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Cangas de Onís, 8 de septiembre de 1948 – 20 de abril de 2012. Arquitecto técnico, ceramólogo y coleccionista. Fundador y director del Museo de la cerámica y los relojes Basilio Sobrecueva[1].

La afición por la cerámica surge en su juventud, adquiriendo en un viaje de estudios, a la edad de quince años, las dos primeras piezas, de cerámica negra portuguesa. Poco a poco amplia sus conocimientos y a través de su profesor y amigo Celso Diego Somoano descubre la existencia, en un pasado no muy remoto, de la cerámica en Cangas de Onís reflejada por el pintor cangués José Ramón Zaragoza en el cuadro El alfarero de Soto de Dego, cuya existencia conocía por la amistad que mantenía con su hijo, el escultor Gerardo Zaragoza.

Cursando los estudios de Arquitectura Técnica en Madrid coincide con el desarrollo del movimiento recuperador de la alfarería española, iniciado con la publicación del libro de Llorens Artigas y Corredor-Matheos, Cerámica popular española actual[2]. Involucrado en aquel ambiente, visita los alfares situados en los alrededores de Madrid. Luego, aprovecha los viajes de sus compañeros de estudios a sus lugares de origen, recorre Toledo, Talavera, Aragón, Zamora… y en cada lugar que visita adquiere piezas para su incipiente colección.

Terminada la carrera, se convierte en cliente asiduo de exposiciones y ferias de cerámica, asistiendo a la de Zamora desde su creación. Será aquí cuando comience a interesarse por la alfarería antigua española, pues hasta ese momento todas sus adquisiciones eran de producción moderna. La compra de un lote de piezas antiguas a un gran amigo, Domingo Sainz, componente del grupo Adobe, actúa de trampolín para lanzarse a coleccionarlas, en especial si son de alfares extinguidos, llegando a poseer hasta el día de su muerte unas 2.000 piezas. Al mismo tiempo, adquiere piezas asturianas, de Llamas del Mouro, Faro, Cangas de Onís… con especial interés por la cerámica de Pandesiertos, por aquel entonces totalmente desconocida. Como de ordinario suele ocurrir, el mero coleccionismo no le basta y comienza así una labor investigadora sobre la cerámica asturiana. En un primer momento, le atrae la cerámica de Llamas del Mouro; luego descubre la cerámica de Faro que le causa una profunda impresión, por su gran variedad de formas y su dispersión por Asturias, con especial incidencia en su concejo natal, donde los alfares presentan amplias coincidencias con los farucos. Nace entonces una fuerte amistad con Lito Vega y su hijo Selito, últimos  alfareros de Faro.

En el verano de 1981, organizada por la Delegación Provincial del Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento cangués, se celebra en Cangas de Onís una exposición de artesanía sobre cerámica popular, cuya coordinación corre a cargo de Maxi Blanco. El 24 de noviembre de ese mismo año da una charla sobre la cerámica asturiana, en el ciclo de conferencias sobre Asturias que organiza el Instituto de Cangas de Onís con la colaboración del Ayuntamiento y Caja de Ahorros de Asturias.

En el siglo XX, a principios de los años 90, Maximino Blanco del Dago rehabilita dos edificios de su propiedad en la localidad canguesa de Muñíu (Muñigo). Proyecta abrir un establecimiento de venta y degustación de productos asturianos, pero duda. Piensa que esa no es su misión en la vida y se plantea vender el edificio. Al fin, decide apostar por el turismo cultural, pues al visitante “sólo se le ofrece paisaje, cocina y una artesanía que en muchos casos es de dudosa procedencia”. Aunque no se le oculta que es una aventura económicamente arriesgada, crea el museo para presentar “una oferta cultural en la zona, de manera que cuando entren aquí se puedan hacer una idea de lo que fuimos y lo que somos” y compartir con los demás su colección de cerámica. Al mismo tiempo, quiere homenajear a su tío-bisabuelo, el fabricante de relojes Basilio Sobrecueva, rescatando su vida y obra del olvido.

Maximino Blanco del Dago

El 2 de junio de 1995 se inaugura el Museo de la cerámica y los relojes Basilio Sobrecueva y quince días después, con motivo de la festividad de San Antonio, patrón de Cangas de Onís, abre sus puertas al público. En palabras de Emilio Marcos Vallaure, la iniciativa de Maximino Blanco constituía “una generosa apuesta por Asturias, que hoy más que nunca debe avanzar profundizando en sus raíces, estudiándolas y dándolas a conocer, para que el olvido de lo nuestro no nos impida encontrar el camino del futuro” y esperaba que así lo comprendieran las autoridades locales y regionales.

Como queda dicho, el museo está ubicado en Muñíu, a medio camino entre Cangas y Covadonga. Es fruto de la unión de dos edificaciones, dando como resultado un conjunto totalmente integrado en el entorno, realizado con materiales nobles como la piedra rosa de Covadonga, madera, hierro y cristal. En  los 211 metros construidos del primer edificio, se ubicaban la recepción de visitantes, la cafetería y una pequeña tienda de recuerdos, donde se podían adquirir libros de temas asturianos y cerámica. En la planta bajo cubierta, se había construido una vivienda para el personal del museo. Una gran terraza cubierta y acristalada daba paso al museo propiamente dicho, instalado en la segunda edificación, de dos plantas, con una superficie construida de 401 metros cuadrados. La primera planta fue destinada a las colecciones de cerámica y relojería, y la segunda acoge una sala polivalente así como el despacho y la biblioteca. En el exterior, junto a los edificios, un aparcamiento con zona ajardinada con viejos castaños y un hórreo, en la margen izquierda de la carretera a Covadonga, otro amplio aparcamiento de 1.400 metros cuadrados.

En el momento de su inauguración, alberga en tres espacios diferenciados una decena de relojes de Corao, trescientas piezas de cerámica, en su mayoría asturianas, destacando las colecciones de piezas de Faro y Cangas de Onís, únicas en el Principado y diversos materiales que conforman una exposición dedicada a la historia de Cangas de Onís: fotografías antiguas de Modesto Montoto y Benjamina Miyar, documentos y los Recuerdos de Asturias que don Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias publicase en Londres.

En septiembre de 1996, se inaugura la exposición “Covadonga y su historia”, de la que es comisario Javier González Santos, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. Con la muestra se pretende que las personas que se acerquen a Covadonga puedan percibir todas las obras que se han ido realizando en el Santuario a lo largo de los años. Se anuncia por entonces el congreso “Covadonga, cuna de España”, que no llega a realizarse. La realidad económica se va imponiendo. Ha sido visitado por más de 5.000 personas desde su inauguración, pero las estimaciones económicas realizadas para su sostenimiento sólo se cumplen durante los meses de verano y el museo, altamente deficitario, depende del trabajo de su fundador. Ese mismo mes el diario La Nueva España elige a Maximino Blanco del Dago como “Asturiano del mes”, “por su espíritu emprendedor que le ha llevado a poner en marcha una iniciativa puntera en el oriente de Asturias sin ayuda oficial”. También se tiene en cuenta “su capacidad de iniciativa personal, de la que tan necesitada está Asturias; su decisión para afrontar riesgos sin ningún tipo de respaldo público en unos tiempos especialmente difíciles, y su apuesta por una comarca que es el emblema turístico de la región y que labra su futuro en base a pequeñas iniciativas como la de Maximino Blanco del Dago. Todas esas cualidades se han visto plasmadas en el Museo Basilio Sobrecueva”.

Recupera la ilusión y los días 2, 3 y 4 de mayo de 1997, el Museo Basilio Sobrecueva acoge el segundo congreso anual de la Asociación de Ceramología, con asistencia de setenta expertos de toda España. Entre otros estuvieron presentes destacados especialistas nacionales como Jaume Coll Conesa, Josep Pérez Camps, Emili Torner, su buen amigo Javier Bolado, Eladio Grangel, Andrés Varela y asturianos como Marcos Buelga, Francisco Crabifosse, Rogelio Estrada y Otilia Requejo. Esta última presentó los descubrimientos cerámicos realizados durante las excavaciones del monasterio de San Pedro de Villanueva.        En el congreso surge la idea de crear una escuela de alfarería, “donde tanto niños en edad escolar como jóvenes y no tan jóvenes pudieran acercarse al mundo del barro y conocer el proceso íntegro que antiguamente se seguía en los alfares asturianos”. La escuela, homologada como aula colaboradora del Instituto Nacional de Empleo, estaba dirigida por el propio Maximino Blanco, siendo impartidos los cursos por los alfareros de Faro, Nacho y Vanessa Artime Vega, nietos de Lito Vega.

En el año 1999 el Museo de la cerámica y los relojes Basilio Sobrecueva logra un rotundo éxito en Agropec, la Feria del Campo y de las Industrias Agrícolas, Ganaderas, Forestales y Pesqueras que se celebra  en Gijón, en el recinto de la Feria de Muestras de Asturias, al exponer por primera vez sus fondos fuera de sus instalaciones. Nada comparable con el cosechado en Oviedo con «La cerámica en el Museo Basilio Sobrecueva», exposición celebrada en la Plaza Trascorrales y el Café Español, desde el 22 de octubre al 29 de diciembre de 2001. La muestra, organizada conjuntamente con el Ayuntamiento de Oviedo, ofreció al público en un marco privilegiado la más completa panorámica de la colección de cerámica propiedad de Maximino Blanco del Dago pues a la parte asturiana, expuesta de manera permanente en el museo de Muñíu, se añadió el rico y variado conjunto de alfarería española.

Catálogo de la exposición celebrada en Oviedo en el año 2001

Esta magnífica exposición pone colofón a la primera etapa del museo Basilio Sobrecueva, pues en el año 2003, Maximino Blanco del Dago se ve obligado a cerrar sus puertas. El motor de su aventura museística se para porque le falta ese “poco de gasolina” a que alude Jaime Izquierdo en su artículo Basilio Sobrecueva: el encanto de la diferencia, donde escribe que eran los Basilios de antaño, los Maximinos de hoy,

los que hacen ricos a las regiones, a las comarcas, a los pueblos, los que fomentan el desarrollo a través de sus iniciativas, los que estimulan el empleo y la actividad social, cultural o económica; y si alguna tarea relevante nos queda a los que trabajamos desde la función pública, o desde los programas de desarrollo, es la de detectar, estimular, incentivar, apoyar y animar a los Basilios, dejarse seducir por el sutil encanto de la diferencia, de la diversidad, de la innovación y apasionarse con ellos por sus proyectos, por muy extraños que nos parezcan…, como si nos proponen fabricar relojes en Corao[3].

Blanco vende el edificio del museo en Muñíu pero no ceja en su anhelo. Así, adquiere la casa de los Soto y Cangas en Corao donde morase hasta el fin de su días otro ilustre personaje, Roberto Frassinelli, y poco a poco la va rehabilitando pues requiere un considerable esfuerzo económico. A la par, aumenta la colección de dibujos realizados por el alemán y adquiere nuevos relojes, entre ellos el último realizado por el cura de Ladrido. En febrero de 2007, colabora con el Gran Hotel Pelayo (Covadonga), cediendo 40 piezas de su colección para la exposición “Los líquidos y la cerámica”. Con tal motivo, declara a La Nueva España que espera abrir nuevamente el museo en 2008 o 2009, con una exposición más amplia de cerámica, una sala dedicada a los dibujos de Roberto Frassinelli y un mayor número de relojes. Quiere darle una nueva orientación, convirtiendo el nuevo centro en una “casa museo”, con un carácter mucho más privado[4]. Sólo dos meses después, muere Etelvina del Dago Fernández, su venerada madre y aliento de su pasión cultural. A este fatídico golpe le sobreviene la enfermedad que inexorable va mermando sus fuerzas, imposibilitándolo para el trabajo.

Maximino Blanco del Dago puso su colección al servicio de todos los asturianos y, a pesar de la enfermedad que padeció durante los últimos años de su vida, no quiso desprenderse de ella pues como había manifestado repetidamente el museo era un patrimonio de Asturias. Abierto su testamento, dejó patente su voluntad legando el edificio de Corao, aún inconcluso, y su colección museográfica al Museo de Bellas Artes de Asturias.

Francisco José Pantín Fernández

Texto abreviado del artículo publicado en: Pantín Fernández, Francisco José & Meneses Fernández-Baldor, María del Carmen, Hombres y Mujeres de Abamia, Corao, Asociación Cultural Abamia – Excmo. Ayuntamiento de Cangas de Onís, 2012, pp. 233-241.


[1] Texto corregido y aumentado sobre notas biográficas realizadas por don Celso Diego Somoano, cronista oficial de Cangas de Onís, fallecido el 21 de marzo de 2012, apenas un mes antes que su gran amigo Maximino Blanco del Dago.

[2] Llorens Artigas, Josep & José Corredor-Matheos, Cerámica popular española actual = Spanish folk ceramics of today, Barcelona, Blume, 1970.

[3] Izquierdo, Jaime, “Basilio Sobrecueva: el encanto de la diferencia”, en La Nueva España, domingo 20 de octubre de 1996, p. 33. También en El regreso del señor Hoffmann y otros relatos de ambiente entero, Oviedo, Tribuna Ciudadana : KRK, 2005.

[4] Zapico, Ana, “El nuevo Museo Basilio Sobrecueva abrirá «en 2008 o 2009», en Corao”, en La Nueva España, 3 de febrero de 2007.