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Vista general de Cangas de Onís, hacia 1910. Col. José Manuel González Castro.

      ¿Con que ciudad, eh? Valiente ciudad; primero hubiera sido preciso hacerla de hecho, que de derecho nos correspondía sin ningún esfuerzo[i].

Los habitantes del concejo de Cangas de Onís vivieron durante el primer tercio del siglo XX un periodo de transformaciones sociales que necesita de una investigación profunda, un análisis que excede el propósito de este capítulo que no pretende ser sino una aproximación a una sociedad compleja que plantea interrogantes para cuya respuesta se necesitan datos y documentos, quizá inexistentes.

La expresión que encabeza estas líneas, publicada en El Auseva en el año 1915, refleja la frustración del periodista ante el deplorable estado en que se encuentra el callejón que comunica la carretera nueva con la calle San Pelayo y es paradigma del cambio que Cangas de Onís está experimentado, de aldea grande a ciudad, mudanza que más que urbanística es ideológica.

La vieja sociedad patriarcal, regida más por el derecho consuetudinario que por la ley, se resquebraja. En la inmutable y pacífica organización social donde el dominio de la tierra y la participación en la urdimbre de influencias políticas aseguraba a los propietarios el control del territorio, el respeto de su posición y el tranquilo disfrute de sus bienes, se han infiltrado ideas y forasteros que van a provocar convulsiones que trastornarán la normalidad y crearán una sociedad que si no es nueva al menos es distinta. Cambio que no será asumido por la facción conservadora del concejo que en 1928 todavía anatematizaba a la población al considerarla culpable de los males que sufre encontrando sus causas en el trastorno de las costumbres y “en el aumento creciente de las necesidades, en el afán de lujo y placeres, diversiones y comodidades, que va invadiendo hasta los pueblos más míseros, enervando la vida patriarcal de la familia campesina y haciendo olvidar las tradicionales creencias religiosas”[ii].

El argumento es interesado. Como publica El Auseva en un breve artículo titulado “La emigración”, los labradores necesitan proporcionarse lo que no tienen,

que es trabajo para dar pan a sus queridos hijos, y conste que no es el afán de riqueza, sino lo antes dicho: nadie por capricho desea abandonar el suelo patrio, es tan solo la necesidad imperiosa de satisfacer las exigencias de la vida.

Aquí todo está acaparado: el caciquismo, la influencia, la política, el dinero, la injusticia; el descaro con que lo hacen, desesperan a aquellos que teniendo disposición, buena voluntad, talento, conocimientos, honradez y todas cuantas aptitudes son necesarias, se mueren de hambre; porque no siendo suficientes dichos méritos, no cuentan con una mano protectora que los saque a flote y tienen por fuerza que buscar el pan de la emigración[iii].

Los inmigrantes que huyendo de la miseria vienen a trabajar a Buferrera, como los portugueses que llegan en 1918 “en una situación realmente lastimosa”, las mujeres que exponen su salud en los lavaderos de Comeya o los huelguistas de Arnao que se ven obligados a buscar trabajo en las minas de manganeso no tienen afán de lujo y placeres, tienen necesidad de una vida digna. Los analfabetos necesitan escuelas, las mujeres la capacidad legal y el sufragio que se les niega, los ancianos pensiones de vejez y los campesinos, que la mejora que hacen de las tierras de cultivo revierta en su beneficio. Estas y otras necesidades, lo único que abunda en la clase trabajadora, son la causa del cambio social, de la aparición en el concejo de “apóstoles del socialismo”, como el obrero segoviano Ramón Romanillos, el socialista bilbaíno Sabino Beltrán, que participa como orador en la celebración del primero de mayo de 1918, o Santiago Álvarez, conocido propagandista agrícola y secretario del Sindicato de Labradores Asturianos. Naturales del concejo, como Ángel Sarmiento González, han leído a Jean Jaurès y a Pablo Iglesias, y estudiado el funcionamiento de las organizaciones obreras de minas y fábricas. Aunque no es socialista, comprende que sólo sobre cimientos solidarios y de clase pueden los humildes llenar sus ansias de mejora colectiva.

La mejora de las carreteras y la entrada en funcionamiento del tranvía de Arriondas a Covadonga que permiten una fluida comunicación con el centro de Asturias, Santander y León facilitando los intercambios comerciales y el turismo, y el retorno de los indianos, dueños algunos de capitales cuantiosos, con nuevas mentalidades adquiridas en su estancia americana, modificarán en pocos años y de manera notable la sociedad de Cangas de Onís.

***

El crecimiento moderado de la economía española en los tres lustros iniciales del siglo XX resultaba insuficiente para hacer frente al importante crecimiento demográfico que España experimentaba pero la incesante emigración a ultramar, que alcanza su cenit histórico, compensaba en parte la debilidad económica de la nación. En el año 1911, leemos en El Aldeano, el total de la emigración española ascendió a 161.267 personas. En los puertos de Vigo, La Coruña y Santander embarcaron 79.222 emigrantes, la mayor parte gallegos y asturianos[iv], cuyas regiones buscaron solución al problema de los prófugos solicitando reiteradamente su indulto. Se argumentaba que Asturias y Galicia debían a la emigración su principal riqueza “sintetizada en el americano que siempre retorna a la madre patria deseoso de engrandecer el pueblo donde nació” y que mientras España conservó sus colonias, el emigrante asturiano era el primer soldado[v]. El número de mozos del concejo de Cangas de Onís que tenían que entrar en el sorteo de quintos del año 1918 era de 110 jóvenes. Muchos de ellos habrían emigrado a América y al no presentarse para la realización del servicio militar serían declarados desertores, lo que impedía su regreso a España hasta la prescripción del delito.

Si a las acuciantes condiciones económicas en que vivían las clases humildes de Asturias, se le unía un servicio militar de tres años y la guerra que España estaba sosteniendo en el norte de África contra las tribus rifeñas, que sorteaban los hijos de las clases pudientes mediante la redención a metálico o el sistema de cuota, no ha de extrañar que una inmensa mayoría de jóvenes buscase una vida mejor en las antiguas colonias americanas. A modo de ejemplo, diremos que en 1911 se devuelve a dos mozos cangueses del reemplazo de 1909, las 1.500 pesetas depositadas en la Delegación de Hacienda de la provincia para redimirse del servicio militar activo[vi]. Ese mismo año, ante la mejora de la situación de la guerra en Marruecos, se estima que no es preciso enviar más fuerzas a Melilla “por lo cual puede considerarse terminada la guerra para los efectos de la redención”. Había más de 20.000 soldados españoles destacados en Ceuta y Melilla; para aliviar su estancia, en algunos pueblos del concejo se realizaron suscripciones populares, es el caso de La Riera, Llerices o Corao, donde se hace una colecta en favor de Estanislao Pubillones Caso, que se encontraba destacado en el campo de operaciones de Melilla[vii]. El Auseva invita a los vecinos de Llenín a realizar otra en beneficio de Antonio Bulnes, que se encontraba en la misma situación; dando cada uno en la medida de sus posibilidades se lograban “unas pocas de pesetas que para el socorrido sería lo suficiente para amortiguar un tanto sus penalidades, que, como nadie ignora, han sido muchas y siguen siendo demasiadas”[viii]. En la guerra fallecieron algunos soldados relacionados con Cangas de Onís, como el teniente Felipe Moretón, que había formado parte del regimiento de reserva de Cangas de Onís y estaba casado con una canguesa, fallecido como consecuencia de las heridas recibidas en el combate del río Kert, en noviembre de 1911[ix] o el capitán Luis Álvarez-Llaneza Bango, que había sido alumno del cangués colegio de Nuestra Señora de Covadonga, herido en combate y fallecido en Larache en 1919[x].

A partir de 1914, la economía del país sentirá el impacto de la Primera Guerra Mundial. Tras una breve fase inicial de desconcierto y dificultades, se producirá un auge ligado al incremento de las exportaciones, con precios elevados, y al estímulo de la producción interior ante las dificultades, a veces insalvables, para mantener las importaciones habituales. En paralelo se produce un periodo inflacionista que no se verá compensado por la vía del alza de los salarios, repercutiendo principalmente en las clases medias y humildes y en especial en economías vinculadas a la agricultura y la minería no hullera, actividades dominantes en la economía de Cangas de Onís.

El desabastecimiento del mercado interior provocó el encarecimiento de los artículos de primera necesidad y la regulación de algunos productos fundamentales: el carbón, el maíz, el trigo y las harinas, entre otros, creándose juntas locales para el control de su distribución. En Cangas de Onís, siendo alcalde Faustino Blanco Caso, se nombró en la sesión municipal del 9 de enero de 1917 una Junta local de Subsistencias constituida por miembros de la clase contribuyente (José María Pendás, Antonio Alonso, Antonio Molledo, José María Cuesta y Ramón Valdés) y trabajadora (Fernando Suárez, Casimiro Valle, Raimundo Pérez y Fidel Suco), actuando como secretario Benito Carriedo.

La escasez de carbón para uso doméstico obligó a su racionamiento, concediendo el Gobierno un cupo a cada ayuntamiento que se encargaba de su distribución entre los vecinos a través de las juntas locales, lo que dio lugar a la picaresca y a conflictos por el abuso de algunos. El reparto del carbón de tasa provocó quejas porque se beneficiaba a algunos particulares de manera ilegal en perjuicio de otros.

Los panaderos de Cangas de Onís, por su parte, amenazaban con subir el precio del pan repercutiendo el alza de los precios de las harinas, del carbón y de los transportes. Se comparan en sesión municipal los precios existentes en los concejos de Cangas de Onís, Parres y Onís y todos los concejales reconocen que el precio de 80 céntimos el kilogramo es excesivo, considerando culpables de la situación al ayuntamiento y la junta de subsistencias, “por no proporcionarles carbón y harina de tasa”[xi]. La corporación no aceptó la tarifa de precios de pan establecida por los fabricantes y comisionó a los concejales Sarmiento y Feliz para que se entrevistasen con el gobernador y lograsen el suministro de harina y carbón a los precios de tasa establecidos[xii].

En 1918, la Junta local de Subsistencias estaba presidida por el alcalde José González Sánchez que convocó a dos particulares nombrándolos vocales de la misma para que se entrevistasen con el Gobernador civil de la provincia y con cuantas entidades y personas estimasen necesarias para conseguir el suministro de carbón de uso doméstico que mensualmente necesitaba el vecindario. A la vez, también se acordó facultarles para el suministro al municipio de la mayor cantidad posible de maíz de tasa”[xiii].

El fin de la guerra supondrá el inicio de una crisis que deteriorará la situación económica de España y producirá una grave crispación social que tendrá una errónea respuesta en el golpe de Estado de Primo de Rivera.

Las actividades económicas en el concejo de Cangas de Onís

La actividad económica de Cangas de Onís, en estos años, descansa sobre varios pilares. Unos son tradicionales en la economía canguesa, como la ganadería y el comercio, que se concentra de manera primordial en la capital del concejo con especial protagonismo del mercado dominical. Otros son relativamente recientes, como la implantación en la capital de organismos militares y judiciales, la proliferación desde la segunda mitad del siglo XIX de pequeñas explotaciones mineras de carbón, hierro y otros minerales, la repatriación de capitales procedentes de la emigración americana y la construcción de obras públicas y privadas. Y el último absolutamente emergente, el turismo, que a partir de la finalización de las obras de Covadonga y la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga se convertirá paulatinamente en una actividad económica esencial para el concejo. Mientras no exista un trabajo estadístico sobre la demografía, el régimen de propiedad de la tierra y las producciones agrícolas e industriales de este periodo, resultará complicado adentrarse en un conocimiento profundo de la economía canguesa y trascender del mero relato de carácter histórico.

El campo asturiano se encontraba en un estado calamitoso en el primer cuarto del siglo XX como consecuencia de un régimen de tenencia de tierras con predominio del arrendamiento que coexistía con la aparcería y los foros, de una estructura de la propiedad basada en el minifundismo que se agravaba de generación a generación sin que la fragmentación de las tierras agrícolas evitase la concentración de la propiedad en una minoría de la población y del obstáculo que la orografía de Asturias suponía para el desarrollo agrícola[xiv]. Quedaba el campesino pobre condenado al arrendamiento en desfavorables condiciones y a la comuña, creándose una relación de dependencia que implicaba que caseros, colonos y llevadores se viesen atados al propietario de la tierra, no sólo por el arrendamiento, sino también por favores de toda índole o por pequeños préstamos que implicaban no solo la lógica obligación de saldarlos sino también la de votar en las elecciones al candidato que aquél designase.

Los arcaicos métodos de explotación, con ausencia de maquinaria agrícola, de fertilizantes y con frecuentes plagas mal erradicadas, una producción deficitaria de los cultivos más necesarios para el consumo regional, el maíz y el trigo, y la inexistencia de una red de comercialización adecuada para los productos ganaderos contribuían a crear paupérrimas explotaciones familiares que malvivían con una agricultura de subsistencia, quedando la emigración como único recurso para los jóvenes campesinos asturianos, una solución individual que acabaría convirtiéndose en un problema nacional al verse España privada de su juventud en una sangría incesante.

Ángel Sarmiento González, en su folleto titulado El seguro obligatorio del labrador, dividió a los labradores en cuatro grupos, excluyendo a los propietarios acomodados: “pequeños propietarios que cultivan las fincas de su propiedad de la que viven; propietarios que llevan además de lo suyo algunas fincas arrendadas; labradores que cultivan algunos predios propios a cuyo producto tienen que unir el jornal casi siempre eventual para poder vivir, y por último el casero que lleva todas las fincas en arrendamiento y que por lo general no tiene propiedad alguna”. Y afirmaba que a ningún labrador que se encuadrase en ellos, salvando pocas excepciones, llegaba a producirle la tierra más de dos mil pesetas para mantener las necesidades de su hogar.

Según la matrícula industrial de Cangas de Onís correspondiente al año 1913[xv], existían en el concejo 167 negocios y profesionales que abonaban la tributación por utilidades, esto es, el impuesto sobre los beneficios. En la capital del concejo se concentraba algo más del 60 por ciento; tenía 47 comercios, incluyendo una librería, 28 negocios relacionados con la hostelería, 14 profesionales dedicados al Derecho y 15 más a otros oficios y servicios, entre ellos dos farmacias, otros tantos periódicos (El Auseva y La Ley) y tres empresas de coches de caballos. Del total de 104 negocios, 94 se ubicaban en las calles Mercado (50) y San Pelayo (44). En los pueblos existían 63 negocios, entre los que figuran 17 molinos, 14 tabernas, que tendrían la doble función de bar y tienda, y 6 almacenes de madera, junto a otros. Son de destacar la sierra circular y la fábrica de luz eléctrica existentes en Coviella, las dos relojerías de los hermanos Miyar en Corao, la venta de utensilios agrícolas y abonos de la cooperativa de la Sociedad de Labradores El Despertar, en Corao y Mestas de Con, el periódico El Aldeano editado en Corao por Ángel Sarmiento, el Gran Hotel Pelayo y las dos bisuterías situadas en Covadonga y el Repelao, que estarían relacionadas con la venta de recuerdos del santuario (por lo que vemos, los puestos de Covadonga no abonaban la matrícula industrial). De estos negocios, 12 se ubicaban en Corao, otros 11 en Mestas de Con y 6 en Covadonga. La fábrica de madreñas de la que era propietario José Pérez Sánchez, instalada “allende el puente de esta villa”[xvi], y la central eléctrica de Cañu pertenecían al concejo de Parres.

El tradicional mercado semanal que se celebra en Cangas de Onís los domingos tuvo un momento de zozobra a partir del año 1904 cuando el gobierno de Antonio Maura aprobó la Ley del descanso dominical, llegando a ordenar el gobernador civil de Asturias, en 1909, que no se permitiera la celebración del mercado en los domingos alegando que, si éste era tradicional, debía justificarse documentalmente, formándose el expediente oportuno y mientras no recayese acuerdo, había que suspender su celebración[xvii]. La ley sufrió diversas reformas y en Cangas de Onís se consintió el mercado, pero hubo que esperar hasta el año 1911 para lograr su celebración legal al considerarlo comprendido en la excepción que permitía la celebración de los mercados tradicionales, incluida en el Reglamento de 19 de abril de 1905.

Vista de Mestas de Con. Fot. Modesto Montoto. Col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Ese mismo año 1904, los vecinos y comerciantes de Mestas de Con solicitaron la creación de un mercado semanal en dicha localidad, los martes, pretensión que fue rechazada categóricamente por el Ayuntamiento de Cangas de Onís. El Auseva aplaudió esta decisión, alegrándose “por el pueblo de Cangas, por el concejo, y hasta por el buen nombre del Sr. alcalde y concejales que no hubieran quedado a la altura que merece, concediendo el repetido mercado” y dice que los vecinos de Mestas de Con son “tildados de muy regionalistas, y que aspiran a constituir cantón independiente”[xviii]. La amenaza que pendía sobre el tradicional mercado de los domingos en la ciudad debió ser la causa principal de la negativa, una decisión egoísta según los vecinos de Mestas de Con, que creían que su pueblo “por su situación topográfica, su floreciente estado y otras cosas más, era acreedor a un mercado que le diera aún más vida e impulso que el que propiamente viene desarrollándose”. Y argumenta que este mercado de nueva creación “no tendría más afluencia que la de sus pueblos limítrofes que hoy concurren a Onís el miércoles, cuyo punto sería el que llegaría a resentirse, máxime si el de Mestas tomaba desarrollo y concurrían Cabrales y la Marina, pero en manera alguna Cangas porque los propios de Mestas aún teniendo mercado en casa, no dejarían de concurrir como lo hacen hoy tratándose de un mercado de la importancia del de Cangas en relación con el de Onís y el nuestro”[xix].

El mercado cangués se celebraba en la plaza del Mercado y en las calles aledañas. Los puestos que se instalaban en éstas suponían una incomodidad y un peligro, lo que motivaba quejas al impedir el tránsito por las aceras de la “calle-carretera” del Mercado, con el consiguiente riesgo para los vecinos de ser atropellados por un coche[xx]. Para remediarlo se sugirió que los puestos públicos, que salían a remate, se atuviesen a una ordenada y correcta formación, lo que permitiría la reubicación de aquellos. Además, los forasteros ambulantes impedían el tránsito con sus tráficos ilícitos: “bolos por aquí, rueda-fortuneros por allá y billar romano por acullá son los juegos a se dedican a ciencia y paciencia de las autoridades”[xxi]. De vez en cuando visitaban el mercado mujeres “non sanctas”, lo que era motivo de preocupación para los padres de familia[xxii].

El mercado de ganado se celebraba oficialmente en el campo de San Antonio, pero al finalizar se trasladaba a la calle San Pelayo, donde se realizaba un “mercadín” que en 1918 se pretendía erradicar porque ensuciaba la ciudad, entorpecía el tránsito y constituía un peligro para los viandantes[xxiii]. El ganado se situaba en la margen izquierda de la calle, desde la Pontiga al Zanjón, y su supresión tardó años en realizarse.

Otro problema recurrente, era la imposibilidad de adquirir productos básicos a buen precio, como huevos, manteca, patatas y otros, pues las acaparadoras polesas y santanderinas adquirían, en la misma plaza o en las afueras de la villa, estas mercancías y las revendían a precios superiores. Se reclamó reiteradamente la presencia de los municipales para que sancionasen a las infractoras pero éste fue un problema crónico, a pesar de las multas, detenciones y decomisos de los productos[xxiv].

La implantación en Cangas de Onís de la Audiencia de lo Criminal fue contraproducente por su temprana supresión y el endeudamiento que sufrió el municipio durante años, como consecuencia del empréstito adquirido para la construcción de los edificios del palacio de justicia y de la cárcel del partido. La administración de justicia comprendía la mencionada audiencia, con un presidente, dos magistrados, fiscal, teniente fiscal, secretario y vicesecretario; el juzgado de primera instancia, con un juez y cuatro escribanos; y el juzgado municipal.

Aunque sujeta a vaivenes ministeriales, la presencia en el concejo de un batallón o regimiento, de la Zona Militar y de la Caja de Recluta tuvo una moderada pero positiva importancia económica. En 1858, se ordenó a la plana mayor del Batallón provincial de Covadonga núm. 63 que se trasladase a Cangas de Onís[xxv]; lo encontraremos citado posteriormente como Batallón provincial de Cangas de Onís núm. 63, y luego como Regimiento Infantería de Reserva de Oviedo, núm. 63. El ignorado autor de una carta a El Correo Militar atribuye la existencia en Cangas de Onís de la audiencia y de los cuadros de reserva, depósito y caja de reclutas al caciquismo, siendo su objeto principal “favorecer en parte al pueblo, con los sueldos que mensualmente cobran los militares”[xxvi] y con la presencia de los quintos que en número de 400 o 500 se reunían para su incorporación a los cuerpos pertenecientes a la Zona Militar núm. 89 que comprendía los partidos de Cangas de Onís, Infiesto, Llanes y Villaviciosa. La oficialidad destinada a Cangas de Onís estaba formada por un coronel, un teniente coronel, dos comandantes, seis capitanes y dos primeros tenientes que tenían a su servicio tres sargentos, tres cabos y tres soldados.

Desde la segunda mitad del siglo XIX habían proliferado en el concejo de Cangas de Onís pequeñas explotaciones mineras de carbón, hierro y otros minerales que no llegaron a ofrecer la rentabilidad necesaria para su mantenimiento. Tan solo Buferrera y las minas de carbón del valle del río Güeña, y muy especialmente en el que forma su afluente el río Tabardín, donde afloran terrenos carboníferos que fueron beneficiados en varios lugares: Bobia y Demués (Onís), Llanu Con e Intriago. Las minas de carbón transformaron estos dos pueblos agrícolas del concejo de Cangas de Onís en centros mineros.

El 6 de octubre de 1916 se inauguró la nueva mina de carbón de Buen Suceso, propiedad del capitalista de Gijón Ángel González Posada, que asistió al acto con su familia. Salieron “cinco vagones de carbón y bajaron por un plano inclinado de trescientos metros próximamente, que funciona de una manera admirable”. Arrancaba a continuación una vía que se comenzó a utilizar al inaugurarse la mina y conducía el mineral “hasta cerca de San Roque”.

Dice el cronista que “la tan cacareada carretera [a Llanu Con] se convirtió en el mismo camino que tenían aunque algo reformado”, con malas condiciones para el transporte del mineral[xxvii]. El intenso tráfico causaba que las carreteras por donde se exportaba el mineral hasta la estación del tranvía de Arriondas a Covadonga, situada en La Venta, estuvieran en un estado deplorable. Para sustituir a los carros, en 1918 se probó una locomóvil para el arrastre de los camiones que conducían el carbón de esta mina[xxviii] y se habló de la prolongación del tranvía desde Soto de Cangas a Onís, pero se adoptó una solución más económica, exportándose el carbón del depósito de Llanu Con mediante un cable aéreo que finalizaba en el sitio de Combes (La Riera) donde se cargaba en los vagones del tranvía de Arriondas a Covadonga[xxix].

Ángel González Posada tenía varias minas en el concejo, y aunque fue el más importante de los empresarios que beneficiaban carbón, no fue el único. En la comarca de Mestas de Con también tuvieron minas, entre otros, Francisco Berdayes Fuente, Benjamín Sierra Argüelles y el banquero ovetense Policarpo Herrero, fundador del Banco Herrero.

La mina de Buferrera es la actividad industrial más relevante en el concejo de Cangas de Onís en toda su historia, aunque solo durante tres décadas, las que transcurren desde la culminación de la infraestructura minera a principios del siglo XX hasta 1932 cuando se cierran la explotación. A finales del año 1893, Ramón Labra Valle cede sus minas a un inglés llamado Harry V. Rudston Read que poco después funda, junto con otros socios, la compañía Asturiana Limited que acometerá el estudio del yacimiento y la construcción de algunos de los elementos necesarios para su beneficio. Su insuficiente capital social exige la liquidación de la compañía y la fundación de una nueva, The Asturiana Mines Limited, que finalizará los equipamientos con la instalación de un cable aéreo desde Comeya al Repelao y su participación en la creación de la línea del tranvía de Arriondas a Covadonga, que permitirán la exportación del mineral por el puerto de Ribadesella.

En los años de mayor producción trabajaron en las minas unos 600 obreros, disminuyendo la cifra paulatinamente según se fue agotando el criadero. Entre 1908, cuando se pone en funcionamiento el tranvía, y 1915, se produjeron 35.000 toneladas anuales. El cese de la actividad minera acarreó un importante problema social en el concejo al quedar numerosos trabajadores en paro.

En 1918 el santuario de Covadonga ha concluido sus infraestructuras (a falta del Hostal Favila, cuya necesidad se revela durante la preparación del duodécimo centenario), pero los numerosos obreros que habían participado en su construcción pueden continuar trabajando en las obras públicas y privadas que se realizan en el concejo durante estos años.

La carretera de Covadonga a los Lagos de Enol y Ercina venía construyéndose desde el año 1893, con frecuentes interrupciones; en 1912 se esperaba el comienzo de los trabajos del último trozo y con sorna se escribe en El Aldeano: “después de todo porque hayan transcurrido tantos años sin trabajar en ella no hay razón para quejarse, puesto que hace más de cuarenta años que se aprobó la concesión de la carretera de Corao a Cuevas del Mar y todavía no han dado principio las obras de construcción en el trozo de Corao al alto de Zardón”[xxx], pero en mayo de 1913 ya estaban acabados los trozos 4.º y 5.º, correspondientes al concejo de Llanes, encontrándose el trozo 1.º, que nacía en Corao, en construcción[xxxi].

En 1909 se fabrica el nuevo puente de Sotu Cangues, a expensas del municipio y de los vecinos del pueblo[xxxii]. Dos años más tarde el de Les Canaliegues y el de Celoriu, que es “de magnífica y sólida construcción y de anchura suficiente para el paso de toda clase de vehículos” y da servicio a Cardes, Onao, Perlleces y otros lugares[xxxiii]. Entre los años 1911 y 1915 se abre la carretera del Repelao a Llerices. En este último año, el puente sobre el río Sella, que une Arriondas con el concejo de Cangas de Onís, está terminado y la Diputación provincial concede una subvención del 50 por ciento para la reparación del de Villanueva[xxxiv], destruido por la riada de los días 2 y 3 de octubre de 1915[xxxv]. El diputado Manuel de Argüelles gestionó del Estado una subvención de 30.000 pesetas[xxxvi] y el rico americano Federico Pintueles donó otras 10.000 en nombre de todos los vecinos[xxxvii] para su reconstrucción, que se estaba llevando a cabo en 1921. Se construyen chalets en Cangas de Onís, el nuevo templo parroquial de Santa Eulalia de Abamia en Corao[xxxviii]

El puente de Villanueva. Fot. Modesto Montoto. Col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

El desconocimiento casi absoluto que tenemos del alcance de la repatriación de capitales procedentes de la emigración americana nos impide cuantificar su magnitud y la exacta repercusión que tuvo en Cangas de Onís este hecho que modificó la situación económica del concejo y redujo el dominio de las casas solariegas y propietarias.

El turismo, actividad económica emergente en el concejo, se beneficiará de la intensa campaña propagandística desarrollada por la Iglesia católica con motivo de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga en 1918, fortaleciendo su condición de lugar de peregrinación en la doble vertiente religiosa y turística. La creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, y la divulgación de sus bellezas paisajísticas por diversas e influyentes personalidades, también contribuirá a la fase inicial del despegue del turismo burgués en Cangas de Onís.

A finales del año 1904 el escritor madrileño y colaborador habitual de El Auseva, Julián Martín Rubio, publicó un artículo en el semanario cangués lamentando que el tren no llegase a Covadonga, un santuario que era digno de visitar por lo que representaba, moral y cristianamente considerado, y por la contemplación de su espectacular naturaleza. En él escribe que “sería mucho más visitado y conocido, y los romeros sufrirían muchas menos molestias en sus peregrinaciones, si el viaje no fuese incómodo y costoso, lo mismo para los de la provincia que para los de fuera de ella”, y se pregunta por qué no va a Covadonga algún ferrocarril, tranvía a vapor o eléctrico, “algo que no sea el servicio de caleseo que si bien está bien dispuesto, no evita la incomodidad del viaje en coche y la tardanza de una o dos horas desde el punto de partida”. Cita las comodidades y facilidades que los viajeros encuentran para visitar Lourdes, gracias a la administración pública y a los habitantes de su comarca que supieron velar por sus intereses, y dice que se debería hacer lo mismo en Covadonga aunque no fuera en la proporción “fastuosa” que se encuentra en el santuario francés:

Creo que debemos pedir con entusiasmo que se construya un ferrocarril que tenga su estación de llegada al principio de la cuesta que pasando por enfrente de la gruta va a parar a la Basílica. Hay que poner un tranvía de vapor o eléctrico, o un ferrocarril, algo así, que llevando barato, en poco tiempo y con comodidad al público dará un contingente de viajeros, de peregrinos y de turistas que, de otra manera, nunca se atreverán a exponerse a las contingencias del viaje, tal como ahora se verifica, no habiendo para qué enumerar el beneficio que a aquella comarca podía sacar con tal afluencia de visitantes[xxxix].

Por otros intereses, los mineros de la compañía inglesa The Asturiana Mines Limited, se construyó el ansiado tren a Covadonga y pudieron llegar al santuario los viajeros y peregrinos con la comodidad que demandaba Martín Rubio. Medio año antes de entrar en funcionamiento el tranvía, otra crónica de El Auseva señalaba dificultades inherentes a la idiosincrasia canguesa. Cangas de Onís está a punto de ser titulada “ciudad”, pero la supresión de la Casa-cuna y la reducción de categoría de la escuela pública de niños, que pasa de 1.100 a 825 pesetas de haber anual, pesa en el ánimo de los vecinos. El Auseva reclama unión y esfuerzo colectivo, dice que si el tranvía a vapor a Covadonga no cura a los vecinos, el concejo está irremisiblemente condenado a morir socialmente, porque el milagro del tranvía no se repetirá, “no se dan Buferreras ni Santinas todos los días”. Pero no hay que engañarse:

El tranvía a vapor viene a explotar aquí esos dones, sin otra consideración, ni afecto personal ni social. Pues explotemos a su vez nosotros el tranvía, que al fin y a la postre el mundo mercantil y financiero, no es otra cosa que una mutua explotación, por supuesto en el buen sentido de la frase.

La empresa constructora va exclusivamente a su negocio, impórtanle poco o nada que este pueblo o aquél sean mas o menos beneficiados. Los intereses siempre son egoístas. Por consiguiente que sea Cangas, que sea Covadonga, o que no sea ninguno de ellos los que saquen utilidad o provecho del tranvía, le tiene muy sin cuidado.

A nosotros, pues, nos toca y a nadie más que a nosotros, ver de qué forma y manera aprovechamos los beneficios de esa vía de comunicación, y para ello debemos tener en cuenta lo que se ve y lo que no se ve, es decir, todo lo que material, moral e intelectualmente interesa a esta localidad.

Cangas de Onís necesita “algo que sea vistoso, y que el viajero admire desde la estación del tranvía, y que como sin querer le sorprenda agradablemente”, para que no sea una estación de tránsito y le induzca a hacer un alto en la ciudad, a la ida o a la vuelta. El periodista se pregunta porqué no se hace algo en Cangas de Onís, dice que sobran capitales y no faltan inteligencias, pero se echan de menos iniciativas para sacar el beneficio de las bellezas naturales de Asturias, como hacen en Suiza[xl]. En sentido similar se expresa Manuel Sánchez Fresno en su artículo “En favor de Cangas”. Piensa que gracias al tranvía, “Cangas de Onís es y será a no dudar, el centro principal de todos los excursionistas que al histórico santuario de Covadonga se dirijan, por consiguiente su porvenir está en eso, en el turismo”. Pero es necesario continuar con la higienización de la ciudad y construir fuentes, un paseo y un parque que dejen una buena impresión en el turista y “más hoy que la gran tendencia a europeizarse tanto bajo el punto de vista moral como material, impera; y hoy que el modernismo se impone y se anuncia como el único redentor de las masas, forzoso es reconocer lo mucho que influye el ornato y la decoración en la vida aparente de los pueblos”[xli].

Excursión al lago Enol. Col. Javier Remis Fernández.

No serían los vecinos del concejo de Cangas de Onís los que abanderasen el nacimiento del turismo en esta comarca[xlii]. Los primeros propagandistas de las bellezas paisajísticas de los Picos de Europa y de los recuerdos históricos de Covadonga y Cangas de Onís, nuestros incontrovertibles reclamos turísticos, fueron homenajeados con el nombramiento de presidente y miembros de honor de la Federación de Comités Asturianos de Turismo: Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, presidente; Juan Vázquez de Mella (!), el conde de Saint Saud, el escritor y fotógrafo Antonio Prast, Felipe Menéndez, Romualdo Alvargonzález Lanquine, Antonio Pérez Pimentel, Julián Delgado Úbeda, Antonio Victory Rojas, fundador y presidente perpetuo de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara y William D. Mackenzie, gerente de Buferrera, miembros de honor.

Su ejemplo estimuló la incorporación de otras personas al fomento del turismo, cangueses y personajes vinculados a Cangas de Onís. La Federación de Comités Asturianos de Turismo estaba formada por los comités de cinco concejos del oriente de Asturias: Cangas de Onís, Ribadesella, Parres, Cabrales y Llanes, y su junta directiva estaba presidida por Enrique Álvarez Victorero, siendo Enrique Comas, Manuel Pendás Junco y Francisco Pendás González, vicepresidente, tesorero y secretario, respectivamente, de la misma. Y vocales: José María de la Cuesta, Francisco Pendas Cortés, Manuel García Liaño. Federico Berkley, Emilio González y Antonio Álvarez Cueto, además del presidente o un representante de cada comité local de Asturias[xliii]. Y en la asamblea convocada por la Diputación provincial para el desarrollo del turismo en Asturias, que se celebró en septiembre de 1925 en Covadonga, el alcalde de Cangas de Onís propuso, en nombre de la mencionada federación, que se formase la Asociación Provincial de Turismo[xliv].

El atractivo turístico del santuario de Covadonga y el Parque Nacional, la divulgación de su belleza paisajística en exposiciones, libros, revistas y folletos de propaganda y excursionismo, el esmerado trabajo de Enrique A. Victorero al frente del Gran Hotel Pelayo y la consolidación de las mejoras en las comunicaciones y los alojamientos, fomentaron un turismo de carácter burgués que en 1918 es germinal pero que pronto se consolidará como uno de los más importantes sectores económicos de Cangas de Onís.

Relaciones laborales y movimientos asociativos en Cangas de Onís

El ejercicio del derecho de asociación, fundamental en una sociedad democrática, permitió la aparición de agrupaciones y sindicatos que venían a dar respuesta a necesidades colectivas. Desde el año 1887, cuando se promulga la primera ley de asociaciones en España y se funda el Orfeón Cangués, la primera entidad asociativa del concejo de Cangas de Onís, hasta el inicio de la Guerra Civil Española, serán muchos los vecinos que se unen en organizaciones de carácter social, político, laboral, cultural y religioso, algunas de las cuales están en funcionamiento en 1918.

Algunas de estas sociedades estaban encaminadas a la defensa de los intereses de colectivos profesionales. Es el caso de la Asociación de Médicos Titulares y de la Asociación de Maestros. La primera se fundó en 1904, año en el que se aprueba la Instrucción General de Sanidad Pública de Carlos María Cortezo que ordena la práctica sanitaria en el medio rural y transforma a los médicos en funcionarios públicos, atribuyéndoles el cargo de Inspectores Municipales de Sanidad. La asociación canguesa tenía como ámbito de actuación el partido judicial, que incluía los concejos de Amieva, Cangas de Onís, Onís, Parres y Ribadesella. Fue elegido primer presidente, por unanimidad, el médico cangués Emilio Laria Díaz[xlv].

El movimiento asociacionista del magisterio nace y se configura en el marco de la constitución y desarrollo de la escuela nacional, a lo largo del primer cuarto del siglo XX. En 1901 se constituye la Asociación Nacional del Magisterio, en la que ingresó la Asociación de Maestros de Cangas de Onís el 14 de abril de 1918. Ésta había sido fundada el 5 de enero de 1907, siendo nombrado primer presidente el maestro de Dego, Jacinto Roza Ordóñez, y comprendía todo el partido judicial. Su junta directiva integraba un vocal de cada concejo y dos representantes de las maestras. Elena Vázquez y Carmen Suárez, maestras de Cangas de Onís y de Corao, respectivamente, fueron las elegidas para la primera junta.

Sus reivindicaciones se centraban en el problema salarial, consecuencia de las deudas de los ayuntamientos y las diputaciones, del retraso en el pago de salarios y de la insuficiente cobertura económica de las pensiones de jubilación, orfandad y viudez que proporcionaba la Caja de derechos pasivos del Magisterio. En sentido análogo iba la petición de que los pagos de los niños de padres pudientes se acumulasen al sueldo y que éste fuese cubierto en su totalidad por la administración declarando la enseñanza completamente gratuita y obligatoria. Los deplorables locales para las escuelas, donde la pedagogía y la higiene brillaban por su ausencia, y la falta de material científico, provocaban constantes reivindicaciones de los maestros que ni las autoridades ni los padres atendían.

Otras asociaciones de carácter laboral representaban a campesinos, mineros, obreros y empleados de comercio. Los sindicatos agrícolas nacieron como respuesta a las miserables condiciones de vida de los labradores, imitando al movimiento obrero que les sirvió de estímulo para unirse en defensa de sus intereses. En Cangas de Onís tuvieron un papel muy relevante desde la fundación de la Sociedad de Labradores El Despertar.

Este sindicato tenía como primer objetivo la erradicación de la ignorancia secular del agricultor. Su líder, Ángel Sarmiento González, sabía que sin un cambio profundo en la mentalidad campesina nada se podría hacer para superar la miseria moral y material del labrador español. Con un reducido grupo de amigos, José del Corro, Roberto Trespando y José García Bustince, fundó El Despertar el 28 de mayo de 1908. El ideal que los animaba era la asociación entre los labradores del concejo para su mejora moral, material e intelectual, una obra de liberación social a través de la unión del campesinado. La importante afiliación lograda por el sindicato inquietó a los políticos conservadores de Cangas de Onís, el triunvirato formado por José de Abego, diputado provincial, José González Sánchez, alcalde del concejo, y José de Fana, canónigo de Covadonga, partidarios de Manuel de Argüelles, ministro de Fomento y sempiterno diputado en el Congreso por el distrito electoral de Infiesto-Cangas de Onís, llamado el distrito 29 por el director de La Voz de Parres, Manuel Fernández Granda, en alusión al artículo que establecía la elección automática del candidato en aquellos lugares donde solo concurriera uno. Al fundarse El Orden en el año 1914, su órgano de prensa, tienen la humorada de escribir en la declaración de intenciones: “combatiremos sin descanso la injusticia y la inmoralidad, el cohecho, el fraude y el engaño, hijos todos de esa plaga social llamada caciquismo, cuyas raíces queremos ver arrancadas por completo de todos nuestros municipios”[xlvi].

Los conservadores provocaron la división entre los labradores del concejo mediante la creación en las parroquias de sindicatos católicos tutelados por la jerarquía eclesiástica. En el año 1909 se fundan el Sindicato agrícola de Cangas de Onís y la Asociación de Labradores de Margolles, y al año siguiente el Sindicato Agrícola de San Vicente de Triongo. Se fundó otro en la parroquia de Abamia, que debió tener un carácter testimonial[xlvii]. Estos sindicatos, controlados por el clero parroquial, tuvieron pocos socios y sus actividades se reducían a préstamos a los labradores, salvo el Sindicato agrícola de Cangas de Onís, del que fue presidente José de Abego y secretario el sacerdote José de Fana, que tuvo verdadera importancia en la sociedad canguesa como contrapeso de El Despertar. Ambos dirigentes permanecieron en sus cargos de manera ininterrumpida, lo que contrasta fuertemente con la renovación anual de la junta directiva del sindicato de Corao, causante de su fundación, como se reconoce en un artículo publicado en Asturias Agraria, órgano de la Federación Diocesana de Sindicatos Agrícolas:

agitaban el concejo de Cangas, como agitaban otros concejos, mientras nosotros nos reíamos beatíficamente de los que nos recomendaban la Acción social en sentido católico, propagandistas incansables del socialismo, los cuales ya habían conseguido agrupar en una Asociación, cuyas tendencias distaban mucho de ser satisfactorias, a más de mil labradores...[xlviii]

Viendo el clero de Cangas de Onís que El Despertar se apoderaba de “sus labradores”, comprendió que “la manera de sacar a los labradores de entre las garras del socialismo no era otra que la fundación de una nueva asociación agraria que disputase el terreno a la ya existente y vigorosa”.

Hay que aclarar que la Sociedad de Labradores El Despertar no era un sindicato socialista, sino laico, de orientación inicialmente reformista, que estaba apoyado por personalidades y propietarios afines al Partido Reformista de Melquíades Álvarez, partidario de promover el asociacionismo, el fortalecimiento de los sindicatos y la aprobación de una ley de retiros, en concomitancia con el ideal que inspiraba al sindicato coraíno.

Con independencia de la ideología que caracterizase el sindicato, estas organizaciones desarrollaban actividades y proyectos similares: creación de cajas de ahorros y préstamos, cooperativas de consumo con precios inferiores al comercio tradicional, compras (maíz y abonos químicos, principalmente) y ventas (manzanas y avellanas) en común, seguros agrícolas y de ganados, adquisición de sementales, compra de maquinaria agrícola, etc.

Otra reivindicación esencial de los labradores era el acceso a pensiones de jubilación. Ángel Sarmiento plantea la necesidad de incorporar a los labradores al régimen obligatorio del retiro, creado en España por un real decreto de marzo de 1919, en el folleto El seguro obligatorio del labrador (Llanes, 1925).

La Sociedad de Labradores El Despertar destacó en la organización de los labradores asturianos a través de la Federación Agrícola Asturiana y en su combate contra el caciquismo, manifestándose contra los perjuicios que ocasionaba en los pueblos la compañía del tranvía y oponiéndose a la declaración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Si perdió algunos asociados por la vía del sindicalismo católico, también vio limitada su influencia por las ideas socialistas que los mineros difundían entre los labradores.

El 9 de mayo de 1918 se fundó en Mestas de Con un sindicato agrícola socialista presidido por José Tomé, siendo vicepresidente Sergio Fernández, tesorero Ramón de Francisco y secretario Manuel Cortina.[xlix] En apoyo del recién nacido sindicato, el socialismo desplegó una importante campaña propagandista en el valle del Güeña con la organización de una serie de mítines en Mestas de Con, Ortiguero (Cabrales), Corao y Onís, en los que intervino Santiago Álvarez, secretario del Sindicato de Labradores Asturianos[l]. El Orden que transcribió varias partes significativas del panfleto socialista distribuido al efecto:

En estos actos, después de protestar contra el proyecto de establecer un Parque Nacional en las cercanías del Santuario de Covadonga, también se tratará de los atropellos que los caciques de esa comarca vienen cometiendo con vosotros desde muchos años; se hablará del estado de ignorancia que padecéis por falta de escuelas; se hablará de los abusos que cometen con vosotros los dueños de las tierras que lleváis en arriendo; se hablará de la explotación que sufrís por parte de los comerciantes; se hablará de los que, aprovechando vuestra situación miserable, os prestan dinero con réditos crecidos y con el ganado a la comuña, en condiciones tales, que solo los hombres sin alma ni conciencia, como son estos usureros, lo pueden hacer.

(…)

Como veis, labradores, todo cuanto se trate en estos actos va encaminado a prepararos para dar la batalla a todos los que viven en la holganza a cuenta de vuestra miseria, vuestra ignorancia y vuestra esclavitud[li].

Desconozco la implantación que tuvo este sindicato agrícola socialista en el concejo pero no ha de extrañar su fundación, la presencia de mineros que trabajaban en las explotaciones de carbón de la comarca de Mestas de Con era muy importante. El 17 de noviembre de 1913 ya existía una sección del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias, el conocido SOMA[lii], que cinco años después organiza por primera vez en el concejo el 1.º de mayo, la fiesta del trabajo. Este día, -cuenta el cronista- “por primera vez en estos valles, ondeaba la bandera roja del partido socialista colocada en el almacén de Federico Lavín y C.ª”, centro social de la referida sección sindical. La fiesta se celebró conjuntamente por los trabajadores de los concejos de Cangas de Onís y Onís, a cuyo ayuntamiento se dirigió la manifestación para entregar al alcalde las reclamaciones de la clase obrera. Por la tarde se celebró una gira concurridísima en el límite de ambos concejos, con discursos y alocuciones varias, entre ellas la de Sabino Álvarez, presidente de la sección sindical de Mestas de Con[liii].

Escasean las noticias que nos permitirían calibrar la importancia del sindicalismo minero en el concejo de Cangas de Onís y su conexión con otras organizaciones asturianas pero sabemos de la realización de algunas huelgas. El 18 de mayo de 1912 seiscientos obreros de las minas de Buferrera se declararon en huelga reclamando que “se rebajase la jornada diaria de once horas, a nueve, que es lo que actualmente se trabaja en todas o casi todas las cuencas mineras”[liv], una huelga a la que alude Pablo Iglesias Posse en el Congreso de los Diputados en la sesión del lunes 3 de junio, huelga –dice- que sucede “por exigirse a los obreros una jornada mayor que la indicada en la ley”[lv]. Huelga en la que tiene participación una figura destacada del movimiento obrero en Asturias, Teodomiro Menéndez, por entonces concejal del Ayuntamiento de Oviedo, que acompaña a los huelguistas a entrevistarse con el gobernador civil para informarle de las causas del conflicto: el despido injustificado de varios compañeros y la reclamación de que se cumpliese la jornada de nueve horas, conforme dispone la ley reguladora del trabajo en las minas. Como el consejo de administración de The Asturiana Mines no aceptaba la rebaja de la jornada, la huelga continuó su curso sin derivar en protesta violenta pero el temor a disturbios hizo que la Guardia Civil concentrase sus fuerzas. El gobernador civil, contrariado por la actitud de la compañía inglesa, dio órdenes al inspector de trabajo para que, acompañado de un capitán del mencionado cuerpo, fuese a Covadonga a gestionar la solución a una huelga enquistada, a pesar de la legalidad que asistía a los mineros.

Más allá del caso concreto, interesa comprobar otro aspecto relativo al enfrentamiento: la actitud de las autoridades locales e incluso de la prensa canguesa. El 25 de mayo de 1912, El Noroeste de Gijón daba por solucionada la huelga (por segunda vez), según les había comunicado el gobernador. Sin embargo, cuatro días después, publica que a pesar de las admirables intenciones del gobernador, de las órdenes comunicadas a la empresa y a las autoridades de Cangas de Onís, y de que ambas anunciaran el cumplimiento de la ley, la huelga continuaba en pie, no admitiendo a los obreros al trabajo y, lo que es gravísimo, que “las autoridades de por alá andan a la requisa y recluta de esquiroles” y que éstos, unos 30, trabajan la antigua jornada, que había dado lugar a la huelga, y que era ilegal, pues la ley regulaba 9 horas para los trabajos subterráneos, y no las 10 y media que tenían. No es que El Noroeste insinúe la connivencia de las autoridades locales con la empresa británica, es que lo dice abiertamente: “Ya lo ve el Sr. Gobernador. No hay más rey ni más Roque que la Empresa inglesa que explota las minas de Buferrera, a cuyo servicio están todos, autoridades inclusive”[lvi].

El hecho de que no se cumpliese la ley y que se produjese resistencia a las órdenes dadas por el gobernador civil, llamó la atención en la prensa nacional. El Heraldo de Madrid se hace eco de la situación, publicando J. J. Morato, a la vista del artículo de El Noroeste del 29 de mayo, una interesante gacetilla que toca aspectos más escabrosos de la mina de Buferrera:

En Covadonga precisamente, en la cuna de la Reconquista, de la nacionalidad, una Compañía inglesa posee y explota unas minas de manganeso. Unos vagones aéreos descargan el mineral sobre otros del ferrocarril de las Arriondas, al pie mismo de la gruta en que Pelayo derrotó a los invasores, y esos vagones descargan en los barcos anclados en Ribadesella. El mineral va a Inglaterra sin que lo toquen otras manos españolas que aquellas que lo arrancaron.

No tienen estas minas muy buena fama. En ellas han perdido huelgas los obreros, huelgas instintivas, y por Intriago, Onís y hasta Cangas de Onís y Repelao circulan trágicas leyendas de hundimientos, de obreros que no han vuelto por las casas donde se hospedaban ni aún para recoger el baúl de sus ropas y ahorros…[lvii]

¿Cómo informa la prensa local de este conflicto que alcanza repercusión nacional? El Auseva, instalado en una línea editorial de que nada ocurre y cuando pasa es algo menor, no trata la huelga como noticia, sino como réplica o contestación a la publicada en El Correo de Asturias el 22 de mayo quitándole gravedad al asunto y calificando de exageración lo publicado por el periódico ovetense:

Algo exagerado nos parecen los datos publicados por el apreciable colega El Correo de Asturias correspondiente al miércoles último, referente a la huelga de los mineros de Buferrera ocurrido el sábado 18 del corriente.

Lo ocurrido, según personas que son ajenas a aquella explotación, ha sido, que cuatro ó cinco operarios dejaron el trabajo de las doce antes de la hora, y al ser requeridos por el capataz para que continuasen hasta la hora reglamentaria, se negaron, alegando no querer trabajar más que las nueve horas que señala la ley de minas.

Con esta petición se presentaron al Ingeniero encargado, el cual les contestó que por el momento no podía acceder a sus pretensiones ínterin no resolviese la Sociedad en Londres, a la que telegrafió.

Como a aquellos operarios les secundaron en la huelga casi todos los demás, nombróse entre ellos una comisión para que visitase al Sr. Gobernador Civil de la provincia, el cual prometió hacer los posibles para complacerles en sus deseos.

La petición de los mineros, que creemos muy justa y razonable, son trabajar las horas que reglamentariamente señala la ley de minas y la admisión de los operarios despedidos.

Cuando ya se hallan en sus cotidianas tareas prueba que el conflicto se solucionó favorablemente[lviii].

Había otras minas menos conocidas que la de Buferrera. En Llanu Con y en el vecino concejo de Onís, Ángel González Posada tenía explotaciones de carbón en las que también se producían conflictos. En agosto de 1918 los obreros de las minas de Buen Suceso llevaban más de un mes sin trabajar, “habiendo sido suspendidos por el dueño de las mismas sin que sepamos el motivo”, por lo que los mineros se declararon en huelga “ocasionando un perjuicio grande al concejo”[lvix].

Los conflictos que surgen en Europa como consecuencia de las nuevas relaciones laborales nacidas de la revolución industrial tienen efectos globales que también repercuten en la vida del concejo de Cangas de Onís. La huelga minera inglesa de 1912 incrementó el precio de la tonelada de carbón que la mina de Onís tenía en el depósito de Pandellevande en 8 pesetas lo que suponía una ganancia diaria de 160 pesetas en el mineral que se transportaba a la estación de Sotu Cangues. Los carreteros, atendiendo al mal estado de las carreteras, la carestía de los piensos y el tiempo exagerado que perdían en la carga, solicitaron el aumento de una peseta en el porte de cada tonelada (luego media peseta), a lo que se opuso el propietario, originando la paralización de los trabajos en la mina al solidarizarse los mineros con los transportistas y reivindicar el sueldo mínimo que les correspondía desde el 1.º de enero, también denegado por el patrón[lx]. La huelga no prosperó por culpa de los esquiroles.

Las reivindicaciones laborales ya no eran exclusivas de agricultores y mineros, en junio de 1919, los dependientes de comercio de Cangas de Onís remiten un escrito a El Popular en relación con el acuerdo tomado por los comerciantes sobre el descanso y jornada mercantil, el día 24 de mayo, previa convocatoria del alcalde José González Sánchez. Como dicho acuerdo solo era respetado por una parte de los mismos, los dependientes amenazan con alzarse del convenio pactado para atenerse a la jornada legal además de denunciar al infractor y a la autoridad consentidora[lxi]. Pudiera estar detrás de esta reivindicación una sociedad de oficios varios, Progreso Humano, fundada en 1918 e incorporada a la Unión General de Trabajadores, de la que era presidente Celestino Soto Fuente y secretario Higinio Bascristóbal[lxii].

Las vicisitudes de los obreros rara vez aparecen en los medios de comunicación locales. Sin documentos ni testimonios particulares, la historia de esta clase social en el concejo de Cangas de Onís ha desaparecido casi por completo.

Las asociaciones laborales que acabamos de mencionar no fueron las únicas sociedades de Cangas de Onís durante el primer cuarto del siglo XX. Existieron otras educativas, como Costa, mutualidad escolar de Següencu; musicales, como la Banda de Música o la Rondalla; recreativas, como el Casino La Peña, la Sociedad de Pesca Neptuno o la Sociedad de Cazadores La Diana; asistenciales, como la Asociación de Caridad y el Ropero de los Pobres y políticas, como el Círculo Reformista, entre otras muchas. Prestar atención a cada una de ellas sería muy prolijo y excedería el objeto de este capítulo, por lo que solo me detendré, de manera muy breve, en el Círculo de Artesanos de Cangas de Onís, una asociación que tenía como objeto social la atención a una buena parte de las finalidades que daban razón de ser a las mencionadas y que desde su refundación en el año 1911 estuvo presente de manera continua en la vida cotidiana de los cangueses.

En la Memoria general de la Inspección del Trabajo correspondiente al año 1911[lxiii] se dice que su objeto es la “representación de la clase obrera y el mejoramiento de los socios”. Esto último es cierto, pero el Círculo de Artesanos no era una sociedad obrera; prueba evidente de ello es la fundación a finales de ese mismo año del Círculo de Obreros de Cangas de Onís. El carácter conservador de muchos de sus dirigentes y los oficios y profesiones que ejercían, posicionan a la sociedad en el entorno de una clase media que se une para fomentar la instrucción y el socorro mutuo entre los socios.

Un acto del Círculo de Artesanos delante de su sede en la plaza del Mercado. Col. Francisco Martínez Sanmartín.

En 1918, el Círculo de Artesanos tenía unos doscientos socios y su sede social estaba en la plaza del Mercado. Ese año fue su presidente Luis Sánchez Pendás, sempiterno vicepresidente de una asociación que fue dirigida por numerosos vecinos de Cangas de Onís, muestra indudable de su implantación social: Juan del Valle, Casto del Valle, Francisco Martínez Elola, Manuel Suárez Vela, Manuel Cuesta, Manuel Zarracina González…

Las actividades principales del Círculo eran de carácter asistencial, educativo y cultural. Para lo primero, contaba con dos cajas de ahorros, una social y otra de beneficencia, socorriendo a los socios enfermos, que quedaban de baja laboral, con una peseta diaria, dos a partir de 1914. En materia educativa y cultural, contaba con una biblioteca y se daban clases diarias a los hijos de los socios, existiendo también para adultos. Las conferencias de maestros e intelectuales, como Elías José Con y Tres, presidente honorario del Círculo de Artesanos, eran frecuentes. Las representaciones teatrales con cuadros artísticos de la localidad, en beneficio de la institución, socios enfermos o personas necesitadas del concejo, y los bailes de sociedad, a fin de año, en el día de reyes, carnaval… destacaban por su animación y concurrencia.

El Círculo de Artesanos estuvo presente, por otra parte, en todos aquellos acontecimientos sociales que implicasen la defensa de los intereses de Cangas de Onís, como la manifestación a favor de la celebración del centenario de Covadonga en nuestro concejo, el homenaje al pintor José Ramón Zaragoza, en la elección de nombre para el Instituto local, etc.

Las tradicionales cofradías y asociaciones religiosas existentes en las parroquias del concejo, entre las que destaca la Asociación de Hijas de María de Cangas de Onís, tuvieron protagonismo en la beligerante campaña desarrollada por la Iglesia católica contra el proyecto de Ley de Asociaciones de 1907, la real orden sobre el matrimonio y los cementerios civiles y otras medidas del gobierno liberal tendentes al control de las órdenes religiosas que dejó de manifiesto algunas discrepancias latentes en la sociedad canguesa.

En 1903, el periódico madrileño El País publicó un artículo titulado “Las venganzas del obispo” donde denunciaba la opresión del clericalismo impuesto por Alejandro Pidal y el obispo de Oviedo, Ramón Martínez Vigil, sobre Cangas de Onís, donde había sido destituido el alcalde liberal Leandro Llanos, y Asturias:

Estas venganzas, sobre todo la que ha caído sobre los Sres. Zarracina y Llanos, que tanto han trabajado por el pueblo en evitación de sucesos sangrientos como los de Infiesto, que sin duda gustan mucho a Pidal y al egoísmo grosero del obispo, están poniendo al pueblo en una disposición de hostilidad enconadísima, presagio de posibles disturbios[lxiv].

En todas las provincias españolas se crearon Ligas Católicas o Juntas de Defensa Católica para impedir que prosperase el proyecto de Ley de Asociaciones. Cangas de Onís no quedó al margen, desarrollándose la campaña desde los púlpitos de las iglesias de todas las parroquias, por orden de su superior el obispo de la diócesis. Tenemos alguna noticia sobre lo sucedido. Así, en el número de El Auseva del 27 de octubre de 1906 leemos que el párroco Luis Ruiz Carniado habló en el ofertorio de la misa “en contra de la prensa, conminando con excomunión y negando la absolución a todos los feligreses que lean El Imparcial, El Liberal, ABC, Heraldo de Madrid, El País, España Nueva y otros”[lxv]. Se pregunta El Auseva a quien incluye ese otros y dice que “los periódicos malos se venden en esta villa como pan bendito”[lxvi]. La campaña contra la prensa liberal fue duradera. Con motivo de la sexta plática sobre el tema, se publica que el párroco de Cangas de Onís había dicho que “era preferible ser adúltero, homicida y ladrón que leer los periódicos liberales”[lxvii]. Las jóvenes de la villa, pertenecientes a las asociaciones católicas de la parroquia, recogieron firmas de mujeres para protestar contra el proyecto de ley[lxviii], elevando una exposición al Gobierno firmada por un gran número de ellas. Casi tres años después, el obispo de Oviedo realiza una visita pastoral a Cangas de Onís y en la misa del domingo 6 de junio de 1909, el misionero que predicaba, “tronó contra la prensa y contra la maldita Ley de Imprenta”[lxix].

En 1910, habiendo circulado el rumor por algunos pueblos de que se iba a celebrar una manifestación anticlerical en Cangas de Onís, bajaron muchos vecinos de diferentes parroquias con deseos de adherirse a la misma. De los pueblos de Beceña y San Martín de Grazanes acudió un grupo bastante numeroso de mujeres y hombres que al ver que no había tal manifestación “decidieron enviar un telegrama al Sr. Canalejas alentándole en la campaña anticlerical emprendida”. Varios abogados, procuradores y otras personas influyentes de la ciudad telegrafiaron a Canalejas con el mismo objeto; respondiendo el jefe del Gobierno “dando las gracias y prometiendo cumplir la real orden sobre las asociaciones religiosas”[lxx]. Unos meses después se anuncia la celebración de una manifestación de apoyo a Canalejas “por la política radical que viene realizando el Gobierno de su presidencia”, a la que inmediatamente se opusieron los sacerdotes desde el púlpito y las “damas católicas” puerta a puerta. La manifestación tuvo lugar el día 10 de octubre de 1910, congregándose en la ciudad manifestantes procedentes de los diferentes pueblos del concejo y de los vecinos de Onís, Amieva y Parres que marcharon en dirección al campo de la capilla de Santa Cruz, donde se celebró una gira en la que se profirieron vivas a la libertad, a la democracia, a Canalejas y a Manuel Uría, varias veces diputado por el distrito electoral de Cangas de Onís[lxxi].

El intervencionismo clerical en la vida social era rechazado por una parte significativa de la sociedad, desestimando algunas personas las imposiciones eclesiásticas. Un vecino de Cangas de Onís es condenado, por sentencia del Tribunal Supremo de fecha 23 de marzo de 1905, por no haberse descubierto ante una procesión religiosa que en septiembre del año anterior pasó por la calle San Pelayo”[lxxii]. Varios comerciantes de Cangas de Onís se dan de baja del periódico La Parroquia al sentirse injuriados por un escrito en el que se les acusaba de usureros[lxxiii]. En Corao, el párroco intenta controlar la biblioteca de la sociedad de labradores ofreciendo el cambio de gran número de volúmenes por otros de carácter clerical. El cura que lo sustituye presenta denuncia formal ante las autoridades contra Ángel Sarmiento y el sindicato acusándolos de tener en la biblioteca “libros pornográficos irreligiosos que matan el espíritu católico de los hijos del campo” y se dicta orden de detención contra Sarmiento, que es inmediatamente liberado al constatarse la falsedad de la denuncia[lxxiv].

En 1919, el Cabildo de Covadonga desaloja a los vendedores de objetos religiosos del lugar que ocupaban con sus puestos en el recinto del santuario, en la proximidad de la Santa Cueva[lxxv]. También se opone al paso de los carros que bajan de las montañas por dicho espacio, lo que es denunciado al Ayuntamiento de Cangas de Onís por el concejal Ángel Sarmiento.

A fin de solucionar el asunto de los puestos de venta, el ayuntamiento envía a un oficial para designar el lugar donde deben ubicarse, invitando al cabildo a participar como garantía del mejor acierto y prueba de la armonía entre ambas instituciones. Rehusada la invitación, el ayuntamiento señala los lugares donde se deben instalar los puestos, “por expresa orden de esta Alcaldía… según costumbre, reintegrando en ellos a los vendedores de objetos religiosos que acababan de ser desalojados”.

José González Sánchez, alcalde de Cangas de Onís. Col. Celso Diego Somoano.

El cabildo reaccionó mediante un escrito firmado por el abad Manuel Tamargo y el secretario Samuel F. Miranda, de fecha 6 de septiembre de 1919, en el que acusa al empleado de consumos de “pretender atropellar los derechos de propiedad que corresponden a este Ilmo. Cabildo sobre los terrenos contiguos a la Santa Cueva” y que “se opondrá por todos los medios a que se establezcan puestos desde las pilastras de entrada hasta el Templo y que si alguno se propasase a hacerlo está dispuesta a ordenar que sea desalojado por la fuerza; pues solo a tolerancia puede atribuirse que en ocasiones haya permitido la instalación de puestos en los sitios referidos, de cuya propiedad, o por lo menos posesión, tiene títulos incuestionables”. Colocado el alcalde de Cangas de Onís, José González Sánchez, en esta tesitura y extrañado de que se califique de atropello “lo que no es más que el ejercicio legítimo de un derecho a la vez que el cumplimiento de un deber” aprueba por unanimidad una moción en la que hace saber al cabildo que los títulos de propiedad “nunca serán bastante para destruir, ni enervar siquiera, la policía administrativa consistente en dictar las disposiciones, por cuyo cumplimiento ha de velar, referentes al servicio particular de los pueblos y sus habitantes” y que la autoridad municipal no podía, sin abdicar de sus deberes, dejar de adoptar las medidas de protección de todos los intereses y derechos:

pues si la Autoridad debe ser en todo momento fiel mantenedora del orden en el templo y en los actos de culto, castigando severamente al que ofenda los sentimientos religiosos de los concurrentes, no cabe duda alguna que también ha de atender a la satisfacción de las necesidades de los visitantes de todas las clases sociales a nuestra Virgen de Covadonga, facilitándoles hospedaje en lugar próximo a la Santa Cueva y Templo y así mismo comidas económicas, como las que se proporcionan en los indicados puestos, a aquellas personas, cuyos recursos no les permiten ir a un hotel o fonda, proveyéndoles además, a medio de vendedores ambulantes o fijos, de objetos religiosos o recuerdos de ese Sitio[lxxvi].

La situación sanitaria del concejo

La coyuntura sanitaria en Cangas de Onís en 1918 presentaba numerosas deficiencias a pesar de algunas iniciativas correctoras que se habían implementado en años anteriores. El 12 de enero de 1904 se había promulgado la Instrucción General de Sanidad, una disposición legislativa que provocó la reacción de algunos estamentos del concejo. El 10 de abril de ese mismo año se reunieron en el Ayuntamiento de Cangas de Onís los once médicos del partido judicial para constituir la Asociación de Médicos Titulares. Veinte días después el alcalde José González Sánchez dicta un bando sobre higiene y salubridad pública advirtiendo sobre las disposiciones sanitarias reglamentadas en las ordenanzas que eran frecuentemente infringidas[lxxvii] y poco después se establece el servicio de recogida de basuras[lxxviii]. Se abrigaba la esperanza de que el alcalde no desmayara en su campaña higiénica, que no fue todo lo resolutiva que el bando prometía al ser tantas las inercias y dificultades a vencer.

Una somera idea de la situación en 1918 la proporciona una noticia publicada en El Orden que nos entera de la existencia en el casco urbano de la capital de establos, cuadras y cubiles, decidiéndose regularlos de manera taxativa aprovechando los fastos del duodécimo centenario. Se habla de la existencia de un proyecto municipal que regularía la existencia de cubiles en la ciudad, sujetándose a planos. Aunque se anuncia que la Junta de Sanidad estaba decidida a suprimirlos “de un plumazo y sin contemplaciones” en realidad solo los separaría de las casas pudiendo mantenerse en los patios o huertas distanciados unos metros de ellas. Se añade que por su instalación moderna (ignoro a qué se refiere) se evitarán las emanaciones pestilentes mejorando, al mismo tiempo, la cría del ganado porcino. Se evitaba así la construcción de una fila de cubiles al lado del río, idea que había sido planteada por algunos, que “además de ser molestísimo para los dueños, sería horrible y estropearía el panorama de nuestras encantadoras riberas”. La presencia de cerdos sueltos en las calles de la ciudad aunque contravenía las ordenanzas no era infrecuente[lxxix].

Medidas similares se planteaban respecto a los establos y cuadras pero el tamaño de estas instalaciones impedía ceñirse a planos, pasándose visitas de inspección e imponiendo las multas que autorizaba la ley. En 1911 el periodista de El Auseva visita, a petición de los vecinos, los barrios del Fondón y de San Roque, inmediatos a la pedrera sobre el río Güeña, pudiendo comprobar la existencia de montones de cuchu a las puertas de cubiles y cuadras lo que suponía un grave riesgo sanitario[lxxx]. La mención a la existencia de estiércol y focos de infección en otros lugares de la ciudad es bastante frecuente en la prensa local.

Otro problema de carácter pecuario es el relacionado con el mercado dominical de ganado, que de antiguo se realizaba en la calle San Pelayo. Al ser muy reducido el sitio que lo albergaba se trasladó al campo de San Antonio, aunque esta medida no contó con el debido consenso y en los años 1886 y 1893 se devolvió de nuevo a San Pelayo hasta su instalación definitiva en Cangas de Arriba. Un retorno imperfecto, porque en 1918 continuaba celebrándose un mercado paralelo en dicha calle. Dentro de las medidas municipales anunciadas por El Orden con motivo del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga se encontraba la prohibición absoluta y terminante del ganado en las calles de la ciudad, “pues el mercado será tan sólo en el campo de San Antonio y una vez que allí se de por terminado, quedará como decimos prohibido lo que hoy constituye un segundo mercado y que afea, ensucia y entorpece la vida de la ciudad, con lo cual quedará libre el tránsito y se evitarán sustos y carreras”. Esta medida, leemos, aunque perjudique los “intereses creados”, será llevada a término con toda energía. Cuando siete años después Ruth Matilda Anderson visite Cangas de Onís en su viaje fotográfico por Asturias, una de las imágenes que obtendrá en la ciudad será la de este mercado de ganado paralelo en la calle San Pelayo.

La realidad sanitaria de Cangas de Onís no era distinta a la nacional, pues existían en España muchísimas localidades con malos o inexistentes servicios de suministro de agua y alcantarillado urbanos. En todo caso, en 1910 cuando se reúnen en el salón de sesiones del ayuntamiento el farmacéutico y los médicos titulares del concejo bajo la presidencia del Inspector provincial de Sanidad, Carlos Ardila, este señaló que “la higiene en esta ciudad deja bastante que desear, aconsejando lo que procede para evitar el desarrollo de las enfermedades infecciosas”[lxxxi]. La existencia de pozos negros y sitios insalubres propiciaban su aparición.

En el artículo publicado en El Orden leemos que existe “la idea de instalar unos lavaderos cubiertos a la orilla del río y prohibir se sigan utilizando las riegas, pues según parece, la mayor parte de las enfermedades que nos azotan con carácter de epidemias, son originadas por el lavado de ropas en estas riegas”[lxxxii]. Especialmente pútrida era la riega de Castrillo que proveía de aguas al antiguo matadero, situado junto a la calle Emilio Laria. Esta travesía, fundamental para la comunicación entre las dos carreteras aún no estaba abierta en abril de 1916, al menos, y tanto los vecinos como los forasteros debían atravesar el estrecho, embarrado y mal iluminado, callejón “del matadero”, que soportaba el mayor tránsito de la ciudad al comunicar la calle San Pelayo con la estación del tranvía. Cruzarlo implicaba, según El Auseva, cerrar los ojos y la boca y ponerse un pañuelo en las narices “por dos cosas: primero por los millones de insectos que revolotean, y segundo para no ver la riega estancada de sangre y otras porquerías…”[lxxxiii]

La suciedad de las calles de Cangas de Onís era tema recurrente. Cuando no se trataba de la presencia de ortigas en las travesías de la ciudad, era el deplorable estado de algunas callejas como la que iba desde la cárcel a la carretera de la iglesia o la que conducía desde la plaza del mercado, por detrás de la confitería de Pendás y de la casa que había sido de Noguera, a la misma carretera. La mismísima plaza pública se encontraba en ocasiones en un estado escandaloso, “reñido con el ornato y la higiene”, viéndose obligados algunos particulares a ordenar que se limpiase a su costa[lxxxiv]. Se criticaba repetidamente que los barrenderos dedicasen su atención casi exclusivamente a la calle San Pelayo, en la que residía el alcalde, “como si los vecinos de las demás calles no tuviesen el mismo derecho”[lxxxv].

El deficiente estado de muchas viviendas constituía otra causa de preocupación. El higienismo, que incrementó los estándares de limpieza, aún no había llegado a las casas de los pobres y sin llegar a la exageración de que familia, cerdos y gallinas durmiesen “en funesta mancomunidad”, la existencia de habitaciones malsanas donde se aglomeraban las familias, de estancias húmedas sin tillado ni vertedero, sin ventilación ni más luz que la que recibían de la calle, era frecuente.

El lugar de residencia de los médicos fue un problema reiterado a lo largo de los años. En la última década del siglo XIX el Ayuntamiento ofertaba plazas de médicos en Corao y Margolles, donde debían residir los titulares pero no se cumplía siempre. En 1915 se repite la situación al proveerse la plaza de Margolles, nombrando interinamente a Amador Blanco Caso; los concejales reformistas pidieron que se fijara su residencia en dicho lugar o Triongu pero la mayoría conservadora, incluyendo a los tres concejales por estos lugares, votó que residiese en Cangas de Onís[lxxxvi], decisión que fue rectificada posteriormente ante la presión del vecindario[lxxxvii].

Aunque la Junta de Sanidad municipal, en colaboración con los médicos titulares, debía acordar las medidas de policía sanitaria para el control de los alimentos que consumía la población y la prevención de enfermedades, lo ordinario es que adoptase las medidas encaminadas a limitar su propagación y a su erradicación una vez producida la epidemia. Las enfermedades infecciosas más frecuentes eran la gripe, el tifus, y la viruela.

La beneficencia, concebida en la segunda mitad del siglo XIX como un servicio público, no estaba solo en manos privadas. Corría a cargo de los ayuntamientos la asistencia facultativa gratuita a los pobres. Cuando los enfermos requerían un tratamiento especializado eran ingresados, si no podían pagarse la estancia en un sanatorio privado, en el hospital provincial, encargándose el Ayuntamiento de sufragar los gastos generados. Este era el caso, por ejemplo, de las personas que debían someterse al tratamiento del Dr. Ferrán como consecuencia de la mordedura de animales rabiosos, lo que no era infrecuente[lxxxviii].

La escasez de medios económicos de muchos vecinos y la precariedad asistencial obligó a diversas sociedades nacidas en los primeros años del siglo XX a la contratación de médicos. Es el caso de la Sociedad de Labradores El Despertar que en enero de 1909, apenas unos meses después de su constitución, contaba con médico, José Álvarez Valdés, y practicante, José Valle de la Grana[lxxxix], estableciéndose un año después el seguro médico para los asociados.

Era una situación distinta a la de las dos mayores compañías radicadas en el concejo, The Asturiana Mines Limited y la Compañía del Tranvía de Arriondas a Covadonga, que por razones legales debían de contar con médicos de empresa. Las duras condiciones de vida, laborales y sociales, que debían soportar los mineros y sus familias en el puerto de Covadonga hacían necesaria la contratación de médico y practicante para atender a los poblados de Buferrera y Comeya que en algunos años superaban el medio millar de habitantes. En 1906 se declaró una huelga en la que, entre otras reivindicaciones, se exigía higiene de las viviendas y agua para beber[xc]. La situación humana y laboral en Buferrera debía ser muy difícil. Un artículo publicado con motivo de las huelgas en Arnao, habla con acritud de la “maldita odiosa” Buferrera: “Lanzados muchos de aquellos huelguistas a buscarse trabajo por otras partes, algunos fueron a caer en ese antro de maldición, vergüenza de un pueblo civilizado, que se llama minas de Bufarrera (Covadonga). En muy pocos días, cuatro han tenido que ingresar en el Hospital de Oviedo, atacados unos, de fiebres infecciosas, y otros de pneumonía grippal[xci]. La compañía llegó a construir un hospitalillo.

La pobreza, la mendicidad y el alcoholismo eran otros graves problemas sociales. Era numerosa la falange de pobres de solemnidad del concejo que debían ser socorridos por la caridad pública. La proliferación de forasteros que acudían los domingos de mercado a Cangas de Onís, pobres lisiados que enseñaban sus lacras pidiendo limosna con voces lastimeras y relatos exagerados, llevó al Ayuntamiento a prohibir la mendicidad a los que no fuesen de tránsito y a éstos solo por dos horas, con permiso de la alcaldía. Los mendigos locales debieron proveerse de licencia, inscribiéndose en el registro municipal. Se prohibió que los mendigos trajeran consigo niños mayores de cinco años, aunque fueses hijos suyos, y la exhibición de defectos físicos o enfermedades que rechazase la vista del público[xcii]. A pesar de estas medidas, la “frecuente e impertinente” mendicidad de los pobres forasteros continuó formando parte de los mercados dominicales. En 1912 el ministro de la Gobernación dictó una real orden draconiana, a los gobernadores y alcaldes, prohibiendo la mendicidad pública y deteniendo a los mendigos para su alojamiento en centros benéficos y traslado a las poblaciones de origen, entre otras medidas que no eran más que la demostración de la impotencia de las autoridades para atajar un problema estrechamente unido a la pobreza de la clase social más desfavorecida. Carecía Cangas de Onís de un hospital o asilo donde albergar a los mendigos pero existía la asociación El Ropero de los Pobres que aliviaba en la medida de lo posible algunas de las necesidades más apremiantes.

El alcoholismo, lacra de la sociedad hija de la ignorancia y la falta de educación, desataba lenguas y pasiones que ocasionaban riñas sangrientas. Era padre del matonismo, no siendo pocos los casos de muertos y heridos en el concejo causados por navajas y armas de fuego. El alcohol tenía su mayor número de víctimas entre los obreros y artesanos que se aficionaban a la bebida para olvidar la penosidad del trabajo y aún para buscar en la excitación del alcohol fuerzas para desarrollarlo. El excesivo número de tabernas, la errónea consideración del alcohol como alimento, los reveses de fortuna y el mal ejemplo de los padres alcohólicos, eran otras causas del alcoholismo, pero no las únicas. También eran responsables el Estado y las clases pudientes de la sociedad que no intervenían con medidas eficaces y beneficiosas; no combatían las causas del problema sino que reprimían a los borrachos. En esta línea se encuentra el bando dictado por el alcalde José González Sánchez el 20 de enero de 1906, ante los frecuentes escándalos y alborotos públicos, en el que ordena la observancia de diversas disposiciones de policía urbana dirigidas a su castigo[xciii].

Distinto es el enfoque que el médico Elías José Con y Tres expuso en la conferencia pronunciada el 6 de junio de 1912 en el Círculo de Artesanos de Cangas de Onís:

Dad al trabajador manual viviendas sanas, habitación alegre y ventilada y no tugurios infectos; abaratad los alimentos de primera necesidad para que se halle al alcance de su familia el pedazo de carne de que hoy carece; facilitadle en las grandes poblaciones, sitios honestos donde esparcir el ánimo y se aparte de los vicios; instruidle para que encuentre placer en dirigir la moral de sus hijos y educadle para los sublimes goces del espíritu; inculcad el amor al ahorro, la necesidad de la cooperación y la protección mutua; concededle el retiro para la vejez; quitadle que se imagine en lo futuro la miseria cerniéndose sobre su hogar y la caridad pública como medio de subsistencia para mañana; haced en una palabra, como dice el gran higienista Levy: “que su frente no esté cargada con tantos cuidados como gotas de sudor la bañan y entonces la embriaguez no será más que el vicio excepcional de las naturalezas incorregibles”[xciv].

(Continuará)

[Primera parte del] Artículo publicado en Pantín Fernández, Francisco José, Cangas de Onís 1918, vida en torno a un centenario, Cangas de Onís, Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2019, segunda edición, pp. 33-78.

Notas

[i] El Auseva, Onís (sic), año XXV, núm. 1.259, 22 de mayo de 1915, p. 2.

[ii] “Sindicato Agrícola de Cangas de Onís : Memoria-balance de 1928 leída en la Junta General de 20 de enero de 1929, por el Secretario D. José de Fana Alonso”, en El Orden, Cangas de Onís, año XVI, núm. 784, 27 de enero de 1929, p. 1.

[iii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 956, 24 de julio de 1909, p. 1.

[iv] El Aldeano, Corao, año I, núm. 15, 1.º de octubre de 1912, p. 3.

[v] El Orden, Cangas de Onís, año X, núm.489, 20 de mayo de 1923, p. 3.

[vi] El Auseva, Cangas de Onís, año XXI, núm. 1.073, 21 de octubre de 1911, p. 3.

[vii]Íd., año XIX, núm. 976, 24 de diciembre de 1909, p. 3.

[viii] Íd., año XX, núm. 984, 5 de febrero de 1910, pp. 1-2.

[ix] Íd., año XXI, núm. 1.077, 18 de noviembre de 1911, p. 3.

[x] El Orden, Cangas de Onís, año VI, núm. 284, 15 de junio de 1919, p. 3.

[xi] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 88, 10 de julio de 1918, p. 3.

[xii] Íd., núm. 71, 9 de febrero de 1918, p. 2.

[xiii] Íd., núm. 90, 30 de julio de 1918, p. 2.

[xiv] Fernández Pérez, Bernardo & Girón Garrote, José, “Aproximación al sindicalismo agrario en Asturias (1906-1923), en La cuestión agraria en la España contemporánea, Madrid, Edicusa, 1976, pp. 151-200.

[xv] Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 138, 14 de junio de 1913, p. 2; núm. 139, 16 de junio de 1913, p. 2; y núm. 140, 17 de junio de 1913, p. 3.

[xvi] Llamada La Almadreñera Española. El propietario y Emilio González, Capitel, habían viajado a París para adquirir la maquinaria. A primeros de noviembre de 1906 solo faltaba para su completa instalación el árbol de transmisión y se dice que “la maquinaria es de la más perfeccionada conocida hasta la fecha en el extranjero”. Ese mismo mes ya funcionaba aunque “la falta de práctica del personal y alguna que otra falta propia de la instalación, que se va subsanando, imposibilita por el momento cumplir con los muchos pedidos que se van haciendo”. El Auseva, Cangas de Onís, año XVI, núm. 807, 15 de septiembre de 1906, p. 3; núm. 815, 10 de noviembre de 1906, p. 3; y núm. 818, 1.º de diciembre de 1906, p. 2.

[xvii] Íd., año XIX, núm. 733, 13 de febrero de 1909, p. 2.

[xviii] Íd., año XIV, núm. 714, 3 de diciembre de 1904, p. 3.

[xix] Íd., núm. 715, 10 de diciembre de 1904, p. 2.

[xx] Íd., año XVI, núm. 783, 31 de marzo de 1906, p. 3.

[xxi] Íd., núm. 785, 14 de abril de 1906, p. 2.

[xxii] Íd., núm. 783, 31 de marzo de 1906, p. 3.

[xxiii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 88, 10 de julio de 1918, p. 2.

[xxiv] El Auseva, Cangas de Onís, año XX, núm. 1.020, 15 de octubre de 1910, p. 3; año XV, núm. 733, 15 de abril de 1905, p. 2; y año XIV, núm. 703, 17 de septiembre de 1904, p. 2.

[xxv] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, año 1858, núm. 101, 23 de agosto de 1858, pp. 2-3.

[xxvi] El Correo Militar, Madrid, año XVIII, núm. 3.359, jueves 9 de diciembre de 1886, pp. 1-2.

[xxvii] C., “De Mestas”, en El Orden, El Puente-Parres, año III, núm. 146, 15 de octubre de 1916, p. 2.

[xxviii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 70, 2 de febrero de 1918, p. 2.

[xxix] Pequeña Geografía descriptiva del concejo de Cangas de Onís, y especialmente del distrito escolar de Corao-Castillo, compuesta por Antonio y Leandro Peláez, Benito y José Álvarez, alumnos de la Escuela de Corao-Castillo, que dirige D. Isidro de Soto García, [S. l.], Escuela de Corao-Castillo, enero de 1926.

[xxx] El Aldeano, Corao, año I, núm. 10, 15 de julio de 1912, p. 3.

[xxxi] Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 113, 16 de mayo de 1913, pp. 1-2.

[xxxii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 942, 17 de abril de 1909, p. 3.

[xxxiii] Íd., Cangas de Onís, año XXI, núm. 1.083, 30 de diciembre de 1911, p. 3.

[xxxiv] Íd., Onís (sic), año XXV, núm. 1.282, 30 de octubre de 1915, p. 3.

[xxxv] Íd., núm. 1.279, 9 de octubre de 1915, p. 4.

[xxxvi] Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año VI, núm. 332, 19 de diciembre de 1920, p. 28.

[xxxvii] El Orden, Cangas de Onís, año VIII, núm. 391, 3 de julio de 1921, p. 3.

[xxxviii] Pantín Fernández, Francisco José, “La construcción de la iglesia de Corao”, en Centenario de la Iglesia de Corao, Corao, Parroquia de Santa Eulalia de Abamia – Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2015, pp. 5-30.

[xxxix] El Auseva, Cangas de Onís, año XIV, núm. 713, 22 de noviembre de 1904, pp. 1-2.

[xl] Íd., año XVII, núm. 846, 15 de junio de 1907, pp. 1-2.

[xli] Sánchez Fresno, Manuel, “En favor de Cangas”, en El Auseva, Cangas de Onís, año XVII, núm. 864, 19 de octubre de 1907, pp. 1-2.

[xlii] En la sesión del 24 de marzo de 1914, el Ayuntamiento de Cangas de Onís acordó “contribuir con 200 pesetas para ayudar al Jefe de explotación de la Compañía de Arriondas a Covadonga a fomentar el turismo en esta región”. Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 89, 20 de abril de 1914, p. 4.

[xliii] “El turismo en Asturias”, en Heraldo de Madrid, Madrid, año XXXV, núm. 12.383, 9 de octubre de 1925, p. 5.

[xliv] La Época, Madrid, año LXXVII, núm. 26.740, 7 de septiembre de 1925, p. 4.

[xlv] El Auseva, Cangas de Onís, año XIV, núm. 681, 16 de abril de 1904, p. 3.

[xlvi] “Un año más”, en El Orden, Cangas de Onís, año II, núm. 53, 3 de enero de 1915, p. 1.

[xlvii] El Gobierno civil de la provincia recibió un oficio de la alcaldía de Cangas de Onís en el que se le comunicaba que el Sindicato agrícola de Abamia había dejado de funcionar. Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 155, 12 de julio de 1926, p. 1.

[xlviii] Asturias Agraria, revista quincenal de cuestiones sociales, Oviedo, 1º de diciembre de 1922, núm. 9, pp. 140-141.

[xlix] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 83, 20 de mayo de 1918 , p. 3.

[l] Íd., núm. 84, 30 de mayo de 1918 , p. 2.

[li] “El socialismo en el Concejo” en El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 232, 9 de junio de 1918, p. 1.

[lii] La localiza en Onís, pero era una sección que reunía trabajadores de dicho concejo y de Cangas de Onís. Estadística de Asociaciones : Censo Electoral de Asociaciones Profesionales para la renovación de la parte electiva del Instituto y de las Juntas de Reformas Sociales y Relación de las Instituciones no profesionales de Ahorro, Cooperación y Previsión en 30 de junio de 1916, Madrid, Instituto de Reformas Sociales, 1917, p. 289.

[liii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 82, 10 de mayo de 1918 , p. 2.

[liv] El Principado, Gijón, año IV, núm. 940, 21 de mayo de 1912, p. 4.

[lv] Diario de las Sesiones de Cortes : Congreso de los Diputados, núm. 129, 3 de junio de 1912, p. 3.506.

[lvi] El Noroeste, Gijón, año XVI, núm. 5.489, 29 de mayo de 1912, p. 4.

[lvii] Morato, J. J., “El mundo obrero. Ley que no se cumple”, en Heraldo de Madrid, año XXIII, núm. 7.854, 31 de mayo de 1912, p. 2.

[lviii] El Auseva, año XXII, núm. 1.103, Cangas de Onís, 25 de mayo de 1912, p. 2.

[lix] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 243, 25 de agosto de 1918, p. 3.

[lx] El Aldeano, Corao, año III, núm. 53, 5 de enero de 1914, p. 3.

[lxi] El Orden, Cangas de Onís, año VI, núm. 284, 15 de junio de 1919, p. 2.

[lxii] Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año IV, núm. 203, 16 de junio de 1918, s. p.

[lxiii] Madrid, Instituto de Reformas Sociales, 1913, p. 144.

[lxiv] El País : diario republicano, Madrid, año XVII, núm. 5.926, 25 de octubre de 1903, p. 1.

[lxv] El Auseva, Cangas de Onís, año XVI, núm. 813, 27 de octubre de 1906, p. 2.

[lxvi] Íd., núm. 816, 17 de noviembre de 1906, p. 2.

[lxvii] Íd., núm. 820, 15 de diciembre de 1906, p. 3.

[lxviii] Íd., núm. 822, 29 de diciembre de 1906, p. 3.

[lxix] Íd., año XIX, núm. 950, 12 de junio de 1909, p. 3.

[lxx] Íd., año XX, núm. 1.006, 9 de julio de 1910, p. 3.

[lxxi] Íd., núm. 1.020, 15 de octubre de 1910, p. 2.

[lxxii] Íd., año XV, núm. 734, 22 de abril de 1905, p. 3.

[lxxiii] El Auseva, Onís (sic), año XXV, núm. 1.255, 24 de abril de 1915, pp. 2-3.

[lxxiv] La Iglesia católica consideró que la biblioteca le disputaba el terreno de la educación moral y se posicionó en contra de la labor de Sarmiento. Entre los volúmenes que se querían retirar figuraban obras de Vicente Blasco Ibáñez o Benito Pérez Galdós. La campaña de descrédito retrajo la asistencia de los vecinos a la biblioteca. Memorias de Ángel Sarmiento González, manuscrito.

[lxxv] Esta cuestión ya se había suscitado durante el obispado de Martínez Vigil, que logró “el monopolio de la venta de objetos piadosos o no y de la de comestibles, más la exclusiva en hospedar viajeros, todo ello sin pagar tributo alguno”. El País : diario republicano, Madrid, año XVII, núm. 5.926, 25 de octubre de 1903, p. 1.

[lxxvi] El Orden, Cangas de Onís, año VI, núm. 301, 19 de octubre de 1919, pp. 1-2.

[lxxvii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIV, núm. 684, 7 de mayo de 1904, p. 2.

[lxxviii] Íd., núm. 685, 14 de mayo de 1904, p. 2. Los barrenderos municipales recorrían la ciudad haciendo sonar un “instrumento a guisa de trompeta” avisando a los vecinos para que salieran a depositar la basura en el carro.

[lxxix] Las ordenanzas prohibían que el ganado de cerda vagase suelto por las calles, plazas y caminos de la ciudad. Y establecían que los que fuesen encontrados así debían ser encerrados en el depósito y su dueño multado. “Como personas decentes, el miércoles último transitaron por delante de las propias narices del Sr. Alcalde, dos cerdos que, indudablemente, por llevar la vista baja no hicieron el saludo de rúbrica”. El Auseva, Cangas de Onís, año XXI, núm. 1.035, 28 de enero de 1911, p. 2.

[lxxx] Íd., núm. 1.033, 14 de enero de 1911, p. 2.

[lxxxi] El Auseva, Cangas de Onís, año XX, núm. 1.016, 17 de septiembre de 1910, p. 3.

[lxxxii] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 233, 16 de junio de 1918, pp. 1-2.

[lxxxiii] El Auseva, Onís (sic), año XXV, núm. 1.259, 22 de mayo de 1915, p. 2.

[lxxxiv] Íd., Cangas de Onís, año X, núm. 483, 8 de julio de 1910, p. 2.

[lxxxv] Íd., año XIV, núm. 674, 27 de febrero de 1904, p. 3.

[lxxxvi] El Auseva, Onís (sic), año XXV, núm. 1.251, 27 de marzo de 1915, pp. 2-3.

[lxxxvii] Íd., núm. 1.251, 27 de marzo de 1915, p. 2.

[lxxxviii] El Auseva, Cangas de Onís, año XV, núm. 737, 13 de mayo de 1905, p. 2. El alcalde dictó un bando el 10 de mayo de 1905 para combatir la hidrofobia.

[lxxxix] Fernández González, Emilio, “El pueblo de Corao”, en El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 950, 12 de junio de 1909, pp. 1-2; núm. 951, 19 de junio de 1909, pp. 1-2; y núm. 952, 26 de junio de 1909, p. 1.

[xc] La Vanguardia, Barcelona, año XXV, núm. 12.124, 24 de agosto de 1906, p. 8.

[xci] «De la huelga de Arnao», en El Noroeste, Gijón, año XVII, núm. 5.804, 9 de abril de 1913, p. 1.

[xcii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIV, núm. 693, 9 de julio de 1904, p. 3.

[xciii] Íd., año XVI, núm. 774, 27 de enero de 1906, p. 3.

[xciv] Con y Tres, Elías José, “El alcoholismo”, en El Aldeano, Corao, año I, núm. 8, 15 de junio de 1912, pp. 1-4.