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Corao, bautizado el 17 de noviembre de 1755 – Ciudad de México, 29 de noviembre de 1819. Militar. Caballero de la Orden de Santiago. Coronel del Regimiento de Infantería Provincial y Sargento Mayor de la plaza de México[i].

Antonio de Vega, cura párroco de Santa Eulalia de Abamia, lo bautizó el día 17 de noviembre de 1755, sin dejar constancia de la fecha de su nacimiento[ii]. Sus padres, José Fernando de Noriega y Soto, de la Casa de Noriega en Corao, y Josefa Tomasa de Robredo y Nava, natural de Llanes, habían contraído matrimonio el 4 de mayo de 1749 en la parroquia de San Juan de Parres, de la que ésta era vecina, como viuda de Jacinto Flórez Abarca, regidor perpetuo del concejo de Parres, consejero y contador de Cruzada, que la instituyó como su única y universal heredera, legándole una cuantiosa fortuna.

Juan de Noriega hace sus estudios en Llanes, solar de su familia materna. Antonio José de Mendoza, procurador síndico general del concejo en 1813 y testigo en las pruebas de nobleza para el hábito de Santiago declara que fueron compañeros. Residiría, probablemente, en la casa de su abuelo Cosme de Robredo, llamada Las Escortes, “situada en la calle que va desde el mercado a la fuente” en el casco viejo de la villa[iii].

En Nueva España, Juan de Noriega labra una sólida carrera militar, según escribe Elviro Martínez, iniciada a finales de 1779 o principios de 1780, en el Regimiento de Infantería Fijo de la Corona, donde sirve a las órdenes de Bernardo de Gálvez en las campañas de Luisiana y de la Florida Occidental[iv]. Por nombramiento de 20 de abril de 1780, se le concede “una subtenencia de bandera”. En 1787, es propuesto por sus mandos para teniente del mismo[v]. Su hermano José, también en Nueva España, con negocios en la hacienda minera de San Rafael (Guanajuato), escribe a la familia de Corao en el año 1792 y sobre la carrera militar de Juan de Noriega dice que “hace tres años que entró de primer ayudante de su regimiento”. Poco después, en otra carta, sin fechar, añade: “Juan queda bueno en Veracruz hace tres años, sirviendo la plaza de Ayudante Mayor de su regimiento con admirable estimación de todos y ahora voy a ver a costa de alguna regalía en la Corte como le consigo el grado de capitán. En su clase de teniente se halla ya más del centro de modo que creo es el quinto. Mi intención es que en llegando a capitán se le haga una permuta para España”. No fue tal, pues en 1797 José comunica a la familia el nuevo destino de su hermano: “Juan queda bueno, aunque distante de aquí 50 leguas en la ciudad de Celaya donde es Sargento Mayor de aquel regimiento de milicias, a donde pasó con sólo una guardia de capitán que hizo en el Regimiento de Infantería de la Corona, donde principió y continúa su servicio hasta haber sido en él capitán”[vi]. Al año siguiente, José de Noriega escribe a Sebastián de Posada y Soto y le dice que Juan “se halla acantonado en el castillo de San Carlos de Perote”, del que es gobernador el primo de ambos y hermano del destinatario, Joaquín de Posada y Soto.

El 27 de julio de 1800, el virrey de Nueva España, Félix Berenguer de Marquina, propone su traslado al Regimiento de Infantería Provincial de la Ciudad de México como Sargento Mayor del mismo[vii]. En 1801 ya se encuentra en su nuevo destino, según Elviro Martínez que añade: “se le alaba por su habilidad para la organización y por su buena gestión como comandante de la Columna de Granaderos Provinciales de Jalapa”.

El 19 de octubre de 1805, a la edad de 46 años, Juan de Noriega contrae matrimonio, en la Ciudad de México, con la joven de 21 años, María Luisa Martín Vicario[viii], hija del acaudalado comerciante Gaspar Martín Vicario[ix] y viuda de Antonio Guadalupe Vivanco, segundo marqués de Vivanco. Fueron padres de dos niñas: Ana María y María de la Cruz Diodora Noriega Vicario.

familia Vicario

Retrato al óleo de la familia de Gaspar Martín Vicario en el año 1793, obra realizada por Domingo Ortiz. La niña vestida de azul es María Luisa Martín Vicario, futura esposa de Juan de Noriega Robredo. Publicado en: Sabau García, María Luisa, México en el Mundo de las Colecciones de Arte : Nueva España 2, México, Universidad Nacional Autónoma de Mexico, 1994, p. 23.

A mediados del mes de julio de 1808, llegaron a Nueva España las noticias de los acontecimientos que la entrada de las tropas napoleónicas habían ocasionado en España: las abdicaciones de Carlos IV y su hijo Fernando en Bayona, su confinamiento en Francia y la sumisión de las autoridades centrales a Napoleón. Ante estos hechos, el gobierno municipal de la Ciudad de México solicitó al virrey José Iturrigaray la convocatoria de una junta de las principales autoridades con representantes de otras ciudades de Nueva España, pues el reino había caído y era preciso nombrar tutores que lo conservaran para su soberano legítimo. Sin embargo, la Real Audiencia entendió que no era necesario pues las instituciones del virreinato se mantenían y todos estaban dispuestos a reconocer a Fernando VII como el único rey legítimo. Insistió el ayuntamiento en su petición, aceptando el virrey, lo que causó la protesta de la Audiencia y una creciente tensión entre las diferentes autoridades y los respectivos grupos sociales, criollos y peninsulares, que las apoyaban. Entre agosto y principios de septiembre, Iturrigaray convocó cuatro Juntas Generales que estuvieron de acuerdo en no reconocer el gobierno títere de José Bonaparte y ayudar el esfuerzo español de guerra, a la espera del regreso de Fernando. Pero al constituirse en Sevilla la Junta Suprema de España e Indias, con la pretensión de representar la soberanía de todos los territorios en ausencia del rey, se polarizan las opiniones. La insistencia del virrey en convocar una nueva junta con todos los representantes de Nueva España tornan dudosas su conducta y lealtad a ojos de los españoles residentes en México y en la noche del 15 de septiembre, un grupo comandado por Gabriel de Yermo lleva a cabo un golpe de mano que pone al virrey Iturrigaray, con su familia, sus socios más cercanos y las figuras principales del Gobierno municipal bajo arresto, siendo forzado, con posterioridad, a regresar a la península[x].

El populacho habla y algunas voces acusan a Juan de Noriega, Sargento Mayor de la Ciudad de México en la noche del 15 de septiembre, de entregar al virrey. Y la sospecha queda flotando en el ambiente pues un año después, en la noche del 30 de octubre de 1809, el virrey y arzobispo de México, Francisco Javier de Lizana y Beaumont adopta medidas conducentes a garantizar la seguridad del Real Palacio sin informar a Noriega, Mayor de la plaza, que considera tal decisión una ofensa a su empleo “y dar a entender bien claro no se tenía la confianza suficiente de mis procederes y conducta”[xi], renunciando temporalmente a su empleo de Sargento Mayor pues a un oficial de honor —dice— no le era decoroso continuar sirviendo en aquellas circunstancias[xii].

El 13 de febrero de 1811, Fernando VII hace gracia y merced del hábito de la Orden de Santiago, en atención a sus méritos y servicios, a Juan de Noriega, por entonces al mando del Regimiento de Infantería Provincial de México[xiii]. Ese mismo año, Juan López Cancelada, propietario y redactor de la Gazeta de México, que había sido desterrado a España por el virrey Lizana publica en Cádiz La verdad sabida y buena fe guardada[xiv], obra en la que inculpaba al depuesto Iturrigaray en los sucesos del año 1808. El folleto produjo una ruidosa polémica al ser contestado por José Beye de Cisneros, diputado en las Cortes de Cádiz en representación de la Ciudad de México, con el Discurso que publica Don Facundo de Lizarza, vindicando al Excelentísimo Señor Don José Iturrigaray de las falsas imputaciones de un quaderno titulado, por ironía, Verdad sabida y buena fe guardada.

Este folleto se hace eco de la rumorología popular y desliza una una grave acusación para Noriega:

La prisión del Virrey necesitaba partido entre los Oidores, que componen el Acuerdo; partido con los Gefes que mandaban las tropas acantonadas; con los Oficiales de la Guardia del Virrey, con el Mayor de la Plaza para que no impidiera; con el Capitán de Artillería para que la entregara (se dice que a estos dos últimos se compraron)[xv].

Sabemos cuales fueron los sentimientos de Noriega al leer las líneas que anteceden:

Al leerlas la sangre corría violentamente por mis venas, y una justa indignación me dictó rasgar el infame papel que tan atrozmente me calumniaba. ¿Y como podía, Señor Exmo., no sentir estos funestos efectos viéndome acusado en cuatro palabras de un vil, venal, traidor, y que por una sórdida avaricia y ratero interés había prostituido las obligaciones de mi empleo, y los más sagrados deberes de un Oficial de honor y de un honrado ciudadano? ¿Qué más se podría decir del hombre más ruin y despreciable de la plebe? ¿Qué más ageno del honor de un Oficial y bochornoso de mi educación, honradez y nacimiento? Ni se ha dicho, ni cometió más el traidor Judas, a cuya conducta se equipara y en un todo se identifica la mía. Si acaso se digera de mí lo que de otros en ese calumniante papel, que conspiraron contra el Sr. Iturrigaray por resentimientos particulares fuera igualmente falso, pero menos bochornoso. ¿Mas decir que lo entregué por cohecho? Solamente amparado de una distancia tan larga, pudo atreverse el charlatán de su autor a estampar semejante calumnia[xvi].

Expone Juan de Noriega al virrey Francisco Javier Venegas y Saavedra que si no reclamase contra esta calumnia ni tendría honor ni sería digno de servir a sus órdenes y le pide una justa satisfacción, solicitando se haga una información pues “por ella aparecerá más claro que la luz del medio día, no solo ser falso haber recibido el cohecho que ese infame papel y las maldicentes lenguas de algunos me atribuyen; pero aún no tuve parte alguna directa ni indirectamente en la prisión del Sr. Iturrigaray”.

Al objeto de llevar a cabo dicha información, con fecha 9 de octubre de 1812, pide se citen a declarar a un numeroso grupo de testigos, entre los que se encuentran Gabriel de Yermo, principal autor de la prisión de Iturrigaray, José Martínez Barenque, su colaborador, que dio aviso a Noriega para que se presentase en Palacio, reclamado por las nuevas autoridades, el Excmo. Sr. D. Pedro de Garibay, virrey nombrado tras el golpe, y los ministros del Real Acuerdo, Miguel Bataller y José Mesía, entre otros. El propio Bataller es nombrado auditor de la información.

Contestó el primero el capitán Gabriel de Yermo quien aseguró que “es cierto que ni en las citaciones que se hicieron, ni en manera alguna se comunicó con el Sr. D. Juan de Noriega la prisión de dicho Sr. Iturrigaray, ni se le dio aviso de sus intenciones”. El capitán José Martínez Barenque afirmó “que absolutamente se contó con el Sr. Coronel Mayor de Plaza D. Juan de Noriega para la prisión del Sr. Iturrigaray, sino por el contrario enteramente se le ocultó”. Y que cuando fue a su casa para requerir su presencia en Palacio, lo encontró “sentado en la cama al lado de la Señora su esposa”, que le contó lo acaecido instándole a que le acompañase y que en el principal de la casa extendió las órdenes oportunas para los cuarteles y de allí pasaron a Palacio donde estaban juntas parte de las autoridades y se mantuvo allí hasta que se formó el nuevo gobierno y que recibió de él las órdenes oportunas que desempeñó con la actividad y celo que fue público. Que cuando llegó a su casa “la encontraron en la mayor quietud y sosiego”.

El regente Tomás González Calderón, después de alabar las aptitudes de Noriega, añadió: “Tengo una especie confusa de haber oído (aunque no recuerdo a quien) que se contaba con dicho Sr. Noriega, o que tuvo noticia del arresto; pero sí estoy cierto que la oí con el desprecio que correspondía a la idea anticipada que tenía de su recomendable conducta”. El ex-virrey Pedro Garibay declara que Noriega no se encontraba entre los que, acaudillando el golpe, requirieron su presencia para ponerse al frente del virreinato y según entendió después “no se mezcló en cosa alguna y que por el contrario fue uno de los sugetos que constantemente se desvelaron y trabajaron para cuidar la quietud del público, tanto en aquella noche como en los días subsecuentes, lo que ejecutó con la mayor eficacia y acierto; de modo que me consideré obligado a recomendarlo, como lo hice repetidas veces a nuestro Supremo Gobierno”. Otros muchos declararon en parecidos términos.

Tras las declaraciones, realizadas en el año 1812, el expediente queda a la espera del informe del auditor que se demora hasta el 12 de mayo de 1816, cuando Bataller emite su dictamen:

Exmo. Sr. = En la noche que se verificó la prisión del Exmo. Sr. Iturrigaray supuse como era natural que para ella se habría contado con la tropa, o por lo menos con la plaza; pero después me desengañé y entendí que los que la hicieron no contaron en la substancia con más auxilio que el de sus fuerzas y su despecho; en cuyo concepto estoy hasta ahora, así como en el de que el Sr. Coronel D. Juan Noriega no tuvo noticia anticipada ni parte alguna en el suceso, mas que lo mucho que trabajó después de acaecido en conservar el orden y cumplir las que a este fin se le comunicaron por el Real Acuerdo, dando esta prueba más de la honradez, fidelidad y zelo, que anteriormente tenía acreditada, y ha confirmado después. México 12 de Mayo de 1816. = Exmo. Sr. = Miguel Bataller[xvii].

Esta investigación oficial sobre su conducta, no es la única medida que Noriega adopta para defender su honor, pues en 1812 publica El Sr. D. Juan de Noriega sobre la difamación que le irroga el papel titulado: Vindicación del Excmo. Sr. Iturrigaray, el primero de los dos folletos que la familia da a la imprenta para reivindicar su buen nombre[xviii].

Juan de Noriega Robredo fallece en México el 29 de noviembre de 1819. Dos años después, su viuda e hijas publican un segundo impreso, Vindicación del difunto Señor Coronel D. Juan de Noriega contra las expresiones que en mengua de su honor, se han estampado en un papel impreso recientemente en esta Corte con el título de: Censura particular etc, en respuesta a otro, aparecido poco antes: Censura particular e imperial del cuaderno titulado : verdadero orígen, carácter, causas, resortes, fines y progresos de la revolucion de Nueva España y defensa de los europeos en general residentes en ella y especialmente de los autores de la aprehension y distitución del virey D. José de Iturrigaray en la noche del 15 de septiembre de 1808 contra los falsos calumniadores que los infaman y atribuyen al indicado suceso, á opresión, agresiones y ofensas de su parte contra los americanos la desastrosa revolución que ha asolado este reino, impreso en la oficina de D. Juan Bautista de Arizpe en 1820 y publicado en estos días, obra de “El amigo y defensor de los buenos europeos”[xix], en el que se reproducía “la calumnia que desde 811 vomitaron las prensas de Cádiz contra nuestro esposo y padre el virtuoso Coronel D. Juan de Noriega”.

En la Vindicación se reproducen los documentos y declaraciones de testigos en la información que Noriega había demandado al virrey Venegas, acompañados de una breve introducción, que arroja algunos detalles sobre su situación económica:

el motivo de cooperación que asignan los dos escritores mencionados, no puede dejar la menor duda de la falsedad y calumnia. ¿Un hombre siempre y abundantemente favorecido con bienes de fortuna; tan desinteresado que desde Junio de 811 cedió sus sueldos, que ascendieron hasta el de 816, con otros donativos, a quince mil ochocientos cuarenta pesos; que se retiró del servicio también sin sueldo alguno; un hombre que siendo Mayor de Plaza suplía cuanto necesitaban para habilitación las partidas que se despachaban, por cuyos suplementos aún se le restan cinco mil ciento veinte pesos; un hombre, en fin, tan generoso, que sin contar lo que perdonó y lo que se ignora o no se ha podido liquidar, tenía prestados ciento setenta y dos mil seiscientos ochenta y siete pesos, constantes en los inventarios jurídicos que se hicieron por su fallecimiento; se hará creíble a ninguno que se dejare alhagar de un vil interés hasta el grado de prostituirse y arrostrar con sus obligaciones militares? [xx]

Concluye la introducción del folleto, afirmando que “su lectura hará enmudecer a los calumniadores y borrará en el público la mancha que han echado en el honor siempre puro de Noriega, dulcísima herencia de su viuda y familia”.

Francisco José Pantín Fernández

Artículo publicado en: Pantín Fernández, Francisco José & Meneses Fernández-Baldor, María del Carmen, Hombres y Mujeres de Abamia, Corao, Asociación Cultural Abamia – Excmo. Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2012, pp. 33-41.

Notas

[i] El Sargento Mayor era el tercer oficial, después del Coronel y Teniente Coronel, en el escalafón del regimiento. Se encargaba de la instrucción y disciplina, ejercía las funciones de fiscal e intervenía en todos los ramos económicos. En cuanto jefe de plaza, ejercía funciones de policía, manteniendo el orden público en su lugar de destino.

[ii] Archivo parroquial de Santa Eulalia de Abamia, Bautismos, 1731 – 1774, fol. 107. “Yo el infra escripto Cura de S. Eulalia de Abamia y sus Anejos, certifico como en diez y siete de Nob.e del año de mil septec.tos cinq. ta y cinco, bapticé solemnemente a un Niño que se llamó Jun Baptista hijo legítimo de D.n Fern.do Josep de Noriega y de d.na Josepha thomasa de Robledo (sic); vecinos de Corao de esta Parrochia= fueron sus padrinos d.n Joseph Miyar y Noriega, y d.na María Josepha Gonz.z Toraño. todos vec.s de esta Parroq.ª y de la de S. Bicentte de Triongo; y p.ª que conste lo firmo. entre renglons = vec.s de Corao de esta Parrochia = valga. Antonio de Vega”.

[iii] Archivo Histórico Nacional, Secc. Ordenes Militares, Santiago, Juan de Noriega Robredo, leg. 97 mod. El interrogatorio a los testigos en el concejo de Llanes se realizó el 1º de agosto de 1813, declarando la mayoría, entre ellos el coronel Blas de Posada, gobernador militar del distrito, que habían conocido al pretendiente estudiando en la villa.

[iv] Martínez, Elviro, “Juan de Noriega Robledo, Sargento Mayor del Regimiento Provincial de México”, en El Oriente de Asturias, Llanes, núm. extraordinario, julio 1997. Al ser propuesto para teniente, en junio de 1787, se dice que llevaba en el servicio militar, desde cadete, siete años y cuatro meses y en su puesto de subteniente seis años. Archivo General de Simancas, SGU, LEG, 6982, EXP. 10. Y en 1812 afirma que lleva 33 años de servicio.

[v] México, 25 de junio de 1787. Simancas, SGU,LEG,6982,EXP.10. En este año, también se encontraban en Nueva España su hermano José, gravemente enfermo, y los hermanos Isidro y Tomás de Intriago, naturales de Corao.

[vi] Su nuevo destino es el Regimiento de Infantería Provincial de Celaya, y su nombramiento aparece publicado en la Gazeta de México, del lunes 11 de febrero de 1799, tomo IX, núm. 26, p. 207.

[vii] Archivo General de Simancas, SGU, LEG, 7010, 4.

[viii] Ciudad de México, 1784 – 1842. Hija de Gaspar Martín Vicario y Petra Elías Beltrán, fue bautizada el 22 de marzo de 1784. Del segundo matrimonio de su padre, con Camila Fernández de San Salvador, nació Leona Vicario (1789-1842), destacada figura de la Guerra de Independencia de México, a la que fue concedido el título honorífico de Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria por el Congreso de la Unión de México. María Luisa Martín Vicario contrajo primeras nupcias el 31 de marzo de 1799 en la Ciudad de México, con Antonio Guadalupe Vivanco Velázquez (1778-1800), con quien tuvo una hija, María Loreto Vivanco Vicario. Al fallecer Juan Bautista Noriega Robredo, contrae un tercer matrimonio, el 20 de noviembre de 1820, con Santiago Moreno Vicario, con quien tuvo otros dos hijos: María Luisa y Santiago Moreno Vicario.

[ix] Natural de Ampudia (Palencia), alcanzó fortuna en México en la minería y como almacenero de los productos llegados desde la metrópoli. Su riqueza le permitió gozar de una relevante posición social, como familiar del Santo Oficio de la Inquisición, regidor honorario y diputado del común de la Ciudad de México, diputado del Real Tribunal del Consulado y conjuez de Alzadas del Real Tribunal General de Minería.

[x] Eissa-Barroso, Francisco A, “The Illusion of Disloyalty: Rumours, Distrust, and Antagonism, and the Charges Brought Against the Viceroy of New Spain in the Autumn of 1808”, en Hispanic Research Journal, Vol. 11 No. 1, February, 2010, pp. 25–36.

[xi] Pidió que se le oyera en juicio pues pudiendo proceder esta actitud de algún informe negativo sobre su persona o de haber dado crédito a los maliciosos quería vindicarse plenamente de la sospecha o sufrir el rigor de la ley. Parece que su petición no fue atendida: “El tiempo y la experiencia que todo lo aclara y desenvuelve, y que acredita lo fundado de los juicios y temores, me ha hecho palpables los que expuse a S. E. I., y fueron desatendidos y despreciados”. Vindicación del difunto Señor Coronel D. Juan de Noriega contra las expresiones que en mengua de su honor, se han estampado en un papel impreso recientemente en esta Corte con el título de: Censura particular etc, Méjico, Imprenta de Ontiveros, 1821, p. 2. Sin embargo, en cartas de 15 y 26 de noviembre de 1809 el virrey Lizana ofreció testimonios vehementes sobre actuaciones y logros (Martínez, 1997).

[xii] Al declarar en la información promovida por Noriega, el regente Tomás González Calderón dice: “El Sr. Coronel D. Juan Noriega me ha debido siempre un alto concepto de inteligencia, zelo y actividad en el ejercicio de sus funciones militares, de modo que sentí mucho la separación en que estuvo por algún tiempo de las de Sargento Mayor de la Plaza, pues creía que ninguno era más a propósito para ocurrir con mejor suceso y prontitud a cualquiera alboroto popular, que debió temerse por la diversidad de opiniones desde que se verificó la prisión del Exmo. Sr. Iturrigaray” (Vindicación, p.20).

[xiii] A petición del propio Noriega: «Sabed que por parte de D. Juan de Noriega Sargento mayor de la plaza de México y del Regimiento de Infantería Provincial de la misma, se acudió a mi, solicitando le hiciese gracia y merced de hábito en la referida orden por los deseos que tenía de vivir en la observancia y Regla de ella por devoción al Bienaventurado Apóstol Santiago”. Las pruebas para su ingreso, fueron realizadas en el año 1813, de manera exhaustiva, por los señores Nicolás de Llano Ponte, Teniente General de los Ejércitos Nacionales y Benito Palermo Prieto, canónigo de San Marcos en León (AHN, Juan de Noriega Robredo).

[xiv] La verdad sabida y buena fe guardada. Origen de la espantosa revolución de Nueva España comenzada en 15 de setiembre de 1810. Defensa de su fidelidad. Quaderno primero. Cádiz, imprenta de D. Manuel Santiago de Quintana, año de 1811.

[xv] Discurso que publica Don Facundo de Lizarza, vindicando al Excelentísimo Señor Don José Iturrigaray de las falsas imputaciones de un quaderno titulado, por ironía, Verdad sabida, y buena fe guardada, En Cádiz, en la oficina de D. Nicolás Gómez de Requena, Impresor del Gobierno de S. M.; Plazuela de las Tablas. Año de 1811, pp. 56 y 57. José Beye de Cisneros publicó esta defensa bajo el nombre de Facundo de Lizarza, abogado de Iturrigaray. Hubo posteriores réplicas y contrarréplicas.

[xvi] Vindicación, pp. 3 y 4.

[xvii] Vindicación, p. 34. Se da así por concluido el expediente promovido por Noriega, que en fecha 27 de mayo de 1816 solicita se le de testimonio por duplicado para hacer el uso que le corresponda para la vindicación de su honor.

[xviii] México, Oficio de D. José Ignacio Negreiros, 1812.

[xix] México, imprenta de Ontiveros, 1821.

[xx] En 22 de junio de 1811, el nuevo virrey Francisco Javier Venegas “atendiendo a los servicios y méritos de don Juan de Noriega” le nombra “interinamente Coronel Veterano del Regimiento Provincial de Infantería”, con esta curiosa observación: “Por aora no ha de gozar de sueldo alguno, respecto haberlo cedido voluntariamente en calidad de donativo durante la guerra” (Martínez, 1997). Añade este autor que una comunicación del virrey del año 1817 donde se le alude como “Sargento Mayor que fue de la plaza de México y del Regimiento Provincial” es la última referencia que ha encontrando, si añadimos que en la Vindicación se computan los sueldos donados hasta 1816 no resulta aventurado concluir que en este año se retiró del ejército.