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La educación y la cultura en Cangas de Onís

Las escuelas públicas

El 6 de junio de 1904 fallece Melquíades Vázquez Mariño, maestro de la escuela de niños de Cangas de Onís. Hasta el uno de enero del año 1905 la escuela estuvo atendida por el antiguo auxiliar de la misma, Amalio Bas Cristóbal, pero un error de la Junta provincial de Instrucción pública ocasionó su renuncia quedando la escuela sin maestro, hasta primeros de octubre, cuando el alcalde José González Sánchez la reabrió nombrando interino al maestro superior Secundino Otero[xcv]. No era algo inusual, la escuela de Corao Castiellu llevaba ocho meses sin abrirse en enero de 1905[xcvi], aunque era una situación cada vez menos frecuente. Pese a ello, en 1920, la escuela de niñas de Cangas de Onís estuvo cuatro meses abandonada, a pesar de las quejas de los padres de familia, la mayor parte de ellos pertenecientes a la clase obrera que “careciendo de medios para soportar las elevadas pensiones de un colegio particular, se ven privados de la única instrucción que para sus hijas proporciona el Estado y el municipio”[xcvii].

En 1907, la Junta provincial de Instrucción pública exhorta al Ayuntamiento de Cangas de Onís a excitar el celo para la mejora de locales para la enseñanza y retribuciones escolares[xcviii]. Era obligación de los ayuntamientos dotar de mobiliario moderno y material pedagógico a las escuelas de su concejo, pero esto se hacía cuando se creaba alguna escuela nueva, como la mixta de Sotu Cangues en 1915[xcix], siendo raquíticas las consignaciones en los presupuestos municipales para el mantenimiento de las que ya existían. Durante muchos años el Ayuntamiento se resistió a repartir premios entre los alumnos; es a partir de 1910 cuando se realiza el reparto de premios “a los niños que a las mismas asisten y que se hayan distinguido por su asidua asistencia, constancia y aplicación”[c]. Esto había sido una norma habitual de la Escuela Rodrigo Álvarez de las Asturias en Corao y algunos americanos y personas con recursos donaban dinero a los maestros para que los destinasen a tal fin. Es lo que ocurre en el año 1911 cuando los emigrantes Fernando de Con, Ramón de Con Alonso y Alfonso Sobero envían desde México ciento veinticinco pesetas para premios de las escuelas de niños y niñas de Mestas de Con[ci].

En otras ocasiones, el dinero estaba destinado a mejoras en las escuelas. En octubre de 1907, el Ayuntamiento de Cangas de Onís acuerda dirigir un oficio a Benito Alonso Junco, vecino de Zardón que había sido emigrante en Cuba, “expresándole la suma complacencia por el rasgo de generosidad que había tenido para fin tan útil y beneficioso a la educación e instrucción de los niños que concurren a la mencionada escuela y que tal acto se haga público en la prensa de esta localidad”. Había costeado de su propio peculio mesas, bancos y otros efectos para la escuela de niños de su localidad[cii].

Las exigencias al Ayuntamiento corren parejas a la rebaja de la categoría de la escuela de niños de la recién estrenada ciudad, pasando el sueldo del maestro Manuel García Liaño de 1.100 a 825 pesetas de haber anual, por real orden de 20 de junio de 1907, lo que provocó la intervención de los vecinos para que el municipio abonase la diferencia: “sería vergonzoso que una ciudad tuviera escuela de la misma categoría que un pueblo rural”[ciii].

Lo cierto es que la inmensa mayoría de las escuelas se hallaban funcionando en locales sin condiciones de ninguna clase. Muchos maestros, si querían una casa medio decente, tenían que pagarla con una gran parte de su escaso sueldo. Esto afirma José Pedraces Cerra, maestro de la escuela de Romillín (Parres), y añade que “debe hacérseles ver a esas entidades [los ayuntamientos] los deberes que tienen sobre el particular, y si esto no basta, al pueblo, pagando que así como no puede eximirse de los tributos que la ley le exige así en cambio deben darle lo que en derecho le corresponde”[civ]. En el mismo sentido escribe Isidro de Soto, “los que tienen el deber de remediar estas necesidades son las autoridades y los padres de familia y por regla general ni las primeras ni los segundos lo hacen”:

Si los encargados de velar por la enseñanza cumpliesen mejor su cometido, librarían a las nuevas generaciones del servilismo e ignorancia que tantos males acarrea, y sería el mejor medio para cerrar las cárceles y presidios que hasta la fecha tienen repletos de criminales y bandidos, siendo la falta de instrucción la que ha conducido a muchos hombres a tan miserable estado[cv].

El maestro de Corao Castiellu se pregunta por qué no se hacen “sacrificios pecuniarios para mejorar las pésimas circunstancias en que se hallan la mayor parte de los centros de enseñanza”, sin material científico y en locales en pésimas condiciones de salubridad. Sin allanar estos inconvenientes, dice, es imposible que el educador pueda “con solo su fuerza de voluntad y decidida vocación, conseguir los adelantos que él mismo desea y la humanidad y su honroso cargo le exigen”. Describe, a continuación, un local en estado deplorable:

En primer lugar, ¿de qué creen ustedes que es el pavimento de dicho local-escuela? ¿De tabla? ¿De ladrillo?… pues nada de eso. Es simplemente de tierra y piedras, frío y húmedo, dándose a diario los casos de lastimarse varios niños que, al ir de un lado para otro del local en los diferentes ejercicios, caen al suelo, motivando dichas caídas las desigualdades del terreno. Dan luz a este oscuro local cuatro ventanitas, sin cristales, de medio metro de hueco cada una. No tiene tornapolvos y las desiguales paredes las habrán dado blanco hace treinta o cuarenta años.

Concurren a este mísero local unas cuatro docenas de niños, de los cuales escriben 25 sobre una tabla de 2,30 metros de longitud fundada sobre dos estacas, único aparato-mesa que existe en el referido local, y los que no caben para escribir en la citada mesa, lo hacen en los bancos, permaneciendo entre tanto los que no escriben de pie, y los que [lo hacen de manera] tan fea e incómoda que es imposible puedan nunca formar bien la letra. De lo dicho se puede deducir lo provisto que estará este local de los demás útiles necesarios para poder enseñar, y se entenderá que no hay absolutamente nada.

Con tan escasos medios de enseñanza de que dispone el humilde maestro de la citada escuela, ¿habría, sin embargo, quien le exija adelantos en sus discípulos? Creo que no[cvi].

No peca Isidro de Soto de tremendista. Su compañero de junta directiva en la Sociedad de Labradores El Despertar, Ángel Sarmiento González, escribe sobre la escuela de Intriago, establecida en… ¡una tenada! Allí reciben instrucción primaria cuarenta niños, en apenas seis metros cuadrados:

La puerta de entrada, mejor dicho, el hueco de entrada -porque no hay puerta para llegar a él- es preciso subir por una tosca escalera compuesta por dos puntales de madera separados, y de uno a otro unos travesones elevados en unos pequeños rebajos en los puntales.

Los niños, para que la fuerza de gravedad no los atraiga hacia sí, tienen que agarrarse con ambas manos para subir y bajar.

Entremos. A la derecha tenemos dos cajones que han servido de envases a latas de petróleo; esos dos, con otro que hay en el suelo, son la mesa y el asiento del pedagogo. A derecha e izquierda, unos pequeños bancos puestos en fila, sirven para asientos de los niños. En el fondo del local, en sus dos extremos, se ven dos montones de hierba. Por toda mesa para escribir los veinticuatro que escriben, hay una que apenas si tiene un metro de largo.

¿Que cómo escriben? Los que no caben en esa pequeña mesa siéntanse en el suelo, encogen los pies, inclinan el cuerpo perfilado y con el brazo derecho sobre el banco, así escriben.

Los que se sienten molestados por estar en esta posición escriben en pie sobre un colchón de muelles que su dueño llevó allí acaso por inservible, para que pasara los últimos tiempos de su vida.

En estos días de frío, los niños vense obligados a tener los libros sobre sus rodillas para meter sus amoratadas manos en los bolsillos del pantalón teniendo que tener, para poder leer, agachada la cabeza. A los que escriben, muchas veces se les cae la pluma de la mano obligados por el frío. El aire penetra por los grandes huecos de la tenada, sin que nada le estorbe. El único calor que allí se siente, es el que pueden dar unos cuantos cerdos que tienen su morada en la planta baja de la «casa»[cvii].

El 6 de mayo de 1910 se publicó un real decreto de Instrucción pública que regulaba la conversión de escuelas unitarias en graduadas. El Ayuntamiento de Cangas de Onís se acogió a los beneficios de este real decreto y solicitó la conversión en graduada de la escuela de la localidad y una subvención para construir un grupo escolar para albergarla. La graduación de la enseñanza suponía una notable mejora en la organización de la escuela, pues permitía establecer rotaciones de maestros, especializar algunas enseñanzas y la impartición de las clases a grupos más homogéneos.

El 8 de octubre de 1910, el diputado Manuel Uría comunicó por telegrama a Emilio Laria y Manuel Pendás Junco la concesión de la graduación a la escuela de Cangas de Onís. El Auseva tuvo que salir al paso del infundado e interesado rumor de que la transformación implicaba la conversión de la escuela en laica, lo que generó cierta alarma entre la gente sencilla. El proyectado nuevo edificio de las escuelas no llegó a construirse y éstas se instalaron en el antiguo hospital, en Cangas de Arriba. Manuel García Liaño, que era maestro de la escuela unitaria de Cangas de Onís, sería elegido como primer director de la graduada.

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Escuela de niñas de Cangas de Onís, con su maestra Adosinda Pedraces. Col. José María Prieto Moro.

En 1918, Acisclo Muñiz Vigo publica el Nomenclator de las Escuelas Nacionales de Asturias, una guía que permitía a los maestros y maestras la elección informada de destinos, con datos relativos a la escuela, a la población donde se ubicaba y a las condiciones económicas y sociales. En este estudio geográfico-estadístico da detalles de 1.300 escuelas asturianas, entre ellas las 27 escuelas públicas del concejo de Cangas de Onís, 7 de las cuales eran de niños (una graduada con tres grados), otras tantas de niñas y 13 mixtas; una de éstas, la escuela de Caño-Tornín, de temporada. Existía un colegio particular autorizado en Contranquil. En total, había 1.379 alumnos matriculados, asistiendo de manera habitual 822 niños y niñas, lo que arroja un 40 por ciento de alumnos que no asistían a las clases.

Las escuelas estaban instaladas en edificios que por lo general no reunían las mínimas condiciones de habitabilidad y solo las de Covadonga, Llenín, Margolles (ubicada en Peruyes), Següenco y Tornín contaban con buenos locales y de éstas solamente la escuela de niñas de Margolles y la mixta de Següenco contaban con buen mobiliario. La escuela de este último lugar era reciente pues en 1912 se había dividido el distrito escolar de Onao-Següenco en dos. A nadie se le oculta la enorme distancia existente entre estas dos localidades y las dificultades que se presentaban a los niños de Següenco para acudir a la escuela en Onao. Un caso similar es el que padecían los alumnos de Soto de la Ensertal que debían desplazarse hasta el pueblo de Beceña para recibir las clases. No ha de extrañar que de los 66 niños matriculados solo asistieran 18, mismo número de asistencia de las niñas para una matrícula de 32 alumnas.

Las escuelas de Con (niñas), Corao Castiello (niños), Intriago, Narciandi, Soto de Cangas (en el portal de la iglesia), Villanueva (en el monasterio de San Pedro), Zardón (en la casa rectoral) estaban instaladas en capillas.

Otra cuestión relevante era la casa habitación del maestro, lo normal es que no la hubiese (era el ayuntamiento quien debía proporcionarla) y solo Covadonga y Margolles contaban con viviendas en buen estado. La consignación municipal para el alquiler de vivienda era de 50 pesetas en los pueblos y 250 pesetas en Cangas de Onís[cviii].

Ocho años después de la publicación del Nomenclator, se celebró una reunión[cix] de la Junta local de primera enseñanza en el Ayuntamiento de Cangas de Onís bajo la presidencia del alcalde Diego de Labra, en la que se dio lectura al informe presentado por los vocales Victorero y Comas, en el que se resumían las memorias de los maestros nacionales y se estudiaban las deficiencias observadas en el funcionamiento de las veinticinco escuelas a su cargo.

Aunque no todos los maestros facilitaron los datos reglamentarios en sus memorias, de los reseñados se deducen varias consideraciones: la situación de la mayoría de los locales era deficiente, con los defectos ya conocidos: reducido tamaño, falta de higiene, frialdad y malas ventilación e iluminación. La matrícula excesiva casi siempre: 125 alumnas en la escuela de niñas de Cangas de Onís, 90 en Llenín, 78 alumnos en Coviella y Villanueva, 76 en Con, 67 en Margolles y 63 alumnas en la de niñas, etc. La asistencia “irregular”, “defectuosa”, “mala”, “muy mala”, “enormemente mala” y otros epítetos similares; solo en Coviella, que tiene nuevo local de escuela, se califica la asistencia como “buena”.

Se resaltan algunas observaciones: la acusación encubierta a las autoridades locales, en la memoria de la escuela graduada de niños de Cangas de Onís, “de no cumplir las plausibles disposiciones del Gobierno”; la capacidad desbordada del local de niñas de Corao, que cubica lo preciso para 20 alumnas y asisten 56; la falta a la escuela por el más insignificante motivo; el atraso tan grande en que se encontraban los niños, “habiendo algunos mayores que no sabían leer”; la general indiferencia que se siente por la enseñanza y la falta de ambiente favorable hacia ella: “el mucho abandono de los padres no sacrificándose en nada por la instrucción de sus hijos”; el temprano abandono de la educación: “casi todos los niños desaparecen de la escuela antes de los 12 años” o “los niños son retirados de la escuela en edad temprana”.

Las escuelas privadas

Diametralmente opuesta era la situación de las escuelas privadas de Cangas de Onís. En el año 1878, el presbítero Antonio Sánchez Otero había fundado el Colegio Nuestra Señora de Covadonga, que impartía clases de 1.ª y 2.ª enseñanza, comercio y clases de adorno (aquellas no previstas en el plan oficial de estudio). En 1885, el colegio tenía “salón de estudio, cátedras y dormitorio bien ventilado, moderno gabinete de Física e Historia Natural, espacioso patio con juego de pelota, mesa de billar, nueva y bonita capilla pública y cuanto es necesario en institutos de esta clase”[cx]. Su fundador sería nombrado canónigo de la catedral de Oviedo, sustituyéndole como director del colegio, al menos desde 1891, el abogado José González Sánchez, con el tiempo alcalde del concejo de Cangas de Onís. En este año, los estudios comprendían “la instrucción primaria, elemental y superior, los que la ley exige para el grado de Bachiller y los necesarios para la obtención del título de maestro elemental y superior”. También se explicaba “Teneduría de libros por partida doble teórica y prácticamente, la Aritmética Mercantil y el Francés”, admitiéndose alumnos internos, mediopensionistas y externos[cxi]. En el año 1900, los internos de 2.ª enseñanza y comercio abonaban al trimestre 180 pesetas, 90 los externos de 2.ª enseñanza y 60 los externos de comercio[cxii].

Los alumnos de este colegio siempre obtenían brillantes resultados en los exámenes realizados por el Instituto de Oviedo. A modo de ejemplo, diremos que en 1904 el semanario El Auseva decía que los 25 notables y 13 sobresalientes, de los cuales 9 con matrícula de honor, eran un motivo de grande y legítimo orgullo “a la vez que honda pena, porque, muy al contrario de cuanto ocurre en otras villas amantes de su instrucción y cultura, aquí se viene negando a nuestro centro docente toda clase de apoyo, pudiendo decirse que solo existe por el esfuerzo personal de su digno director”[cxiii].

En 1912 se cursaban en el colegio todas las asignaturas necesarias para la obtención del título de contador que expedía la Escuela Oficial de Comercio de Oviedo, “por el grande interés que tienen los estudios mercantiles para los jóvenes que han de dedicarse al comercio o a la industria, ya sea en España o América”[cxiv]. Este colegio tuvo como directores espirituales, en diferentes etapas, a los sacerdotes Antonio Pérez y José de Fana.

En la última década del siglo XIX también existía en Cangas de Onís el Colegio San Luis, un centro de enseñanza superior dirigido por Celedonio Duque, padre de Daniel Duque que sería párroco de Santa María[cxv]. A principios del siglo XX se fundaron otros, como el colegio de 1.ª y 2.ª enseñanza dirigido por José Martínez[cxvi]; el colegio de 1.ª enseñanza dirigido por Antonio Alonso[cxvii]; el colegio particular para niñas de la maestra superior Josefa del Dago[cxviii]; el colegio “El Pelayo” de Secundino Otero, maestro superior[cxix]; el colegio particular de 1.ª enseñanza en Nuestra Señora del Carmen, de Isidro de Soto[cxx]; y el colegio particular El Rosario, dirigido por Pilar García Liaño, hija del director de la Escuela Graduada de Cangas de Onís[cxxi]. Muchos de estos colegios particulares tenían corta vida porque estaban al albur de los destinos que sus responsables obtenían en la enseñanza pública. Caso singular es el de la Escuela Militar particular de Ricardo Rémola, autorizada por el capitán general de la región[cxxii]. Existían también escuelas particulares no autorizadas, como la de Triongo que la Junta provincial de Instrucción pública mandó clausurar en 1909[cxxiii].

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Colegio de monjas de la Providencia. Col. Celso Diego Somoano.

Mayor importancia tuvieron el Colegio Francés-Español de las Hijas de Santa María de la Providencia, de niñas, y el Colegio de los Hermanos de San Viator, de niños. El primero se instaló provisionalmente en el palacio Cortés, donde desarrolló su primer curso[cxxiv] que se inició el 15 de octubre de 1906 con ocho profesoras, “asegurándose que se aumentará con otras cuatro más y un padre, que se encargue de decir misa y demás actos religiosos”[cxxv]. El concurso entusiasta de personas significadas de la localidad y la notable matriculación de alumnas auguraba el éxito para un colegio que era muy necesario al estar muy descuidada la educación de las niñas en la ciudad, lo que obligaba a algunas familias a enviar a sus hijas a otros colegios de la provincia[cxxvi]. En mayo de 1907 las monjas de la Providencia tomaron posesión de la casa de La Prida, propiedad del conde de la Vega del Sella, en la que habían realizado obras específicas para su utilización como colegio[cxxvii].

Tenía como objetivo “formar sus discípulas a vida verdaderamente cristiana, inspirando en su corazón el amor a la virtud, así como adornar su inteligencia con todos los conocimientos que pueden serles útiles”[cxxviii]. El conocimiento de la religión y de los deberes que imponía era el fundamento de la educación, dándole a este estudio toda la extensión que precisase, impartiendo también las siguientes enseñanzas: “lectura, caligrafía, gramática, historia, aritmética, geografía, nociones de literatura, historial natural, física, química, higiene y economía doméstica”, además de las labores[cxxix]. El equipo necesario para las alumnas internas incluía tal cantidad de prendas que su sola adquisición ya evidenciaba la clase social que podía acceder a las enseñanzas de este colegio religioso.

El Colegio de los Hermanos de San Viator se instaló en septiembre de 1912 en el palacio Cortés abriéndose el primer curso escolar el día 16 con 31 alumnos. Era un colegio de primera enseñanza y comercio, bajo la dirección del clérigo Víctor Devals, al que auxiliaban los hermanos Luis Mateo Acha y Léon Taurines. Se admitían alumnos internos, medio pensionistas y externos. En cursos posteriores se tenía la intención de ampliar las clases a la segunda enseñanza, impartiendo además los idiomas francés e inglés. El 6 de julio de 1913 se realizan las primeras comuniones de niños y adultos, siendo la matrícula del nuevo curso de 93 alumnos. El primer contrato de alquiler del palacio finalizaba en 1918 rumoreándose con insistencia que los hermanos viatorianos abandonarían la ciudad, pero con motivo de la visita al colegio del asistente general Remigio Coutu y del padre Teófilo Delmas se firmó un nuevo contrato por siete años, realizándose gastos de reforma que fueron sufragados mediante una suscripción popular. En 1925, el colegio cerró definitivamente sus puertas.

La creación de bibliotecas populares

En 1872, Eduardo Llanos Álvarez de las Asturias escribía a su madre desde Iquique: “Todos los días palpo las consecuencias fatales de la ignorancia de las masas de españoles que se desparraman en toda América, siendo preciso reconocer que la mayor parte de nuestros males nace de aquí…”[cxxx] Casi cuarenta años después, su amigo Ángel Sarmiento González publica un artículo titulado “Hay que leer” en el que anima a los labradores a instruirse, sirviéndose de la recientemente creada Biblioteca Popular que les brinda sus libros para mejorar su cultura[cxxxi]. Con independencia de las pequeñas bibliotecas existentes en algunas escuelas del concejo[cxxxii], en la segunda década del siglo XX se crearon tres valiosas bibliotecas en el concejo de Cangas de Onís.

La primera de ellas fue fundada por el Círculo de Artesanos de Cangas de Onís. En 1911 el diputado Manuel Uría logra del Estado, por real orden, la concesión al Círculo de “una biblioteca popular con todas las colecciones correspondientes”. En la memoria del año 1912 la junta directiva dice que con los libros concedidos por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y los donativos de particulares, se cuenta con una “magnífica Biblioteca compuesta de 158 volúmenes y 125 folletos, aparte de los destinados a la enseñanza”.

Esta biblioteca estaba destinada a los socios del Círculo de Artesanos; institución que en 1917 entró a formar parte del patronato fundador de la Biblioteca Popular Circulante de Cangas de Onís, la primera de las creadas en España por inspiración de los alumnos de la Residencia de Estudiantes de Madrid. La idea de formar esta biblioteca fue de Francisco Beceña González, alumno de dicho centro; “el alma de este organismo de cultura”, como escribe Ángel Sarmiento en el artículo mencionado. En 1917 se constituyó un patronato integrado por ocho personas, entre las que figuraban el alcalde y representantes de los sindicatos agrícolas de Cangas de Onís y El Despertar de Corao, del Círculo de Artesanos y de la Asociación de Maestros y se abrió una suscripción que reunió mil pesetas con las que se adquirieron cuatrocientos volúmenes, con secciones de Pedagogía, Geografía, Química, Historia, Literatura y Agricultura[cxxxiii]. El Ayuntamiento de Cangas de Onís proporcionó el local, costeando la luz y el servicio de limpieza, además de consignar una subvención anual de 250 pesetas[cxxxiv].

Su inauguración tuvo lugar a las dos y media de la tarde del domingo 3 de febrero de 1918 con una conferencia impartida por Aniceto Sela Sampil, rector de la Universidad de Oviedo, que explicó la importancia de la biblioteca que se inauguraba, en especial para la clase obrera[cxxxv]. En julio de este año se reunió la Junta del Patronato de la Biblioteca Popular aprovechando la estancia en el concejo de Francisco Beceña González, con el objeto de “estudiar los medios más prácticos para dar impulso a la circulación de libros en las aldeas y tratar del modo de enriquecer con nuevos volúmenes la biblioteca”. Se acordó invitar a los maestros para organizar grupos de lectores en los pueblos de su residencia, para cumplir mejor los fines de la biblioteca, que Sarmiento interpreta de este modo:

A difundir cultura, a crear conciencias ciudadanas, a despertar energías dormidas o muertas para la acción progresiva y regeneradora de nuestro concejo viene la Biblioteca Popular; generosamente nos brinda todos estos bienes si leemos, si queremos dedicar el estudio de sus volúmenes y a meditar sobre las enseñanzas adquiridas. No desdeñemos su fin[cxxxvi].

La Biblioteca Popular Circulante de Cangas de Onís fue recibiendo estimables donaciones, como las realizadas por el canónigo de Oviedo Antonio Sánchez Otero, el cronista de Asturias y senador Fermín Canella, los abogados Rodrigo del Cueto y Francisco Beceña González”, Enrique Monasterio, Francisco Dago y otros[cxxxvii]. En abril de 1919, contaba con 470 volúmenes y había realizado 1.070 préstamos de libros. Según El Orden, era un elemento de la cultura del vecindario y un poderoso auxiliar de la acción de las escuelas, “ya que proporciona a todos en general, pero especialmente a los maestros, medios para consolidar y ampliar sus conocimientos. Indudablemente son estos funcionarios los que más pueden aprovecharse de esta institución de cultura que no encontrarán a su disposición en otros sitios”[cxxxviii].

Como la recién inaugurada biblioteca popular de Cangas de Onís no alcanzaba a servir a toda la población del concejo, Sarmiento propuso a la Junta directiva de El Despertar, la creación de otra biblioteca en Corao, idea que fue recibida con muchas dudas, por lo que se ofreció a crearla en solitario sin mermar los recursos económicos del sindicato. Años antes, en la memoria publicada por la Sociedad de Labradores El Despertar en 1910, planteaba como uno de los objetivos de la asociación la difusión de la cultura entre los socios para lo que procurarían “poner a su disposición el mayor número posible de revistas agrarias y formar una biblioteca, siquiera sea modesta, dando la preferencia a libros que se ocupen de ganadería y traten materias de agricultura”[cxxxix].

Antes de la formación de la biblioteca, la Sociedad de Labradores contaba con una pequeña colección de libros donada por Leandro Llanos, pero entre los asociados más entusiastas de la instrucción bullía el deseo de crearla, aunque conocían que la idea era grande y difícil[cxl]. En 1911, el sindicato había recibido una colección completa de obras de agricultura, donada por la Dirección general de Agricultura, Minas y Montes, gracias a las gestiones de Manuel Uría. En 1918, Sarmiento plantea su iniciativa a Francisco Beceña González que generosamente le brinda su colaboración y se le ofrece para que la Residencia de Estudiantes seleccione y compre los libros con un fuerte descuento[cxli]. La propaganda que se hizo en la prensa liberal asturiana elogiando el propósito de unos campesinos que habían fundado la primera biblioteca popular que se establecía en una aldea española por los propios labradores, sin apoyo oficial y cuya labor “daba un ejemplo de voluntad y buenos deseos culturales a los trabajadores de la tierra en general”, dio un resultado que nadie esperaba -dice Sarmiento-, pues a Corao llegaron remesas de libros, antes aún de disponer los muebles para colocarlos. La Diputación provincial concedió una subvención de quinientas pesetas para su construcción.

En 1919 se inaugura la biblioteca con una fiesta extraordinaria. Cuenta con más de cuatrocientos volúmenes y está instalada en la sede del sindicato. Ángel Sarmiento alcanza así una de sus grandes satisfacciones y escribe: “era un triunfo solemne”. La Biblioteca Circulante de la Sociedad de Labradores El Despertar se creó con la convicción de que la “cultura que adquiera el labrador, como es natural, siempre sería provechosa para el desarrollo y progreso de la agricultura y para toda clase de relaciones individuales; labriego que se gana para la causa de la cultura es hombre que se arranca quizás al vicio”. Como la mera existencia de una biblioteca no era herramienta suficiente para alcanzar el objetivo, la Sociedad organizó para la difusión de los libros cuarenta y ocho grupos de lectores en treinta y cuatro pueblos y caseríos, que leían en voz alta durante las noches de invierno, en casa de la persona que en cada pueblo representaba a la biblioteca, “constituyendo la organización verdaderamente modelo para países de difíciles comunicaciones y población no concentrada”, según leemos en un folleto sobre bibliotecas populares, publicado en 1920 por la Residencia de Estudiantes[cxlii].

Ángel Sarmiento conocía las dificultades económicas que planteaba la creación de una biblioteca pero sostenía que con una férrea voluntad se podía lograr. Lo realmente difícil, escribe en El seguro obligatorio del labrador (Llanes, 1925), es “hallar lectores para ella porque estos hay que buscarlos, puede decirse que hay necesidad de hacerlos, sobre todo en las aldeas donde desgraciadamente existen muchos labradores analfabetos y los más de los que no lo son nunca se cuidaron siquiera de conservar lo poco que aprendieron en la escuela”[cxliii]. La biblioteca circulante le dio grandes satisfacciones y aunque sus aspiraciones superaban el resultado alcanzado, creía que no habían fracasado en su empeño[cxliv].

Escritores y artistas de Cangas de Onís

Un somero repaso del panorama cultural cangués nos remite, nuevamente, a Francisco Beceña González que en mayo de 1915 había defendido su tesis doctoral, titulada El interés del capital y la Ley Azcárate contra la usura en la Universidad de Madrid, que fue calificada como sobresaliente. En torno a 1918, Francisco Beceña se encontraba preparando las oposiciones a su primera cátedra universitaria, que obtendrá en 1923, además de realizar un estudio titulado La ejecución procesal civil. Notas para una sistematización en la materia en el Derecho Procesal Civil español, un trabajo que Cachón Cárdenas considera “profundamente innovador en el contexto de los estudios procesales españoles de aquella época”[cxlv]. Son años en los que está muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y en los que traba una fuerte amistad personal con Melquíades Álvarez, el líder reformista asturiano que tenía en Cangas de Onís una importante agrupación local liderada por el médico y escritor Elías José Con y Tres, estrechamente vinculado con Ángel Sarmiento y el sindicato agrícola de Corao. Como tantos autores han señalado, Francisco Beceña González es uno de los grandes juristas españoles y el gran renovador de los estudios procesales en España, al que Cangas de Onís debe un merecido reconocimiento.

Mientras Beceña defiende su tesis doctoral, otro famoso cangués, José Ramón Zaragoza Fernández, obtiene la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1915, por su Retrato de Mr. Th. Stanton, que adquiere el Estado en la cantidad de seis mil pesetas. Para celebrar su éxito, en Cangas de Onís se le tributaron dos banquetes-homenajes, uno el día 23 de agosto, sufragado por las clases pudientes, y otro organizado por el Círculo de Artesanos de Cangas de Onís que se celebró el 1.º de septiembre en la huerta de la viuda de Isidoro Cuesta, en la carretera de Caño, y al que acudieron ciento ochenta y cinco comensales. Son años de gran actividad artística de Zaragoza, que sin embargo no olvida regresar a su ciudad natal; en agosto de 1918, pasó una temporada en Cangas de Onís.

El periodista Francisco Pendás González participó activamente de la vida política y cultural del concejo con posterioridad a 1918. En este año publicó en La Esfera un conocido artículo titulado “¿Está Pelayo en Covadonga?”, dedicado al sepulcro del rey en Santa Eulalia de Abamia[cxlvi]. Francisco Pendás había estudiado en el Instituto Jovellanos de Gijón, villa en la que tuvo un frecuente trato personal con su pariente Sebastián de Soto Cortés, marchando posteriormente a “rodar por tierras de América” donde se dedicó al periodismo, primero en Cuba y luego en Estados Unidos, donde fue editor asistente de la revista Mercurio (Nueva Orleans) y más adelante fundó la revista El Gráfico (Nueva York). A finales de 1915, aproximadamente, regresó a Cangas de Onís y unos años después adquirió el semanario El Popular, que editaba Ángel Sarmiento, convirtiéndolo en un periódico moderno, ilustrado y conectado con las noticias del mundo. En 1924 publicó la novela titulada El prófugo, dedicada a uno de los problemas capitales de la sociedad de la época, la deserción del servicio militar, consecuencia de la emigración de miles de asturianos a América. De ideas republicanas, en el año 1931 fue uno de los vecinos que proclamó la Segunda República Española en Cangas de Onís.

El médico militar y escritor Elías José Con y Tres, natural de Mestas de Con, fue un respetado intelectual, autor de varios libros y de numerosos artículos que publicó en periódicos y revistas de ámbito nacional, colaborando asiduamente con la prensa local, en especial en los periódicos El Auseva, El Aldeano y El Popular. Impartió documentadas conferencias en las asociaciones del concejo, entre ellas la Sociedad de Labradores El Despertar, la Asociación de Maestros y el Círculo de Artesanos que lo nombró presidente honorario. En 1918 publicó a su costa el libro La Victoria de Covadonga : 1.200 años después, en el que reunió apuntes y notas con el “deseo de conocer los sucesos históricos ocurridos en el pedazo de terreno donde tuvo la dicha de venir al mundo”, analizando de manera inteligente, sin apasionamiento y sin pretensiones de historiador, las tradiciones, leyendas e historias sobre la batalla de Covadonga.

Constantino Cabal vivió en Cangas de Onís junto a su esposa Mercedes Valero en los años 1917 y 1918, lo que le permitió acumular materiales para alguna de sus publicaciones más conocidas, como Covadonga, cuya primera edición publica en 1918, la trilogía sobre mitología asturiana o Cuentos bárbaros, con numerosas referencias costumbristas y etnográficas del concejo. Publicó artículos en la prensa local, donó libros a las bibliotecas canguesas y siempre tuvo presente su estancia en Cangas de Onís[cxlvii]. En su libro Covadonga, al tratar la etimología de la voz “Cangas” nos descubrió la existencia del trabajo de investigación del político José de Abego sobre el bable de Ponga y Amieva, que años más tarde publicaría el romance en asturiano La danza prima.

Todos estos autores encontraron su medio de expresión en la prensa local. El Auseva, referente de la prensa de Cangas de Onís en el cambio de siglo, dejó de publicarse en el año 1916, siendo su último director Emilio González Arias, hijo de Cándido González López y nieto de Rosendo González Albuerne, fundador del semanario en el año 1891. Durante veintiséis años el semanario acudió puntual a su cita con los lectores cangueses, en el concejo y en la emigración. El 1.º de marzo de 1912 se publicó en Corao el primer número de El Aldeano, quincenario que durante tres años será el órgano oficioso de la Sociedad de Labradores El Despertar, fusionándose con El Auseva en 1915. Un año antes, comenzó a publicarse El Orden fundado por José de Abego para la defensa del ideario conservador en el concejo, dando réplica a los anteriores. En 1916 desaparece El Auseva y Ángel Sarmiento crea El Popular que viene a defender el espacio reformista y de progreso, en ese juego informativo y propagandístico que tenían las dos principales facciones políticas del concejo. Otros periódicos como El Aforador y La Reconquista tuvieron una vida más efímera[cxlviii].

En 1911 Francisco Martínez Elola[cxlix] funda La Ley, una revista jurídica mensual que comenzó a publicarse el uno de marzo. Ese mismo año edita por primera vez La Fiesta de San Antonio, revista ilustrada publicada en Cangas de Onís con motivo de las fiestas patronales, y el 8 de septiembre de 1914 se publica el primer número, extraordinario, de Covadonga Gráfica, revista mensual ilustrada que será “portaestandarte del histórico, venerando, real y milagroso Santuario, pues siendo sus fundadores entusiastas cangueses, a ello están ineludiblemente obligados más que ningún otro español”[cl]. Al menos publicó seis números y fue fundada y dirigida por Fernando Fernández Rosete, redactor de La Saeta y El Sella (Arriondas) y un incansable propagador de la historia de Covadonga y Cangas de Onís ligada a la batalla de Covadonga en la que veía, en consonancia con su ideario monárquico y conservador, el inicio de la nación española. Es autor de varios libros en estos años: Pelayo y Covadonga (Arriondas, 1909); El tíu Xuan (Sama de Langreo, 1909, en asturiano) y La emigración (Sama de Langreo, 1913, en asturiano), prologada por el abogado José González y González, hijo de José González Sánchez, alcalde de Cangas de Onís, y uno de los autores de Doctrina asturianista : aprobada por la Junta Regionalista del Principado (1918), junto a Álvaro Fernández de Miranda, vizconde de Campo Grande y Ceferino Alonso Fernández, alumno del Colegio de Nuestra Señora de Covadonga (Cangas de Onís) y autor de la Reseña histórico-descriptiva del monasterio y parroquia de San Pedro de Villanueva (Gijón 1915).

Notas

[xcv] El Auseva, Cangas de Onís, año XV, núm. 758, 7 de octubre de 1905, p. 2.

[xcvi] Íd., núm. 721, 21 de enero de 1905, p. 2.

[xcvii] El Orden, Cangas de Onís, año VII, núm. 319, 15 de febrero de 1920, p. 3.

[xcviii] El Auseva, Cangas de Onís, año XVII, núm. 863, 12 de octubre de 1907, p. 3.

[xcix] Íd., Onís (sic), año XXV, núm. 1.290, 25 de diciembre de 1915, p. 3.

[c] Íd., Cangas de Onís, año XX, núm. 1.008, 23 de julio de 1910, p. 3.

[ci] Íd., año XXI, núm. 1.071, 7 de octubre de 1911, p. 2.

[cii] Íd., año XVII, núm. 863, 12 de octubre de 1907, p. 3.

[ciii] Íd., núm. 852, 27 de julio de 1907, p. 2.

[civ] Íd., año XIX, núm. 928, 9 de enero de 1909, p. 2.

[cv] Soto García, Isidro de, “Pobre enseñanza”, en El Auseva, Cangas de Onís, año XX, núm. 989, 12 de marzo de 1901, p. 1.

[cvi] Íd.

[cvii] A. Ese (seudónimo de Ángel Sarmiento González), “Un botón de muestra”, en El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 932, 6 de febrero de 1909, pp. 1-2.

[cviii] Muñiz Vigo, Acisclo, Nomenclator de las Escuelas Nacionales de Asturias, Oviedo, Imprenta La Cruz, 1918, pp. 38-54.

[cix] El Popular, Cangas de Onís, año VII, núm. 290, 2 de diciembre de 1926, p. 2.

[cx] Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, El Carbayón, Oviedo, año VII, núm. 1.370, 20 de agosto de 1885, p. 4.

[cxi] El Auseva, Cangas de Onís, año I, núm. 21, 6 de septiembre de 1891, p. 4.

[cxii] Íd., año X, núm. 487, 5 de agosto de 1900, p. 3.

[cxiii] Íd., año XIV, núm. 700, 27 de agosto de 1904, p. 2. José González Sánchez fue nombrado alcalde de Cangas de Onís el día 4 de octubre de 1903, y como tal era el responsable de la educación pública en el concejo, en evidente conflicto de intereses con el cargo de director del colegio que continuó desempeñando.

[cxiv] Íd., año XXII, núm. 1.119, 14 de septiembre de 1912, p. 1.

[cxv] Íd., año VI, núm. 299, 27 de diciembre de 1896, p. 3.

[cxvi] José Martínez era un antiguo profesor del Colegio Nuestra Señora de Covadonga. En el colegio daba clases preparatorias para el ingreso en institutos, seminarios, y escuelas de comercio y normales. Impartía una clase especial para los emigrantes de ejercicios prácticos de ortografía y aritmética. Los precios eran “según la posición de los padres”. Íd., año XII, núm. 609, 30 de noviembre de 1902, p. 3.

[cxvii] Establecido en los bajos de la casa de la viuda de Cadenaba. La cuota mensual era módica y proporcional a la edad y grado de instrucción que cada niño poseyera, con alguna rebaja para los padres que mandasen al colegio dos o más hijos. Admitía un número “relativamente corto” de niñas, que estaban en el local con la debida separación y tenían horas de entrada y salida distintas que los niños. Íd., año XIII, núm. 652, 27 de septiembre de 1903, p. 3.

[cxviii] Situada en San Pelayo, en la casa de María Mestas, viuda de González. Los precios eran módicos y con las horas reglamentarias, es decir tres por la mañana y otras tres por la tarde. Íd., año XVI, núm. 795, 23 de junio de 1906, p. 3.

[cxix] Se hallaba abierto en el barrio de la Pedrera. Íd., año XX, núm. 986, 19 de febrero de 1910, p. 3.

[cxx] En Corao. Íd., año XXI, núm. 1.039, 25 de febrero de 1911, p. 3.

[cxxi] Establecido en la plaza de San Pelayo. Íd., año XXV, núm. 1.244, 6 de febrero de 1915, p. 3.

[cxxii] Establecida en Cangas de Onís en el antiguo local de primera enseñanza de niños de la ciudad, dirigida por los capitanes de la Caja de Recluta Ricardo Rémola Mur y Alfredo Porras Blanco. Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año II, núm. 25, 17 de enero de 1915, s. p.

[cxxiii] El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 974, 27 de noviembre de 1909, p. 2.

[cxxiv] Íd., año XVI, núm. 805, 1.º de septiembre de 1906, p. 3.

[cxxv] Íd., núm. 812, 20 de octubre de 1906, p. 3.

[cxxvi] Íd., año XIV, núm. 669, 23 de enero de 1904, p. 2.

[cxxvii] Íd., año XVII, núm. 842, 18 de mayo de 1907, p. 3.

[cxxviii] Íd., año XVI, núm. 806, 7 de septiembre de 1906, p. 2.

[cxxix] Los precios eran los siguientes: Pensionistas, 50 pesetas al mes comprendido el curso de Francés; Solfeo, 3 pesetas; Piano, 6 pesetas; Dibujo, 6 pesetas; Gastos de entrada: 20 pesetas; Limpieza y repaso de la ropa: 2 pesetas al mes. Medio pensionistas: 5 pesetas al mes hasta los siete años, 10 pesetas hasta los trece y 12 pesetas de esta edad en adelante. Externas: 2 pesetas al mes. Íd., núm. 806, 7 de septiembre de 1906, p. 2.

[cxxx] Meneses Fernández-Baldor, Carmen, “La biblioteca de la Escuela Don Rodrigo Álvarez de las Asturias”, en Las bibliotecas de Corao, Corao, Asociación Cultural Abamia, 2011, p. 13.

[cxxxi] Genal de la Parra [Ángel Sarmiento González], “Hay que leer”, en El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 89, 20 de julio de 1918, p. 1.

[cxxxii] Sobre la biblioteca de la Escuela Don Rodrigo Álvarez de las Asturias, vid. Meneses, La biblioteca de la Escuela, pp. 13-16. En 1909, por iniciativa del concejal Pío Pérez González-Río, el Ministerio de Agricultura concedió a la escuela pública de Peruyes (Margolles) una colección de libros de agricultura.

[cxxxiii] Asturias : revista gráfica semanal, La Habana (Cuba), año IV, núm. 177, 16 de diciembre de 1917, s. p.

[cxxxiv] “La educación de los adultos y la Residencia de Estudiantes”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, año XLIV, núm. 725, 31 de agosto de 1920, p. 248.

[cxxxv] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 71, 9 de febrero de 1918, p. 2. La llegada de Aniceto Sela a Cangas de Onís fue anunciada “con gruesos palenques y en la estación estaban para recibirle todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y numeroso público”.

[cxxxvi] Vid. nota XX Genal de la Parra, “Hay que leer”

[cxxxvii] El Popular, Cangas de Onís, año III, núm. 79, 10 de abril de 1918, p. 3.

[cxxxviii] El Orden, Cangas de Onís, año VI, núm. 274, 6 de abril de 1919, p. 3.

[cxxxix] “El Despertar” : órgano de la Sociedad de Agricultores del concejo de Cangas de Onís, Corao, [Sociedad de Labradores El Despertar], diciembre 1910.

[cxl] El Auseva, Cangas de Onís, año XXI, núm. 1.043, 25 de marzo de 1911, p. 3.

[cxli] Memorias de Sarmiento, manuscrito. Véase también: Cachón Cadenas, Manuel, Francisco Beceña : un procesalista de primera hora, Barcelona, Atelier, 2017, p. 43.

[cxlii] Bibliotecas populares, Madrid, Residencia de Estudiantes, 1920 (Folletos de la Residencia, 3, junio de 1920).

[cxliii] Sarmiento González, Ángel. El seguro obligatorio del labrador, Llanes, Sindicato Agrícola El Despertar, 1925.

[cxliv] Pantín Fernández, Francisco José, “La Biblioteca de la Sociedad de Labradores “El Despertar” y la Residencia de Estudiantes”, en Las bibliotecas de Corao, Corao, Asociación Cultural Abamia, 2011, pp. 17-30.

[cxlv] Cachón Cadenas, Francisco Beceña, p. 42.

[cxlvi] Pendás, Francisco, “¿Está Pelayo en Covadonga?”, en La Esfera, Madrid, año V, núm. 255, 16 de noviembre de 1918, pp. 15-16.

[cxlvii] Rubín, Antón, «Constantino Cabal en Cangas de Onís : evocación y recuerdo», en Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, año XXII, núm. 63, 1968 (ejemplar dedicado a Constantino Cabal), pp. 279-285.

[cxlviii] Sobre la prensa local, vid. Diego Somoano, Celso, «Algunos apuntes sobre la historia del periodismo en Cangas de Onís», en La Línea, Cangas de Onís, núm. 1, agosto-septiembre 1982, pp. 7-8 y núm. 2, octubre-noviembre 1982, pp. 13-14.

[cxlix] Procurador de los tribunales, fue nombrado secretario del Juzgado municipal de Cangas de Onís en el año 1909. El Auseva, Cangas de Onís, año XIX, núm. 94, 22 de mayo de 1909, p. 3.

[cl] Covadonga Gráfica, Cangas de Onís, año I, núm. 1, 8 de septiembre de 1914, p. 1.