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La celebración del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga en el año 1918 puede considerarse como un rotundo fracaso de las instituciones y de los políticos españoles y asturianos, reflejo de un sistema caduco, vano e incapaz. Solo la Iglesia católica desarrolló el programa que había pergeñado unos años antes y además fue la única institución que rentabilizó el acontecimiento al convertir la fiesta religiosa del día 8 de septiembre de 1918 en el acto central del centenario, con la presencia de los reyes, de las más altas jerarquías del Estado y de miles de asturianos, quedando relegada la recepción a los monarcas en la Diputación provincial, al día siguiente, a la categoría de un acto menor e insustancial.
Cuando Mariano Zavala retoma en marzo de 1916 la idea que José Díaz Sarri había divulgado tres años antes[i], al publicar en La Esfera un artículo titulado “La batalla de Covadonga”[ii], anhela convertir el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga en un día patriótico. La fecha “más grande y gloriosa de cuantas llenan las páginas” de la historia de España debe sembrar la nación de patriotismo, permitiendo su regeneración al unir a todos los españoles “al amparo de nuestra única bandera, la que es señal, suma y compendio de la nacionalidad española”. Su covadonguismo anclado en la fe y el patriotismo representados por la monarquía de Alfonso XIII chocaba con las realidades sociales y políticas de España y era ajeno a grandes capas de la población, lastrando el proyecto desde su mismo inicio.
La iniciativa adoptada por el Ayuntamiento de Cangas de Onís el 27 de junio de 1916 de “iniciar la idea de conmemorar[iii]” el centenario le parece muy pobre y débil al periodista Dionisio Pérez Gutiérrez, perteneciente al grupo editorial dirigido por Zavala, que dice que no debe limitarse a extender la mano pidiendo y a esperar; debe mover la opinión pública comenzando por crearla. El alcalde de Cangas de Onís, añade, no puede contentarse con presentar una moción, debe ir a Madrid, buscar entusiastas y constituir una junta que organice la fiesta y haga su propaganda, recurriendo a los grandes de España, al Ejército, a los asturianos de la emigración. Debe dar, en suma, un alto ejemplo a la nación entera logrando una hermosa obra: el ideal común de España, condensando y arraigando en todas las conciencias “un ideal nacional que no tenemos”[iv].
El propio Zavala incide en esta cuestión. En diciembre de 1916, asombrado de que se dejen pasar los días sin plasmar en realidades el proyecto, escribe otro artículo advirtiendo que si no queda consignada cantidad alguna en el presupuesto del siguiente año, “para la enorme labor de organización y de propaganda que hay que realizar durante 1917 no habrá centenario, o tendrá la conmemoración sólo un carácter regional, o será de tal modo humilde y modesta, que no logrará crear la exaltación patriótica que queremos producir en toda España”. Continúa:
Así, imagino yo que el problema, para el Ayuntamiento de Cangas de Onís, en cuyas manos está ahora la cruz de Pelayo, es muy sencillo. Venir a Madrid en seguida, y gestionar, y apremiar, y convencer a los remisos, y conseguir que en una línea del presupuesto quede acordada y consagrada la celebración del centenario, o desistir de darle el grandioso aparato nacional y la finalidad pedagógica con que lo imaginamos. Reducido a una fiesta regional, confiado a lo que puedan gastar la Diputación y los ayuntamientos de Asturias, y no pudiendo acudir a ella las representaciones del Ejército, el centenario nos parecerá indigno de aquel suceso, en que nace la nacionalidad[v].
Extraña que a Mariano Zavala se le ocultase la incapacidad del Ayuntamiento de Cangas de Onís para desarrollar esta titánica tarea[vi].
No es hasta principios del año 1917 cuando se reúne en la Diputación provincial, bajo la presidencia del gobernador civil, la “asamblea magna de fuerzas vivas de la provincia al objeto de comenzar los trabajos de preparación de las grandiosas fiestas que habrá en Asturias con motivo del XII Centenario de la batalla de Covadonga”[vii] pergeñándose un extenso programa dividido en cuatro aspectos: el religioso, el militar, el histórico y el social. Al no tener asignada ninguna partida económica no es más que una declaración de intenciones, salvo en la parte religiosa que dependía del obispado. Hasta el mes de julio de 1918 no se conocerán los medios económicos que permitirán atender los gastos generados por la conmemoración. Para salvar esta desastrosa improvisación ante la opinión pública, se lanzan proyectos, hijos del centenario, que se realizarán en años próximos: un monumento a Don Pelayo[viii], un ferrocarril funicular que llegue hasta el monumento pasando junto a la cueva de Covadonga, un albergue para 500 personas y un grupo escolar. Faltando mes y medio para la celebración del centenario aún no existía programa de festejos por desconocerse la fecha en que llegaría el rey.
Ahora bien, celebrar el duodécimo centenario de la batalla de Covadonga y que Don Pelayo y los héroes de la Reconquista, por decirlo a la manera de la época, estuviesen ausentes casi por completo, fue un logro verdaderamente memorable. Cuatro palabras en discursos hueros y rimbombantes y unas pocas publicaciones. El día 1º de agosto, que unos pocos consideraban el aniversario de la batalla de Covadonga y nacimiento de la monarquía española, fue completamente ignorado por las instituciones, no así por el obispado que celebró misas solemnes, lo que causó la airada reacción del cangués Fernando Fernández Rosete al hablar de la Diputación provincial que
acuerda, para festejar su conmemoración, un festival de animales irracionales: concurso de vacas y caballos y una becerrada, (…) basta con recordar que en unión de otras lumbreras, cuando, hace poco más de un año, designó comisión, al parecer ilegal, para festejar el XII Centenario de Covadonga, nombró por unanimidad y aclamación presidente de ella a un historiador que publicó un libro en el que casi y sin casi, ¡negó la batalla de Pelayo en el real sitio! El día 1.º de agosto, verdadero día de la conmemoración de la batalla de Covadonga, ya pasó; ya pasó el centenario para el patriotismo. Para el mercantilismo ya vendrá cuando quieran los fariseos[ix].
Francisco Cambó pronunciando su discurso en la inauguración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Fot. Vidal (Madrid). Col. Javier Remis Fernández.
Por otra parte, la disimulada intención política de Alfonso XIII en referencia a Cataluña, arrastrando a Covadonga como ministro de jornada a Francisco Cambó, “el hombre que para satisfacer los anhelos de una región poderosa, fue llevado al Poder y desde allí ha de pretender, seguramente, consolidar la hegemonía de su patria chica dentro de la patria grande”[x], no dejó más que la fotografía del famoso discurso en la inauguración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Un discurso improvisado durante la misa solemne celebrada en la basílica de Covadonga[xi], que no tuvo ningún recorrido porque pocos meses después el rey decepcionó las expectativas del catalán, como antes habían sido defraudadas las aspiraciones canguesas.
En Cangas de Onís la celebración del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga tiene cuatro fechas: el 22 de abril, el 4 de mayo, el 26 de agosto y, por supuesto, el 8 de septiembre de 1918.
22 de abril de 1918, manifestación pro coronación
El 10 de abril de 1918 se presentó a la Junta provincial una proposición para pedir que se celebrasen en Oviedo las fiestas del centenario, incluida la coronación de la Virgen, por las dificultades que había para el alojamiento en Covadonga; y se acordó pedir al obispo el traslado de la Santina a la capital de Asturias. Un acuerdo que provocó la indignada respuesta del concejo de Cangas de Onís remitiendo su alcalde, José González Sánchez, un telegrama al jefe del Gobierno español y al prelado de la diócesis:
Profundamente indignado este vecindario por proposición presentada 10 corriente ante junta provincial centenario Covadonga para celebrar fiestas, incluso coronación Virgen en ciudad Oviedo, recabando para ello crédito extraordinario del Estado, nuestro digno alcalde acaba de dirigir expresivos telegramas presidente Consejo de Ministros e Iltrmo. Sr. Obispo, protestando contra tal propósito atentatorio a toda razón y justicia, e interesando que fiestas deben celebrarse preferentemente en el propio santuario y en esta corte de Pelayo[xii].
El concejo se moviliza y a las tres de la tarde del lunes 22 de abril se pone en marcha una imponente manifestación –así la califica el corresponsal de El Comercio– que reunió más de 5.000 personas [xiii] que discurrieron pacíficamente por Cangas de Onís y se dirigieron al ayuntamiento para hacer entrega a la alcaldía de sus peticiones para que fuesen elevadas al gobierno de España:
Primera. Que la coronación de la Virgen de Covadonga se verifique en el mismo Santuario, protestando enérgicamente del intento de traslado de la Virgen a ningún otro punto de la provincia ni fuera de ella.
Segunda. Que teniendo en cuenta los escasos recursos de este Municipio para hacer unas fiestas dignas del Centenario de Covadonga, se conceda por el Gobierno de S. M. un crédito para cumplir el programa que a dicho efecto recabe la Comisión de este Ayuntamiento en armonía con el programa nacional o provincial por entender que esta ciudad, como Corte de Pelayo, debe merecer preferencia de ser el lugar de las fiestas[xiv].
Los manifestantes, convocados por el Círculo de Artesanos y las clases mercantiles, pidieron al alcalde que hiciera saber a las autoridades “que los habitantes de este concejo no permitirán de ningún modo se les arrebate el derecho que legítima y naturalmente les pertenece de que se celebren aquí dichos actos, que son una manifestación de su gloriosa tradición y de su propia historia”[xv].
A efectos de gestionar la celebración del centenario y coronación de la Virgen en el santuario de Covadonga, marchó a Madrid una comisión compuesta por Manuel Cuesta y José Abego como representantes de los reformistas y los conservadores del concejo. Es de destacar la unión, estrictamente puntual, entre ambos partidos.
El primero de mayo de 1918 regresaron los comisionados, satisfechos de sus gestiones en Madrid. Habían asistido a una sesión de la Junta Central del Centenario donde el diputado Manuel de Argüelles defendió las justas aspiraciones de Cangas de Onís, que fueron tomadas en consideración por la mayoría de los vocales y “muy especialmente por los señores conde de Revillagigedo y marqués de Villaviciosa de Asturias, quien se puso incondicionalmente al lado de los cangueses”, acordándose:
1.º Que el acto de la Coronación de la Virgen en Covadonga tenga lugar en el Real sitio donde se venera y no en Oviedo, como en un principio se había acordado.
2.º Que los principales actos del Centenario se verifiquen en el Santuario de Covadonga y en la ciudad de Cangas de Onís como antigua corte de D. Pelayo, perpetuando este acontecimiento nacional con alguna mejora de importancia y utilidad para todo el concejo de Cangas de Onís[xvi].
Invitados a la reunión que celebraron los parlamentarios asturianos, expusieron el objeto de su viaje, no encontrando oposición. Se nombraron tres juntas encargadas de redactar el programa del centenario, siendo admitidos como miembros de las mismas el diputado a Cortes por el distrito, Manuel de Argüelles, y el alcalde, que habrían de recabar para Cangas y Covadonga el mayor número posible de festejos y la construcción, para perpetuar el recuerdo del centenario, de un grupo escolar en Cangas de Onís y “en Covadonga un soberbio monumento con la efigie del Rey don Pelayo”[xvii].
4 de mayo de 1918, manifestación contra el Parque Nacional
En la manifestación del 22 de abril ya se había deslizado el “ostensible disgusto” que existía entre los vecinos por la pretensión de establecer un parque nacional en la montaña de Covadonga “con evidente daño de nuestros agricultores, que no tienen otro lugar para el pastoreo de sus ganados”, censurándose al alcalde y concejales conservadores por ser los únicos que apoyan su creación[xviii]. Seis días después se reunieron en Corao representantes de 34 pueblos del concejo con el objeto de organizar una nueva manifestación el 4 de mayo siguiente[xix].
A las ocho de la mañana de dicho día comenzaron a llegar a Corao grandes grupos de labradores de las parroquias de Labra, Zardón y Abamia que se reunieron junto al edificio de El Despertar para esperar a sus compañeros de las parroquias de Con y San Martín. Media hora más tarde se avistó una muchedumbre de estas últimas parroquias que entraban en Corao siguiendo al vecino de Llano de Con Francisco Alonso Suero que a caballo enarbolaba una bandera con los colores nacionales. Reunidos, desfilaron para La Venta llevando Francisco Labra García, de Intriago, y Constantino Sobero, de Soto de la Ensertal, dos banderas blancas que decían ¡Abajo el Parque Nacional! Allí había unos doscientos labradores, saliendo todos juntos para La Morra donde debía organizarse definitivamente la manifestación, aumentándose de manera considerable el número de labradores con los que allí aguardaban.
Se puso en marcha la comitiva encabezada por Felipe Tejuca Labra, José Alonso y Ángel Sarmiento, concejales del ayuntamiento, y por Rodrigo Poli, Pedro Zardón, Marcos Laiz y Andrés Suero, designados en nombre de los manifestantes para entregar las conclusiones al alcalde. La manifestación entró en Cangas de Onís dando voces de ¡Abajo el Parque Nacional! ¡No queremos Parque Nacional! ¡Vivan los pastos libres! Recorrió la ciudad dando vuelta por la carretera del Estado en dirección al ayuntamiento donde el concejal Ángel Sarmiento dio lectura a las conclusiones siguientes:
1.ª Que por los evidentes perjuicios que causaría a la ganadería solicitan no sea declarado Parque Nacional las montañas y valles de Covadonga que ocupan una extensión superficial de doce mil hectáreas.
2.ª Que retiran su confianza a todos los concejales que constituyen el Ayuntamiento de Cangas de Onís; los unos por haber aprobado el reglamento del expresado Parque Nacional por considerar que con ello han causado daño en los intereses materiales de sus representados y a los otros por no haber asistido como era su deber, para combatir al citado reglamento a la sesión donde se aprobó.
Después de entregadas estas conclusiones al alcalde, los mencionados concejales presentaron por escrito la dimisión de sus cargos, haciéndolo igualmente el Sr. Pendás tan pronto le comunicaron la resolución del pueblo.
Acto seguido, Sarmiento dirigió a los manifestantes breves palabras diciendo que era el primer acto de una serie que había que realizar para combatir el parque nacional, por cuyo motivo no había que desmayar un momento hasta impedir que se estableciese y se telegrafió a los ministros de Fomento y Gobernación y al gobernador de Asturias dándoles cuenta del acto realizado por los labradores y los acuerdos tomados.
Una comisión se trasladó a Madrid para entrevistarse con el ministro de Fomento y pedirle que dejase “sin efecto las disposiciones encaminadas al establecimiento del Parque Nacional en las montañas de Covadonga y en caso de que esto no pudiese ser, presentar unas bases para hacer un nuevo reglamento del Parque con objeto de que quedasen completamente a salvo los intereses ganaderos”. En la capital de España, la comisión visitó a Manuel Argüelles y a José Pedregal, indicando, el primero, la conveniencia de celebrar una entrevista con Pedro Pidal, comisario regio de Parques nacionales.
Al día siguiente se efectuó la reunión en el Congreso, asistiendo Argüelles, Pedregal y el marqués de Villaviciosa que examinaron con detenimiento las condiciones que ponían los labradores para el establecimiento del parque nacional, pareciéndoles justas y por lo tanto aceptables, comprometiéndose con la comisión a redactar un nuevo reglamento teniendo en cuenta sus deseos [xx].
26 de agosto, peregrinación del arciprestazgo de Cangas de Onís a Covadonga
El lunes 26 de agosto de 1918 se celebró la peregrinación a Covadonga del arciprestazgo de Cangas de Onís. En la ciudad el bullicio era enorme desde primera hora y el tranvía de las ocho de la mañana circuló abarrotado con más de doscientas personas. Las carreteras estaban llenas de peregrinos de Cangas de Onís que bajo la presidencia del párroco, Luis Ruiz Carniado, se encaminaban andando hacia Covadonga. Salieron a las siete y media de la mañana detrás de un estandarte bordado en oro y seda por la joven canguesa Judith Llano, reuniéndose a las nueve en El Bosque con los demás peregrinos del arciprestazgo, procedentes de Corao, Mestas y Onís, y dirigiéndose seguidamente a Covadonga cantando himnos religiosos; los feligreses de Onís llevaban “un coro bastante ordenado”.
A las diez se reunió en el Repelao la peregrinación que era muy numerosa y una hora después hacía su entrada en la basílica siendo recibida por el M. I. Cabildo, que fue saludado por el arcipreste y párroco de Abamia, Manuel Blanco Escandón. Hizo éste la ofrenda a la Virgen y José Comas, doctoral de Covadonga, dio un saludo de bienvenida a los peregrinos terminando con entusiastas vivas a la Virgen de Covadonga y a Pelayo, que fueron contestados con gran vehemencia por la masa de gente que allí se encontraba.
Se dio principio a la misa solemne, cantada magistralmente por un coro de jóvenes de Cangas de Onís dirigido por el presbítero Francisco Lavilla. Ocupó la sagrada cátedra el padre Arroyo explicando lo que es la fe y lo que significa en la vida de los pueblos y las naciones. Terminada la misa desfilaron los peregrinos en diferentes direcciones para tomar la merienda, lo que hacía un conjunto hermosísimo, fotografiado repetidamente por Pelayo Infante.
A las tres, acudieron todos a la cueva a despedirse de la Santina, donde el arcipreste pronunció sentidas frases, se rezó el rosario y se cantaron himnos alusivos al acto, emprendiendo seguidamente el regreso a las respectivas parroquias[xxi].
8 de septiembre, coronación canónica de la Virgen de Covadonga
Después del retorno de Madrid de Manuel Cuesta y José Abego con la promesa de que el acto de la coronación de la Virgen tendría lugar en Covadonga y que los principales actos del centenario se celebrarían en el santuario y en la ciudad de Cangas de Onís, los acontecimientos no se desarrollaron según los deseos cangueses. El 8 de junio el alcalde envió un telegrama a los señores Maura, Argüelles y Marqués de Villaviciosa que decía:
Alcalde a Presidente Consejo Ministros
Habitantes Corte Pelayo anhelan conmemorar dignamente Centenario y aspiran creación escuela comercial o artes y oficios y construcción edificio escolar, mediante justa participación de auxilios que el Centenario dedica Estado, juzgándose con tanto o mayor razón para ello que cualquiera otro pueblo, como a V. E. seguramente no se le ocultará. Proyectos Centenario publicados hasta hoy dejan ver cierto olvido de esta histórica ciudad[xxii].
Apenas tres días después el presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, presenta en el Congreso un decepcionante proyecto de ley en el que se dispone la construcción en Covadonga de sepulcros monumentales para los restos de Pelayo y Alfonso I, la declaración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, la concesión de un premio de 25.000 pesetas al mejor estudio histórico-literario del acontecimiento[xxiii] y la institución, “en lugar adecuado de Asturias” de una escuela industrial contribuyendo el Estado a los gastos de establecimiento y manutención[xxiv].
Junta provisional procentenario reunida en la cueva de Covadonga el 14 de junio de 1918. De izquierda a derecha: Vizconde de Campo Grande, José María Saro, Gonzalo Merás, José Comas, José de Abego y José González Sánchez. Col. Fernando Comas Vega.
Inmediatamente se reúnen en el santuario, José González Sánchez, alcalde de Cangas de Onís; Nemesio Barinaga y José Comas, abad y doctoral de Covadonga, respectivamente; el vizconde de Campo Grande y Gonzalo Merás, presidente y secretario de la Junta provincial; José María Saro y José de Abego, diputados provinciales, que acuerdan constituirse en Junta provisional pro-Centenario. Es una reunión extemporánea que no puede ser otra cosa que un disimulo ante el absoluto fracaso de las aspiraciones canguesas con respecto al centenario. Fruto de esta reunión, celebrada el 14 de junio, es una exposición que dirigen al rey y al presidente del Consejo de Ministros en la que manifiestan que “si el Centenario de Covadonga ha de ser digno del hecho que se pretende, es indispensable transformar el lugar donde se inició la reconquista española de tal suerte que resalte en primer término el carácter histórico-religioso del comienzo de nuestra Patria”. Esta transformación exige la ejecución de una serie de proyectos: derribo de la colegiata para la construcción de un acceso monumental a la Santa Cueva; finalización de la basílica; monumento grandioso a Pelayo, al que ha de servir de pedestal una de las montañas de Covadonga; construcción de un funicular que, partiendo de la estación ferroviaria y pasando por las proximidades de la cueva, de acceso a la estatua de Don Pelayo; sustitución de la antigua hospedería por otro edificio moderno para albergue de peregrinos; y museo histórico-pedagógico de reproducciones, que comprendan todo el periodo de la Reconquista[xxv].
Este brindis al sol perece cuando se publica la Ley del 22 de julio de 1918 relativa a la conmemoración del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga con ligeras variaciones sobre el proyecto presentado en el Congreso once días antes, convirtiendo al santuario en objeto de especial protección por parte del Estado y autorizando a la Diputación provincial de Oviedo a establecer los impuestos que estime necesarios, con carácter limitado y temporal, para satisfacer los gastos que ocasione la celebración, sufragada por el carbón y los bebedores de cerveza asturianos[xxvi].
En los días preliminares a la coronación canónica de la Virgen de Covadonga se celebraron actividades muy variadas. Desde el primero de septiembre reinaba en Cangas de Onís una animación inusitada, viéndose invadida la ciudad de forasteros, carruajes y automóviles que iban en dirección al santuario[xxvii]. El solemne novenario que se celebraba en la basílica se veía muy concurrido, especialmente de personas de Cangas de Onís.
El día 5 por la tarde llegaron en tren especial las dos compañías y la banda de música, cornetas y tambores del Regimiento de Infantería Covadonga, siendo recibidas por las autoridades civiles y militares, depositando acto seguido la bandera en el ayuntamiento. Terminadas las ceremonias de rúbrica, rompieron marcha hacia Cangas de Arriba donde se albergaron[xxviii].
En la mañana del día 6, de diez y media a doce y media, la banda del regimiento ofreció un concierto en la calle de San Pelayo, acompañada de cornetas y tambores. A las tres de la tarde llegó a Cangas de Onís la banda del Regimiento de Infantería Valencia, desplazada para amenizar los festejos programados en la ciudad, saliendo acto seguido a recorrer las calles interpretando alegres pasodobles. Dos horas después partieron para Covadonga las compañías y la banda del regimiento del mismo nombre, que acamparon en el Repelao.
A las seis dio principio la gira en Contranquil, que se vio bastante concurrida. La nota más sobresaliente la dieron unas cuantas parejas de Llanes y Cabrales, ataviadas con sus trajes tradicionales, que bailaron el pericote acompañadas de gaita y tambor; animándose también algunas parejas canguesas. Por la noche tuvo lugar una verbena amenizada por la banda del regimiento Valencia y los organillos, con una estupenda iluminación a la veneciana que demostró el buen gusto de su autor, el simpático Quilojas, que elevó al final un globo de grandes dimensiones. Las parejas llaniscas y cabraliegas no cesaron de bailar a petición de la concurrencia.
El día 7 comenzaron en el santuario los actos propiamente dichos de la conmemoración del centenario. A las once de la mañana se efectuó la entrega de la bandera al Regimiento de Infantería Covadonga ante numeroso público. Al hacer su presencia el cardenal Guisasola[xxix] y los obispos, las tropas presentaron armas y la banda de música tocó la Marcha Real. Seguidamente entraron todos en la basílica ocupando un lugar de preferencia la condesa de la Vega del Sella, madrina del acto. Celebrada la misa y bendecida la bandera por el cardenal, el público asistente prorrumpió en una larga y admirable ovación al salir la enseña de la basílica. Situadas las personalidades participantes en el estrado levantado para la coronación, se pronunciaron discursos por el marqués de la Vega de Anzo, que en nombre de la Junta diocesana hizo entrega de la bandera; y el coronel Feijoo, que agradeció el honor dispensado al regimiento[xxx].
Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia esperando la llegada de la Virgen de Covadonga. Fototipia Thomas (Barcelona). Col. Francisco José Pantín Fernández.
Mientras tanto, en Cangas de Onís continuaban los festejos. La banda del regimiento Valencia dio dos conciertos, matutino y vespertino, en la calle de San Pelayo, concluyendo la jornada con una verbena. Hacia las siete de la tarde pasaron los reyes para Covadonga, sin detenerse en Cangas de Onís donde se había desencadenado una gran tormenta. En Covadonga tuvieron un entusiasta recibimiento, siendo saludados con las salvas reglamentarias y recibidos por el Cabildo bajo palio. De noche se verificó una sorprendente iluminación a la veneciana, en la que lucía un magnífico reflector a gran distancia. Esta iluminación fue presenciada por los reyes, luciendo a la vez sus habilidades las parejas de Llanes con su famoso baile del pericote, y los bailadores cabraliegos con su no menos famoso corri-corri, lo que les valió numerosas felicitaciones de la alta aristocracia y una gratificación de SS. MM. A las once de la noche tuvo lugar la procesión llamada de las antorchas, llevando también a la Virgen desde la cueva a la basílica. Luego se desarrolló la vigilia de la adoración nocturna que terminó a las seis de la mañana con la procesión del Santísimo Sacramento.
Llegó al fin el día de Covadonga, el 8 de septiembre[xxxi], que en este año 1918 vivirá uno de los momentos más importantes de su historia: la coronación canónica de la Virgen de Covadonga. El director de El Popular, Ramón Llopis, nos ha dejado la siguiente crónica de la jornada:
Por la mañana, nos encaminamos a Covadonga, poco menos que colgados de los topes de la máquina del tranvía[xxxii], pero en fin, llegamos a las nueve y apenas si podíamos arrancar por la carretera que conduce al Santuario, por la gran aglomeración de gente y automóviles.
Bendición de las coronas de la Virgen y del Niño. Fot. Vidal (Madrid). Col. Javier Remis Fernández.
A las diez salieron los Reyes acompañados del séquito mayor hacia la catedral, donde se celebró la ceremonia de bendecir la preciosa corona de la Virgen y del Niño, que por cierto vimos que de ella se destacaba una preciosa y única perla negra que llamó grandemente la atención de todos cuantos la admiraron y que según nos informaron es regalo del hijo de esta ciudad, don Francisco Pendás y Cortés; seguido tuvo lugar la misa solemne con sermón, coronación y después la procesión desde la catedral a la Cueva con la Virgen de las Batallas que hacía muchos años que no salía a solearse, presidida por SS. MM. con su escolta ministerial y varios prelados, siguiendo la tropa e infinidad de devotos.
A las tres, tuvo lugar la inauguración del Parque Nacional, plantando los Reyes el primer árbol, pronunciando con tal motivo breves discursos el Marqués de Villaviciosa, el Ingeniero de Montes y el señor Cambó, que por cierto parecía estaba afónico y después de esta ceremonia los Reyes y su comitiva partieron para Gijón[xxxiii].
Por la noche se celebró en la calle del Mercado una nueva y animada fiesta que terminó al amanecer, dando por concluidos los actos de conmemoración del centenario de la batalla de Covadonga en la ciudad de Cangas de Onís consistentes, como hemos visto, en sucesivas verbenas.
El día 9 de septiembre los actos del centenario tuvieron lugar en Oviedo: la solemne recepción a los reyes en la Diputación provincial, la Exposición de arte de los pintores asturianos en la Universidad de Oviedo, la corrida regia en la plaza de toros con dos faenas abominables de Rafael Gómez el Gallo a pesar de las 20.000 pesetas que cobró como cabeza de cartel, el estreno en Oviedo de la opera Thaïs de Massenet con la actuación del mítico tenor Giuseppe Anselmi, el certamen de orfeones, etc.
Críticas al centenario
Al inicio de este capítulo hemos dicho que la Iglesia católica fue la única institución que rentabilizó el centenario. Hubo, además, una persona que también logró beneficio de la efeméride: el marqués de Villaviciosa de Asturias, Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, que cumplió una vieja aspiración, la creación de un parque nacional en los Picos de Europa, teatro de sus andanzas como cazador y alpinista. Justo es decir que la Iglesia y el aristócrata trabajaron concienzudamente por el éxito del centenario.
No fracasaron los creyentes en su homenaje a la Virgen de Covadonga. Individualmente, en familia o agrupados en las peregrinaciones organizadas por las parroquias asturianas, contribuyeron al éxito de las celebraciones religiosas. Pasados los festejos seguían llegando los trenes atestados de viajeros:
La mayor parte de los días, no cogiendo el tren en Arriondas o Covadonga, es imposible cogerlo en ninguna otra estación del tránsito. Prueba palpable la tuvimos el domingo último con los viajeros que tenían que coger el tren de las seis para Oviedo, que por no poder montar en el tranvía, tuvieron que quedar en tierra[xxxiv].
Un caso distinto es el de los políticos e instituciones públicas. El duodécimo centenario de la batalla de Covadonga, pensado como un acontecimiento regenerador de la patria, resultó un absoluto fracaso. En El Noroeste, periódico de carácter progresista, la crítica fue demoledora contra la Diputación provincial por haber organizado una fiesta “arlequinesca” que no dejó realizaciones prácticas y valiosas para Asturias y fue rematada con el acto de recepción a los reyes en la Diputación, una exaltación de la insustancialidad, de la tontería y hasta de la corrupción política –leemos-, liderados por representantes de la más vieja y más podrida política española que ejercieron como cantores de nuestras excelencias pretéritas y de nuestra aspiraciones futuras[xxxv].
Más sarcástica es la carta recibida por el director de El Popular al que le escriben desde Madrid preguntándole si se ha divertido mucho en las pasadas fiestas del centenario:
Yo me creí que las fiestas en Cangas ya que eran dirigidas u organizadas por los diputados provinciales consistirían en organizar cabalgatas históricas; juegos florales; colocación de piedras de edificios útiles; creación de una medalla que recordase el centenario, giras a Abamia y al Campo de la Jura, etc.
(…)
De todo esto deduzco amigo… que Abego, Saro y García opinan que tiene razón Somoza cuando afirma que todo esto de Pelayo, Munuza y Hormesinda, Opas y Alcamán son cuentos tártaros[xxxvi].
Los reformistas del concejo de Cangas de Onís fueron muy críticos con el diputado provincial José de Abego, el alcalde José González Sánchez y los concejales conservadores. Antes de los actos del centenario, el Círculo de Artesanos había organizado una nueva manifestación
en señal de protesta contra el Gobierno que padecemos, por haber defraudado nuestras ilusiones, la que no se llevó a la práctica por discrepancia de pareceres, siendo los más opuestos los idóneos, o sea los que componen la cuadrilla del diputado famoso. A esta protesta debían de unirse el Alcalde y los concejales si tuviesen un poco de amor propio, presentando la renuncia con carácter irrevocable, por haberse burlado tan villanamente de los habitantes de este concejo, llevando las fiestas profanas a Oviedo.
El comercio debía tener sus puertas cerradas los días 7, 8 y 9 como señal de protesta por el bofetón que recibió del Gobierno y de la Diputación provincial.
Por lo que dicho queda, ya ve el concejo el agradecimiento que debe al simpático diputado y a nuestras autoridades municipales que se mostraron tan impávidas en este asunto, pero en cambio sirven para andar de figurines en todas partes y armar zarandajas políticas[xxxvii].
Estrambote
Celebrado el centenario, Mariano Zavala retoma la pluma para dirigirle un mensaje al príncipe de Asturias, ante la necesidad urgente de rehacer y de reconquistar la patria espiritual y el orgullo nacional que se han perdido. Por ello le ruega que pida a su padre el rey la efectividad del principado, que
el Principado de Asturias deje de ser un título honorífico para convertirse en una suma de realidades y de acciones, que sean lección y escuela, estímulo y acicate, promesa y premio. No un juguete como la casita del Príncipe, en El Escorial, donde la ociosidad enervante sólo podía engendrar traiciones, sino el austero palacio en que debe vivir el caudillo de una reconquista, se alzaría para vos en Asturias. Covadonga debe ser vuestro templo; el Campo de la Jura vuestro lugar de recreo; la memoria de Pelayo vuestra lección diaria, porque vos también, príncipe de Asturias, tendréis que reconquistar a España[xxxviii].
Se crearía la Orden de Covadonga y el príncipe reclutaría sus caballeros “entre la chiquillería desarrapada de las escuelas y entre la alborotada mocedad de los institutos y las universidades”. Cangas de Onís será la capital de esta monarquía “de ensueño y de ilusiones” porque “fue y debe ser escuela de príncipes, y a la vez alentamiento y aprendizaje de ciudadanos”.
En sesión extraordinaria del Ayuntamiento de Cangas de Onís celebrada el 23 de septiembre de 1918 se aprueba por acuerdo unánime de la corporación, recordemos que los concejales reformistas habían dimitido después de la manifestación contra el Parque Nacional, un mensaje dirigido por el alcalde José González Sánchez a la revista La Esferaen el que transmite el deseo de Cangas de Onís de ser “cuna de la nueva Reconquista… sintiéndose dichosa y feliz con poder albergar en su seno al Príncipe que ha de hacer a nuestra querida España próspera y grande”[xxxix].
Inmediatamente se estudian los medios para ofrecer al príncipe de Asturias un palacio digno del inmediato sucesor de la corona de España y facilitar la construcción de un cuartel en las inmediaciones de Cangas de Onís. Se forman comisiones: una de vecinos, formada por Faustino Blanco, Manuel Cuesta y Francisco Pendás González, que acude a Ribadesella a visitar a Mariano Zavala para hacerle entrega de la contestación que le dirige el alcalde; éste preside otra que visita los sitios más propicios para la instalación del cuartel y, por último, una comisión popular ejecutiva, compuesta por los concejales y los vecinos Antero González, Manuel Pendás, Graciano Fernández, Antonio Alonso, Manuel Cuesta y Pedro Rodríguez, que se traslada a Covadonga para entrevistarse con el marqués de Villaviciosa y “poner bajo su protección” la idea de construir un palacio para el príncipe. Pedro Pidal debió acoger la idea con simpatía pues se traslada varias veces a Cangas de Onís para conferenciar con el alcalde y visitar los lugares pintorescos de los alrededores asegurando que “la construcción del palacio sería un hecho en breve tiempo”. Se llamó con urgencia al arquitecto García-Lomas que queda encargado del proyecto y visita, junto a Pidal, posibles emplazamientos.
Ignoro cuando se truncó esta quimera[xl], pero el palacio del príncipe de Asturias, como el monumento dedicado a Don Pelayo en Covadonga, el funicular, el albergue para 500 personas y el grupo escolar fueron hermosas ilusiones del verano de 1918. Algunas se hicieron realidad pasados los años, otras continúan esperando.
Francisco José Pantín Fernández
Capítulo primero del libro Cangas de Onís 1918, vida en torno a un centenario, Cangas de Onís, Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2018, pp. 15-32.
Notas
[i] Canella y Secades, Fermín, De Covadonga : contribución al XII centenario, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés, 1918. Fermín Canella recoge profusamente los preparativos para la celebración del centenario en el capítulo tercero (pp. 197-285) de su libro. La iniciativa para la celebración del centenario de la batalla de Covadonga parte del abogado y concejal ovetense José Díaz Sarri que el 4 de mayo de 1913 invita a Canella, en las páginas de El Correo de Asturias, a liderar su organización. Se desarrollaron trabajos y se realizaron gestiones pero sin resultados tangibles.
[ii] Zavala, Mariano, “La batalla de Covadonga : una fecha memorable”, en La Esfera, Madrid, año III, núm. 114, 4 de marzo de 1916, s. p. Véase también “El centenario de la batalla de Covadonga”, en La Esfera, Madrid, año III, núm. 119, 8 de abril de 1916, s. p.
[iii] Un mes después Manuel Pendás Junco, alcalde de Cangas de Onís, solicita a Fermín Canella que en nombre del ayuntamiento dirija una exposición al rey “rogándole que con su augusto hijo el Serenísimo Príncipe de Asturias se sirva patrocinar el Centenario”, demandando además la colaboración a los demás ayuntamientos asturianos, a la Diputación provincial, a los senadores y diputados asturianos y al obispo de la diócesis. Redactó Canella la exposición al rey y fue aprobada por la corporación municipal canguesa, pero el cronista de Asturias se pregunta: “¿Tuvo su debida elevación?”. Canella y Secades, De Covadonga, pp. 213-218.
[iv] Castro, Amadeo de [Dionisio Pérez Gutiérrez], “Haciendo Patria : El centenario de Covadonga”, en Mundo Gráfico, Madrid, año VI, núm. 260, 18 de octubre de 1916, s. p.
[v] Zavala, Mariano, “El centenario de Covadonga”, en La Acción, Madrid, año I, núm. 295, martes 19 de diciembre de 1916, pp. 1-2 .
[vi] Mariano Zavala de la Cruz, fundador y director de las revistas ilustradas Nuevo Mundo, Mundo Gráfico y La Esfera y director gerente de la editora Prensa Gráfica Española, estaba muy vinculado a la comarca de los Picos de Europa por su matrimonio con Jesusa Monasterio González, natural de Viego (Ponga), su residencia veraniega en Ribadesella y su trabajo como divulgador de las bellezas del paisaje asturiano.
[vii] Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año IV, núm. 135, 25 de febrero de 1917, s. p.
[viii] El vizconde de Campo Grande esbozó la idea del monumento, una descomunal estatua semejante a la de Colón en Barcelona, la de la Libertad en Nueva York o la de Vercingétorix, «que se alza arrogante en los Pirineos franceses». Debería tener por base el monte Auseva, al que se accedería por un funicular o tren de cremallera como en el monte Igueldo o Montserrat, y se accedería por su interior, mediante una escalerilla o ascensor, hasta su cabeza, sirviendo los ojos de miradores para contemplar el agreste e imponente paisaje; de noche se utilizarían como focos para iluminar aquellas soledades memorables. «Que de continuo, en fin, pregone la descomunal estatua, ya desde las lejanías, que allí está la venerable Gruta, la Virgen de las Batallas, la cuna de la Reconquista, la base de una gran nacionalidad: ¡¡Covadonga!!». Su coste y el del funicular podría ascender a unas 700.000 pesetas, «y no es mucho para obra de tal significación y resonancia, atrayente, aún para el turismo, venero de riqueza éste que no han sabido hasta ahora explotar los asturianos». Fernández de Miranda, Álvaro, vizconde de Campo Grande, «La estatua de Pelayo en el Auseva», en Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año V, núm. 187, 24 de febrero de 1918, s. p.
[ix] Fernández Rosete, Fernando, “La Batalla de Covadonga”, en El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 240, 4 de agosto de 1918, pp. 2-3. Carta fechada el día 2 de agosto. El periodista José María González, Columbia, fue el iniciador del “Día de Covadonga y de Pelayo” que debía celebrarse el 1º de agosto, fecha en la que aconteció la batalla de Covadonga, según cálculos que compartía con Fernández Rosete. El 1º de agosto de 1918 el Cabildo de Covadonga celebró misa solemne y Te Deum, al que asistieron el marqués de Villaviciosa y el diputado a Cortes Herrero. En 1919, el alcalde de Cangas de Onís aceptó también el pensamiento de ‘Columbia’, de crear el “Día de Pelayo”, “celebrándolo con fuerzas del regimiento de tan glorioso nombre, que irán anualmente a Covadonga con la bandera que le regalaron en el centenario los asturianos, y la música del mismo, a las patrióticas fiestas”. El Heraldo de Madrid, año XXIX, núm. 10.472, 13 de agosto de 1919, p. 1. Desconozco si la idea llegó a materializarse, en todo caso quince años después se seguía celebrando en Covadonga la misa del 1º de agosto, como prevenían los estatutos del Real Sitio.
[x] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 95, 20 de septiembre de 1918, p. 1, reproducido de El Noroeste.
[xi] “En Covadonga me comunicaron el programa para el día siguiente: Te Deum oficio solemne (el Rey me dijo al oído: “quiere decir muy largo” y, después, solemne inauguración del Parque Nacional, en la cual yo había de pronunciar un discurso. | Durante el oficio largo y solemne fue cuando se me ocurrió construir el discurso que yo debía pronunciar, precisamente en Covadonga y pocos minutos después, sobre la idea de la nueva Reconquista, no en extensión, sino en profundidad; no luchando contra moros, sino contra todos los defectos y vicios nacionales. | Pocas veces habré estado tan inspirado en mi vida. El tema de la nueva Reconquista me permitió formular el programa de la nueva grandeza de España, basada en el trabajo, la cultura y la energía”. De las memorias de Cambó, publicado en La Vanguardia Española, sábado 29 de abril de 1972, p. 49.
[xii] El Comercio, Gijón, año XLI, núm. 12.478, 19 de abril de 1918, p. 2.
[xiii] Más de 6.000, escribe el corresponsal de El Noroeste (Gijón, año XXII, núm. 7.613, 23 de abril de 1918, p. 1), reproducido en El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 81, 30 de abril de 1918, p. 2.
[xiv] El Comercio, Gijón, año XLI, núm. 12.482, 23 de abril de 1918, p. 1.
[xv] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 81, 30 de abril de 1918, p. 2.
[xvi] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 227, 5 de mayo de 1918, p. 2.
[xvii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 82, 10 de mayo de 1918, p. 5. La reunión se celebró en el Congreso de los Diputados la tarde del 26 de abril, acordándose el nombramiento como presidentes honorarios del rey y el príncipe de Asturias y efectivos de Antonio Maura y Félix Suárez Inclán. Se dividió la junta en tres comisiones: de monumentos, presidida por el marqués de Villaviciosa, de conmemoraciones y homenajes, a cargo de Suárez Inclán, y de solemnidades, presidida por el conde de Revillagigedo, y se ultimó el plan que habría de servir de base al presupuesto de gastos y a la petición de crédito a solicitar en las Cortes. La Correspondencia de España, Madrid, año LXIX, núm. 21.988, 26 de abril de 1918, p. 4.
[xviii] El Noroeste, Gijón, 23 de abril de 1918, año XXII, núm. 7.613, p. 1. Reproducido en El Popular, Cangas de Onís, 30 de abril de 1918, año III, núm. 81, p. 2.
[xix] El Popular, Cangas de Onís, 30 de abril de 1918, año III, núm. 81, p. 3.
[xx] Íd., año III, núm. 84, 30 de mayo de 1918, p. 2.
[xxi] Íd., año III, núm. 93, 30 de agosto de 1918, pp. 2-3.
[xxii] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 232, 9 de junio de 1918, p. 3.
[xxiii] El premio lo ganó Claudio Sánchez Albornoz en el año 1922, con un trabajo titulado “Historia del Reino Asturleonés y de sus Instituciones” que no se publicó entonces porque su autor pensaba que le quedaba mucho por estudiar.
[xxiv] El Debate, Madrid, año VIII, núm. 2.700, 11 de junio de 1918, p. 5.
[xxv] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 233, 16 de junio de 1918, p. 2. Exposición fechada en Covadonga el 14 de junio de1918.
[xxvi] La Diputación provincial en sesión extraordinaria del día 29 de julio de 1918 acordó, entre otras cuestiones, el establecimiento de dos impuestos para sufragar los gastos del centenario: uno de una peseta por tonelada de carbón que se explotase en la provincia y otro de siete pesetas por hectolitro de cerveza que se consumiese en Asturias. Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, núm. 182, 10 de agosto de 1918, p. 3.
[xxvii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 93, 30 de agosto de 1918, p. 5.
[xxviii] Íd., año III, núm. 94, 10 de septiembre de 1918, p. 2.
[xxix] XII Centenario del comienzo de la Reconquista Patria : bendición y entrega de la bandera del Regimiento de Covadonga : notas de un testigo presencial, Avilés, [s.n.], 1918.
[xxx] El ovetense Victoriano Guisasola y Menéndez, arzobispo de Toledo, que presidió los actos religiosos del centenario.
[xxxi] La Santa Sede concedió a Asturias la gracia de que fuese festivo en todo el principado el 8 de septiembre, día de Nuestra Señora de Covadonga. El Heraldo de Madrid, año XXIX, núm. 10.472, 13 de agosto de 1919, p. 1.
[xxxii] Los días 7, 8 y 9 de septiembre, el servicio de trenes para viajeros realizó once viajes en cada sentido, saliendo el primero desde Arriondas a las 5 de la mañana y el último a las 19,20. Cada hora y veinte minutos aproximadamente. El primero desde Covadonga salió a la 6,15 horas y el último a las 20,16, con la misma frecuencia. La Compañía de Ferrocarriles Económicos también había puesto en circulación, además de los trenes habituales, otros cuatro extraordinarios en cada sentido entre Oviedo y Arriondas, saliendo uno más con dirección a la capital a las diez de la noche del día 8.
[xxxiii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 94, 10 de septiembre de 1918, p. 2.
[xxxiv] Íd., año III, núm. 95, 20 de septiembre de 1918, p. 3.
[xxxv] Íd., año III, núm. 95, 20 de septiembre de 1918, p. 1.
[xxxvi] Íd., p. 3.
[xxxvii] Íd., año III, núm. 93, 30 de agosto de 1918, p. 3. En el mismo sentido: “El viernes se reunieron en el Círculo de Artesanos varios industriales de esta con objeto de tratar de los festejos de Covadonga. De lo tratado sólo diremos que nunca segundas partes fueron buenas”. El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 242, 18 de agosto de 1918, p. 3.
[xxxviii] El Orden, Cangas de Onís, año V, núm. 247, 22 de septiembre de 1918, pp. 1-2.
[xxxix] Íd., núm. 248, 29 de septiembre de 1918, p. 1.
[xl] El periodista y novelista canario Miguel Sarmiento publicó un comentario al artículo de Zavala en el que disiente de algunas de sus apreciaciones y se refiere a la residencia principesca en Cangas de Onís: “Ciertamente la confluencia del Sella y del Graña (sic) es encantadora; la pesca fluvial tiene allí, bajo aquellos álamos, grandes atractivos; el pensar que don Pelayo ‘pudo vivir’ en Cangas, debe de ser una muy honda, una muy patriótica satisfacción. Pero no sé, no sé… Me sospecho que el Príncipe y los estudiantes se aburrirían en Cangas soberanamente”. Sarmiento, Miguel, “Un mensaje”, en Diario de Alicante, Alicante, año XII, núm. 3.403, 27 de septiembre de 1918, p. 1.