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c. 1918
¿Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós?
Col. Asociación Cultural Abamia. Cedida por José Manuel González, Granxa, (Sotu l’Ensertal)

Esta fotografía procedente de Sotu l’Ensertal nos muestra un grupo de cazadores y pastores en un lugar indeterminado de los Picos de Europa: los rebecos cobrados, la copiosa nevada y el relieve kárstico del fondo así lo indican. Evidentemente, la imagen ha de ser anterior a la declaración como parque nacional de las montañas de Covadonga. Los cotos reales y el arrendamiento de algunos territorios como cotos de caza para el disfrute de personajes pudientes supuso un perjuicio para los lugareños, que se surtían de carne para el invierno, aunque ganaban algunos jornales y propinas acompañando a los cazadores durante los veranos.

La creación de sociedades de cazadores, que tenían un carácter coercitivo y complementaban o directamente sustituían a los poderes públicos en la persecución de los furtivos, trajo consigo la regulación efectiva de la caza mediante la estricta observancia de la ley. Uno de los objetivos de estas asociaciones, de gran importancia para los campesinos, era intentar la extinción de los animales dañinos, considerando como tales al lobo, zorro, garduña, gato montés, lobo cerval, turón y las aves de rapiña. Los ayuntamientos estaban obligados a satisfacer por su muerte diversas cantidades que de manera habitual eran incrementadas por la Sociedad de Labradores El Despertar, lo que suponía un estímulo adicional en su persecución. En 1911 dos vecinos de Intriago dieron muerte a cinco lobos, cuatro hembras y un macho, en el puerto de Covadonga.

En el año 1918, un intenso temporal de nieve obligó a los lobos, acosados por el hambre, a aproximarse a las aldeas causando importantes daños. En el puerto de Piedrahita, según datos facilitados por los pastores, el valor de los animales destrozados por los lobos ascendía a más de 28.000 pesetas, entre los meses de abril y septiembre. En el mes de junio del referido año, la junta directiva de El Despertar había solicitado autorización para dar una batida en dicho puerto y casi tres meses después el gobernador aún no había dado respuesta. Una de las principales reivindicaciones de los campesinos, ante la declaración del Parque Nacional, fue la persecución de los animales dañinos por los graves perjuicios que causaban a la ganadería.

La publicación de la primera edición de este libro nos ha permitido conocer algunos datos sobre esta fotografía también perteneciente a la colección de Miguel Quesada Cos, vecino de Corao al que agradezco la información, que nos manifiesta que, según recuerdo familiar, había sido tomada por Pedro Pidal y en ella figuran su abuelo Tomás Cos (segundo por la izquierda) y su bisabuelo Pedro Cos (en el centro de la imagen), este último «un pastor, reputado cazador de rebecos, gran escalador de las rocas y el primer guía de la región», según dice el conde de Saint Saud, al que acompañó en alguna de sus expediciones por los Picos de Europa.

Fotografía y comentario publicados en Pantín Fernández, Francisco José, Cangas de Onís 1918, vida en torno a un centenario, Cangas de Onís, Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2019, segunda edición, pp. 114-115.