John Ruskin. Del autor se dice que es un joven doctor en Derecho ya conocido por varios artículos bibliográficos publicados en la revista Helios y por un notable estudio sobre las universidades populares que insertó El Gráfico[vii].
El domingo 23 de noviembre de 1913, Feliciano Álvarez se encuentra entre los intelectuales que se desplazan en el tren de las diez y veinte hasta Aranjuez para rendir homenaje a José Martínez Ruiz, Azorín, como tributo de admiración, respeto y reconocimiento al escritor de Monóvar que ha visto como su candidatura para ocupar el sillón P de la Real Academia Española no ha sido aceptada. La reunión de Aranjuez a la que concurren, entre otros, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Corpus Barga, Constancio Bernaldo de Quirós, Manuel Bartolomé Cossio, Ramón Gómez de la Serna y Alejandro Lerroux, es uno de los hitos previos al nacimiento de la generación del 14 formada por muchos de los asistentes; la nueva juventud intelectual española que veía en la renovación literaria, que Azorín representaba, un aspecto más de su objetivo principal: la europeización de la cultura española a través de la renovación estética de la literatura y el arte y con ello la regeneración de España.
Un mes después, figura entre los candidatos admitidos a la cátedra de Historia general del derecho español vacante en la Universidad de Oviedo, aunque no compareció a los ejercicios[viii]. En 1914 es nombrado secretario primero de la junta directiva del Centro Asturiano de Madrid[ix], cargo en el que continúa al año siguiente en el que también es secretario de la Junta de Reformas Sociales. Y no ha de extrañar que en ese año 1915, al rendir homenaje en Cangas de Onís a José Ramón Zaragoza, con motivo del éxito del pintor cangués en la Exposición Nacional de Bellas Artes, fuese muy aplaudido su elocuente discurso pronunciado en nombre de la comisión organizadora y en el que detalló “punto por punto todo lo ocurrido al ilustre pintor desde el comienzo de su carrera hasta la fecha que por su perseverancia y lucha tenaz, que sobrellevó con dignidad y alta reflexión, supo elevarse desde la posición más modesta a las más altas esferas”[x].
También trató a Manuel Azaña, con el tiempo presidente de la Segunda República, al que no agradaba y que dejó escritas en su correspondencia dos pinceladas sobre nuestro paisano, una del año 1916, cuando un grupo de intelectuales españoles viajan al frente de guerra francés para manifestar su apoyo a Francia en la Primera Guerra Mundial; en la estación de Orsay parisina, los reciben Pérez de Ayala, Chaumié, Bréal, Legendre, y también Feliciano Álvarez, “ese asturiano que disfruta en París no se qué sinecura, dependiente del Instituto de Reformas Sociales”[xi]. La segunda es de julio de 1924, cuando Azaña viaja a La Coruña para participar en un tribunal de oposiciones a notarías: “Pero me encuentro en el restaurant a Feliciano Álvarez, el lagarto astur, con un primo suyo [¿Beceña?], que acompañan al hijo de Coronas. Comemos juntos. Resulta que Feliciano es partidario de ¡Puvis de Chavanne! ¡Cosa más sorprendente! Después, para manifestarme un desprecio antiguo, habla mal de Castilla. En España —dice— no hay más que el Norte y el Sur. Yo le hago observar que el Sur y el Norte lindan. Él, entonces, para demostrar lo importante que es, y lo bien que se trata, se niega a comer merluza. Asegura que en Venta de Baños se siente la influencia del Cantábrico. Por fortuna, nuestros coches son incomunicables, y me dejan solo”[xii].
En Madrid se granjea una sólida carrera como funcionario de la Junta Central de Patronato de Ingenieros y Obreros Pensionados en el Extranjero, creada en 1910, año en el que Feliciano Álvarez desempeña el puesto de auxiliar de primera. En 1920, la Junta pasa al Ministerio del Trabajo y Álvarez se convierte en su secretario, cargo que ocupa al menos entre los años 1920 y 1927. También fue secretario general de la primera Cooperativa de funcionarios públicos fundada por iniciativa del personal del Ministerio de Trabajo (1921)[xiii]. Vinculado a la administración social y laboral, le encontramos como vicepresidente primero del Comité paritario local de Médicos y Empresas y Mutualidades de Madrid (1927)[xiv] y como miembro del Instituto de Reeducación Industrial (1927)[xv]. En los años 1929 y 1930, es secretario general de la Junta Central de Perfeccionamiento Profesional Obrero.
Si Feliciano Álvarez González tan sólo hubiera sido un alto funcionario y un buen abogado con inquietudes culturales, el lastimoso olvido en que su persona se encuentra sería hasta cierto punto comprensible, pero por encima de todo fue un gran amante de Cangas de Onís, como dejó dicho alguien que conocía sobradamente los hechos que lo hacían acreedor a tan honroso título, el director del Instituto Laboral y de la Escuela de Trabajo, Fermín Rodríguez Losada[xvi].
Escuela Elemental del Trabajo (1934)
Porque Feliciano Álvarez, desde su puesto en la Junta Central de Perfeccionamiento Profesional Obrero, es el principal promotor de la Escuela Elemental del Trabajo de Cangas de Onís. Al respecto, el periódico El Sella será rotundo al afirmar que la escuela “fue obra de un solo hombre; de un cangués ilustre, de don Feliciano Álvarez González, quien calladamente consiguió su creación en el año 1929, que obtuvo de la Junta de Obras Culturales en el Ministerio del Trabajo los fondos suficientes, no sólo para levantar el hermoso edificio, sino para dotar todos los talleres de herramientas y utillaje necesario y en cantidades que llegaron a la importante suma de 152.500 pesetas, con la que se terminó el edificio en 1930”[xvii].
Esta modélica institución docente, de gran importancia y transcendencia social que junto al Instituto Laboral colocaba a Cangas de Onís en la vanguardia educativa española, era un centro de formación profesional que reunía, según el periódico socialista Avance, “condiciones probablemente no superadas en ningún establecimiento nacional de esta índole”[xviii]. Su organización se inspiraba en las normas establecidas en el Estatuto de Formación Profesional (1928) y, como centro de educación técnica, su objetivo era la instrucción de los trabajadores profesionales en las diferentes manifestaciones del trabajo industrial. En Cangas de Onís se formaban obreros mecánicos, electricistas, forjadores, carpinteros, ebanistas y fontaneros. La enseñanza era absolutamente gratuita, facilitándose a los alumnos todo el material; y se completaba mediante cursillos y conferencias de legislación, derechos obreros, higiene y organización del trabajo.
Construida la escuela, Feliciano Álvarez continuó beneficiándola con una nueva subvención de 22.200 pesetas para la instalación de un taller de relojería y mecánica de precisión. La primera escuela profesional especializada de España, lo que era su “mayor ilusión”, en palabras de Rodríguez Losada[xix]. Para ello había logrado que Ismael Miyar Intriago, de la saga relojera de Corao, completase su formación pensionado en el extranjero.
El 18 de enero de 1934, el Ayuntamiento de Cangas de Onís, aún contrariando los deseos de Feliciano Álvarez que había rehusado todo acto que diese publicidad a su labor, acordó dar su nombre a una calle de la ciudad, eligiendo aquella en la que había nacido, y solicitó a la Escuela del Trabajo que hiciese “la placa que ha de colocarse en la referida calle”. Feliciano Álvarez visitó Cangas de Onís en junio de ese año, pero ignoro si por entonces se realizó el homenaje previsto. Poco después, el 13 de abril de 1935, fallecía en Madrid, a los 57 años de edad. Transcurridos apenas dos meses, el señor Rodríguez Losada revelaba en El Sella un proyecto que, como homenaje de gratitud, aspiraba a perpetuar su memoria: la construcción de un monumento con su busto delante del pabellón de relojería de la Escuela Elemental del Trabajo, abriéndose una suscripción popular que encabezó el Ayuntamiento con 500 pesetas[xx].
La memoria de Feliciano Álvarez González se ha desvanecido casi por completo de nuestro acervo cultural y su nombre apenas nada significa, pero su amor por Cangas de Onís y su actividad constante en el Ministerio del Trabajo para dotar a su ciudad natal con un centro educativo de primer orden, rechazando toda publicidad y enaltecimiento personal y haciendo honor a los ideales de juventud que aspiraban a la regeneración de España, bien merecen el sencillo recuerdo en estas líneas.
No he podido localizar ninguna fotografía suya a pesar de los buenos deseos y la colaboración de muchos cangueses a los que doy las gracias. Aunque don Feliciano rogó encarecidamente que las obras se hiciesen suprimiendo toda manifestación pública hacia su persona, “y con la sencillez con que se procedería a levantar un tabique”, sería muy satisfactorio, en lo personal, pero principalmente para el recuerdo de este benemérito hijo de Cangas de Onís, que entre los lectores apareciese alguna persona que nos la pudiera proporcionar.
Francisco José Pantín Fernández
Artículo publicado en Fiestas de San Antoniu : Cangas de Onís : junio 2014 : fiesta declarada de interés turístico regional, Cangas de Onís, Sociedad de Festejos de Cangas de Onís, 2014.
[i] Anales de la Universidad de Oviedo, Oviedo : Establecimiento tipográfico de Adolfo Brid, 1905, p. 298.
[ii] El Progreso de Asturias, año III, núm. 420, 8 de mayo de 1903, p. 2.
[iii] Álvarez González, Feliciano, “Hechos y Explicaciones por Spencer”, en Helios, [Madrid], año I, núm. XII, 1903, pp. 625-627.
[iv] El Gráfico, Madrid, año I, núm. 162, martes 22 de noviembre de 1904, p. 2.
[v] Íd., año I, núm. 190, martes 21 de diciembre de 1904, p. 4.
[vi] Lorenzo, Anselmo, El proletariado militante: memorias de un internacional, Barcelona, Antonio López, [192-?]-1923.
[vii] El Imparcial, Madrid, año XXXIX, núm. 13.745, 3 de julio de 1905, p. 1.
[viii] Martínez Neira, Manuel, “Hacia la madurez de una disciplina. Las oposiciones a cátedra de Historia del derecho español entre 1898 y 1936”, en Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, 5 (2002).
[ix] El Orden, Cangas de Onís, año I, número 6, 7 de febrero de 1914, p. 3.
[x] “Homenaje al Sr. Zaragoza” en El Auseva, Onís (sic), 28 de agosto de 1915, año XXV, núm. 1.273, p. 2.
[xi] Azaña, Manuel, Obras completas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, tomo I, p. 768. Edición de Santos Juliá.
[xii] Azaña, Manuel & Rivas Cherif, Cipriano de, Cartas 1917 – 1935 (inéditas), Valencia, Pre-textos, 1991, p. 36. Carta de Azaña a Rivas Cherif, fechada en La Coruña el 19 de julio de 1924.
[xiii] La Libertad, Madrid, año IV, núm. 794, 18 de junio de 1922, p. 3
[xiv] España Médica, Madrid, año XVIII, núm. 529, 1º de diciembre de 1927, p. 33.
[xv] El Sol, Madrid, año XI, núm. 3.113, miércoles 27 de julio de 1927, p. 4.
[xvi] El Sella, Cangas de Onís, año III, núm. 85, 15 de junio de 1935, pp. 2-3.
[xvii] Íd., año I, núm. 9, 30 de diciembre de 1933, p. 2.
[xviii] Palacios, Emilio, “Cangas de Onís, como uno de los más importantes centros turísticos de nuestra provincia, aspira a obtener de los poderes públicos la atención que merece, en favor de sus iniciativas”, en Avance, Oviedo, año II, núm. 179, viernes 10 de junio de 1932, p. 7.
[xix] Vid. nota 16.
[xx] Íd.