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Corao, 9 de agosto de 1888 — 7 de agosto de 1961. Fotógrafa profesional.
Hasta época reciente, la presencia de la mujer en la historia de la fotografía en España ha sido escasísima. En el siglo XIX, muy pocas mujeres aparecen citadas como fotógrafas profesionales: Madama Fritz, extranjera que trabajó en España en la década de 1840 a 1850, la almeriense Amalia López Cabrera y las catalanas Anaïs Napoleón y Dolores Gil de Pardo. En esos años, la poetisa Eulalia de Llanos dedicaba el poema “Dagarrotip” al feliz descubrimiento de la fotografía[i].
En la segunda y también exigua generación de fotógrafas, las nacidas a finales del mencionado siglo, se encuadra la única que se dedicó de manera profesional a la fotografía en Asturias antes de la Guerra Civil, Benjamina Miyar Díaz[ii]. Aún siendo una de las personas más recientes entre las reseñadas en este libro, apenas podremos desgranar unos datos sobre su vida, pues la discreción que la caracterizó y la desaparición, a su muerte, de la documentación familiar no nos permitirá realizar más que un mínimo esbozo biográfico.
Benjamina Miyar Díaz nació en Corao, a las siete de la tarde del día 9 de agosto de 1888, hija del relojero Roberto Miyar Álvarez y de María Manuela Díaz Montero, aquél de Corao y esta natural de Santiago de Juvencos (Lugo), como su tía, Ramona Díaz Mariño, viuda de Roberto Frassinelli Burnitz[iii] y madrina de bautismo de Benjamina. Fue padrino un buen amigo del padre, el adinerado empresario León Díaz Rubín, representado en su ausencia por Francisco Estébanez, uno de los operarios de la fábrica de relojes de Basilio Sobrecueva[iv].
Nacida en una familia de libreros y relojeros, Benjamina crece observando a su padre Roberto y a su tío Ismael, dedicados a la fabricación de los afamados relojes de Corao, y participando en un ambiente donde el trabajo manual más exquisito se combina con la técnica. Y en el microcosmos que definen los muros de la finca familiar de la Calle l’Agua, comparte con hermanas y primas el gusto por el arte y la literatura, herencia espiritual de tres generaciones de libreros instalados en Madrid.
En ese entorno familiar, complementado por la educación que reciben en la escuela de niñas de Corao y quizá también en el colegio de Cangas de Onís regido por su tío político, el maestro de Instrucción Primaria Melquíades Vázquez Mariño[v], se forman las hijas de los Miyar, siempre discretas y reservadas, fortaleciendo su singular sensibilidad para el arte y la naturaleza. Dos serán las que destaquen sobre las demás, Armida, delicada pintora, y Benjamina que al dedicarse a la fotografía aunará en su persona los dos aspectos de la cultura familiar, el artístico y el técnico.
Benjamina, de natural sensible pero también recia y vigorosa, se convierte, desde muy joven, en el sostén familiar pues su madre se ha quedado ciega. Al tiempo, compone y repara relojes, ayudando a su padre en el taller de relojería. Y entretanto, de manera autodidacta, dicen que “leyendo revistas”, adquiere los conocimientos precisos para dedicarse a la fotografía. A diferencia de la mayoría de las mujeres pioneras, hijas o esposas de fotógrafos, Benjamina carece de antecedentes familiares en el oficio y los motivos que la animaron a dedicarse a la fotografía nos son desconocidos. No obstante, después de analizar el conjunto fotográfico que ha llegado hasta nosotros, gracias a la labor de recuperación de la Asociación Cultural Abamia y a la desinteresada colaboración de muchos de los vecinos del concejo de Cangas de Onís, considero que la fotografía fue para Benjamina Miyar el instrumento que le permitió atrapar la belleza que su alma de artista hallaba en sus vecinos.
Cuando Benjamina se inicia en la profesión, visitan Corao fotógrafos importantes que pudieron orientarla en sus primeros pasos, como el madrileño Pelayo Infante[vi] y Modesto Montoto, de Infiesto, reportero que a principios de la segunda década del siglo XX realiza una serie de fotografías en Corao, en alguna de las cuales se observa a la propia Benjamina en compañía de sus primas. Estos fotógrafos nos han dejado excelentes instantáneas de grupos, pero en la obra que conocemos de Benjamina Miyar el reporterismo, la labor de fotógrafo de acontecimientos, queda en segundo plano, con escasas imágenes de interés. Evidentemente, no faltan retratos colectivos de vecinos, escolares o niños que realizan sus primeras comuniones, o de algún suceso importante con el que se sentía plenamente identificada, como el “Homenaje a la Vejez” organizado por la Sociedad de Labradores “El Despertar” pero no fue este terreno en el que Benjamina se encontrase más cómoda.
En el retrato Benjamina logra la máxima expresión de su trabajo donde manifiesta con libertad, sin el imperativo del instante fugaz y perentorio, su concepción artística de la fotografía. Con el retrato se aferra a la belleza que observa en sus vecinos, capturando en sus rostros fotografiados la sencillez del campesino, la candidez de la joven o la dignidad serena del retratado, sea un vecino humilde o un prócer, sea Fanjul o don Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias. Y cuando la ocasión lo requiere, ilumina las fotografías o cambia sus formas con variados recortes, aportando un sutil toque femenino.
En un pequeño cuarto de la planta baja de la casa de Corao instala su taller, allí revelará durante décadas centenares de fotografías de la vida y habitantes de la comarca, convertida la fotografía en su medio de vida. La finca familiar se convierte en el escenario de sus fotografías de estudio, donde juega con las composiciones, en ocasiones de carácter costumbrista, o los atuendos que visten sus modelos, a los que acicala con peinados y sombreros, sustituyendo, si fuese preciso, una prenda raída con otra confeccionada por ella misma o por sus primas. En una atmósfera de tranquilidad, la cámara da su aprobación al fotografiado, retratado por Benjamina Miyar en su singularidad, captando en ese instante fugaz la belleza humana que la dura cotidianidad esconde y que sólo una mirada artística como la suya es capaz de desnudar, revelando el temperamento íntimo del retratado, acercándose al otro desde el respeto, con una paciencia más propia del pintor que del fotógrafo, sublimando en ese momento único la que pudiera ser única imagen para el recuerdo de la persona fotografiada.
De 1914 es el retrato de Antón Santos, el Perexilu, y cuatro años después la revista Mundo Gráfico publica una fotografía de los bailarines del corri-corri, durante la celebración de la fiesta del XII Centenario de la batalla de Covadonga[vii]. En ese mismo año 1918, se publican dos gacetillas en los semanarios cangueses El Popular y El Orden, que nos ofrecen brevísimas noticias sobre los primeros pasos fotográficos de Benjamina Miyar. El primero se hace eco de un artículo recibido en la redacción del periódico, con motivo de la construcción de un gramófono por el relojero Roberto Miyar en el que el articulista también menciona las fotografías de Benjamina “que se ofrecieron a su vista en el expresado taller”, de la que elogia su inteligencia pues “sin haber salido de la aldea en que naciera, sin haber recibido lecciones de ningún maestro, posee cualidades tan sobresalientes que pudiera comparársele con los fotógrafos de más renombre”[viii]. Unos meses después, El Orden de Cangas de Onís publica otra nota en el mismo sentido:
Ha llamado nuestra atención la colección de postales que se exhiben en Corao en el establecimiento de relojería de nuestro particular amigo don Roberto Miyar, labor ejecutada por su simpática hija la señorita Benjamina, que está demostrando alma artística de primer orden. La que se exhibe referente al «Raposín de Llerices», es modelo acabado de perfección que revela el genio. Siga la inspirada joven por el camino emprendido, segura de cosechar triunfos en la difícil empresa en que revela tan excelentes aptitudes[ix].
Benjamina Miyar Díaz. Fotografía: Hugelmann.
Cedida por doña María Josefa Vega Álvarez.
Ya no era tan joven Benjamina, pues contaba entonces 30 años. Esta primera época, que llega hasta la guerra civil, es la más prolífica de su trayectoria pues a la vitalidad de su juventud añade los medios técnicos necesarios.
La Guerra Civil española determina la segunda etapa de su vida personal y profesional. De aquellos lóbregos días ha quedado el recuerdo de su permanencia a la puerta del taller de su padre para evitar el pillaje de las tropas nacionales durante su entrada en Corao. Un taller que aún conservaba en el calendario la fecha del 24 de enero de 1935, día en que falleció Roberto Miyar mientras trabajaba. Benjamina, que veneraba su figura y mantenía firmes valores de respeto hacia sus mayores, nunca quiso que se cambiase.
De ideología republicana, durante la posguerra mantuvo contacto con algunos guerrilleros. En La brigadilla, José Ramón Gómez-Fouz, al referirse a una fotografía en la que aparecen Canor el de Santa Rosa, Marcelino Fernández, el Marico, y Cándido Camblor, Bardial, anota que fue realizada por Benjamina cerca de Corao y que “antes de ser revelada, la autora fue detenida e ingresada en prisión”[x]. En la cárcel de Cangas de Onís sufrió palizas y según sus familiares, Joglar, jefe de la contrapartida en la zona, la torturó personalmente. Allí, en una celda heladora, la vio una adolescente Matilde Uca Mallén, que recuerda la figura impresionante de una mujer muy alta y delgada que tejía una bufanda «con los guantes puestos». Y le preguntó qué hacía allí una fotógrafa tan buena como ella, a lo que Benjamina respondió que estaba presa por defender la República. En Gijón, adonde fue trasladada, la visitó su prima Eloísa, que la encontró con el cuerpo amoratado de las palizas. Allí la vio en compañía de Erundina, propietaria de la jabonería Astur, y de la dentista Piñole[xi].
Bien conocida es la protección que dispensó a Fernando Prieto Moro, (a) Alegría, que hasta el año 1945 se mantuvo huido en los montes próximos a Corao, bajando con asiduidad al pueblo a pesar de la vigilancia de la Guardia Civil, que registraba con frecuencia la casa de Benjamina Miyar, donde sospechaba se ocultaba, como en efecto ocurría en algunas ocasiones[xii]. La madre de Alegría había trabajado como criada en casa de Roberto Miyar Álvarez y seguramente habrían sido muchas las ocasiones en que el niño acompañase a su madre a la casa de los Miyar en Corao, donde sería objeto de las atenciones de las jóvenes de la familia. No ha de extrañar que Benjamina lo socorriese en tan penosas circunstancias.
Aniquilada la guerrilla, en las últimas décadas de su vida encuentra de nuevo la tranquilidad y en los aún difíciles y necesitados tiempos cuida de sus primas y su ahijada Felisa, dedicándose a la fotografía y el arreglo de relojes como medios para ganarse la vida. Cuando su primo Ismael regresa de las cárceles franquistas de Bayona y Figueirido donde ha estado preso seis años por sus ideas políticas, le cede el trabajo de relojería dedicándose a la fotografía que no abandonará hasta el último momento.
Enferma de cáncer, dos o tres años antes de su fallecimiento es operada en Palencia, donde vivían su prima Isaura y su ahijada Felisa, pasando luego a Madrid para recibir tratamiento de radioterapia. Regresa a Corao donde vive, al cuidado de su buen amigo el doctor René Octavio de la Cuesta, hasta su fallecimiento.
Francisco José Pantín Fernández
Artículo publicado en: Pantín Fernández, Francisco José & Meneses Fernández-Baldor, María del Carmen, Hombres y Mujeres de Abamia, Corao, Asociación Cultural Abamia – Excmo. Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2013, 2.ª edición, pp. 205-212.
[i] Llanos Noriega, Eulalia, Colección de composiciones poéticas de la señorita Doña Eulalia de Llanos y Noriega publicadas por su y hermana la Señorita Doña Teresa, Gijón, Imp. y Lit. de Torre y Compañía, 1871, pp. 305-308.
[ii] Otra mujer dedicada profesionalmente a la fotografía durante el primer tercio del siglo XX fue la llanisca María Luisa García que en 1925 al fallecer su padre, el fotógrafo Cándido García, queda al frente del establecimiento familiar. Era hija y nieta de fotógrafos pues su abuelo, Macario García Arévalo, se había establecido en Cangas de Onís en 1891 y 1892, pasando luego a Ribadesella, donde falleció en noviembre de 1893. María Luisa García trabajó como fotógrafa hasta el año 1930, cuando se casa con un viajante catalán, Emilio Ferrer, y se traslada a Barcelona. En ese año 1925, se publica Asturias, paraíso del turista, de Antonio Pérez Pimentel, libro en el que figuran varias fotografías de la ciudad de Cangas de Onís realizadas por Amparito Sordo Sotres, fotógrafa de la que no podemos ofrecer más datos.
[iii] Padrino, a su vez, de Roberto Miyar Álvarez y gran amigo de Benito Miyar y Con, abuelo de Benjamina.
[iv] Archivo parroquial de Santa Eulalia de Abamia, Bautismos, 1879-1892. “Corao / 9 de agosto / Benjamina Miyar Díaz, hija de Roberto y de M.ª Manuela / En la Yglesia parroquial de Sta. Eulalia de Abamia a once de Agosto de mil ochocientos ochenta y ocho yo D. Domingo Ant.º Caso, cura propio de la espresada parroquia bauticé solemnemente una niña que nació en Corao el día nueve de dicho mes, y se llamó Benjamina: es hija legítima y de legítimo matrimonio de Roberto Miyar Álvarez y de M.ª Manuela Díaz Montero, vecinos de Abamia, y naturales él de la misma, y ella de Santiago de Juvencos, Diócesis de Lugo. Abuelos paternos, Benito y Joaquina, vecinos de Abamia y maternos Domingo y Antonia, vecinos de Juvencos. Fueron padrinos D. Fran.co Estébanez en nombre de D. León Díaz [Rubín], natural de Margolles, y D.ª Ramona Díaz, que no tocó, advertí lo debido, y lo firmo fecha ut supra. = Domingo A. Caso”.
[v] Natural de Beade (Orense), casado con Armida Miyar Álvarez, tía de Benjamina, en la iglesia parroquial de Abamia, el día 16 de junio de 1864.
[vi] Pelayo Infante Montayo. Madrid, h. 1852 – Cangas de Onís, 14 o 15 de mayo de 1925. Fotógrafo establecido en Cangas de Onís en la segunda y tercera décadas del siglo XX, donde falleció a los setenta y tres años, soltero y sin hijos. En marzo de 1912, toma fotografías de la manifestación contra la Compañía del Tranvía de Arriondas a Covadonga, celebrada en Cangas de Onís, y se le califica de “reputado fotógrafo de Llanes” (El Auseva, Cangas de Onís, 6 de abril de 1912, año XXII, núm. 1.096, p. 3). Antonio Nava Valdés, en su obra Turismo = Asturias (Guía para el turista), (Luarca, Talleres Gráficos de Ramiro P. del Río e Hijo, 1914), da las gracias a cuantas personas le ayudaron en la realización del libro, enumerando los fotógrafos y personas que aportaron sus trabajos, citando entre ellos a Pelayo Infante, “el redactor artístico y fotógrafo de Cangas de Onís, que me acompañó tantas veces y que a pesar de su modestia ha colaborado con hermosas composiciones”.
[vii] Mundo Gráfico, núm. 365, 1918.
[viii] El Popular, núm. 73, 23 de febrero de 1918.
[ix] El Orden, año V, núm. 232, 9 de junio de 1918.
[x] Gómez-Fouz, José R., La brigadilla, Gijón, Silverio Cañada editor, 1992, p. 130.
[xi] Conversación con Felisa Arduengo Miyar, ahijada de Benjamina, hija de su prima Amelia Miyar Intriago.
[xii] El día 5 de noviembre de 1945 la Guardia Civil le dio muerte en Corao, a los 37 años de edad.